La representatividad de los "autónomos".
Sección de
Autoempleo
[26-12-2009]
El estado denomina
“autónomos” a los trabajadores por cuenta propia que cotizan en el
régimen especial correspondiente de la seguridad social. Rechazamos
esta definición oficial de “trabajador autónomo”, por contener algo
tan contrario al concepto de “autonomía” como la obligación de pagar
impuestos al ente coercitivo por excelencia, el estado. Nos
consideramos autónomos en el sentido más etimológico de la palabra:
somos aquellos que nos gobernamos a nosotros mismos. Y a nadie más.
No aceptamos la autoridad de ningún dios o amo ni la obediencia de
ningún súbdito o empleado.
Como trabajadores y trabajadoras autónomas tampoco admitimos el
nombramiento de representantes. Los representantes son personas o
entidades a quienes otras personas o entidades, denominadas
representadas, otorgan la facultad de obrar en su nombre. Designar a
un representante es renunciar a parte o a la totalidad de la propia
autonomía, transferírsela a otro. Sabemos por la prensa capitalista
del 21 de diciembre que el ministro de trabajo “ultima la
elaboración de un decreto que determinará qué criterios rigen para
medir la representatividad de las organizaciones de autónomos”. ¿Por
qué los estamentos del poder quieren instituir un sistema de
representación de las organizaciones de autónomos? Por la misma
razón que instituyeron un sistema de representación electoral de los
ciudadanos en los parlamentos o un sistema de representación de los
trabajadores asalariados en los comités de empresa. La
representación relega a la inactividad a los representados. Los
representados dejan de ser actores de lo que sucede y pasan a ser
meros espectadores del espectáculo montado por los representantes.
La democracia representativa burguesa, o democracia parlamentaria,
es una burda teatralización de la democracia: los actores de la
democracia real, directa y participativa, los trabajadores y
trabajadoras, abandonaron sus asambleas, las de verdad, y se
quedaron hipnotizados contemplando cómo unos títeres “representaban”
asambleas en esos guiñoles que son los parlamentos y los comités de
empresa. La representación es el sistema de dominación más peligroso
porque arrebata sutilmente la capacidad de actuación del oprimido
pero mantiene en él casi intacta la ilusión de la capacidad de
decisión. Las trabajadoras y trabajadores que no han participado
nunca en una asamblea de verdad se cuentan por millones. Sin
embargo, diariamente, casi desde que nacen, millones de trabajadores
y trabajadoras que quizá no participen nunca en una asamblea de
verdad son obligados por sus representantes a memorizar programas
educativos confeccionados por ellos, a acatar normas dictadas por
ellos, a pagar impuestos calculados por ellos, a cumplir penas en
prisiones construidas por ellos.
Los autónomos y autónomas de la Sección de Autoempleo del Sindicato
de Oficios Varios de Madrid, adherido a la CNT, nos negamos a ser
meros espectadores de nuestras vidas. No designamos representantes
y, por lo tanto, rehusamos acatar las decisiones de nadie que se
proclame nuestro representante. Luchamos y lucharemos contra quien
pretenda obligarnos a obedecer. Conspiramos diariamente por la
destrucción del sistema capitalista que los “representantes”
políticos perpetúan en contra de los intereses de la humanidad y en
su propio provecho y el de un puñado de privilegiados. Nuestra
actividad económica está dirigida a la expansión de formas de
producción y consumo autogestionarias y antiautoritarias, inspiradas
en los principios de libre asociación y libre acuerdo.
Llamamos a los autónomos y autónomas de Madrid a que renuncien a la
explotación laboral, causa primordial de todas las desigualdades
económicas y sociales, y se unan a nuestra lucha contra el cáncer
capitalista y el monopolio de la violencia organizada de las
instituciones del estado. Les llamamos a que rompan con la inercia,
apaguen su televisor y se acerquen por la CNT a participar en
asambleas reales y representarse a sí mismos.
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El trabajador "autónomo dependiente".
Sección de
Autoempleo
[22-11-2008]
Trabajador “autónomo
dependiente” es la figura legal con la que el estado pretende dar
apariencia de legitimidad a la forma de explotación de moda. Esta
moda patronal consiste en traspasar los costes del material de
trabajo y su mantenimiento al trabajador explotado. Con la siguiente
secuencia, inspirada en hechos reales, se entenderá mejor la
dimensión de la estafa:
a)
Un honrado empresario del sector del transporte se entera
por las páginas salmón del domingo de una fórmula magistral para
abaratar costes e incrementar el beneficio. Decide probarla. Al
día siguiente, elige al azar a un empleado –o mejor selecciona
al más vulnerable- y le comunica que tendrá que prescindir de él
porque los costes de la flota y los gastos (combustible,
mantenimiento, seguros, etc.) le están arruinando. El empresario
ofrece una solución: si el empleado se compra una furgoneta
(financiada por el banco) y se “independiza”, cree que puede
garantizarle la misma carga de trabajo que hasta ahora. La
oportunidad es única: le está ofreciendo la posibilidad de
establecerse por su cuenta, de convertirse en un emprendedor
como él, etc.
b)
Efectivamente, el empleado se encuentra con la misma
carga de trabajo que antes pero, como los ingresos tampoco han
variado sustancialmente, no puede sostener la deuda generada por
la compra de la furgoneta y los gastos de mantenimiento. No le
queda más remedio que salir a buscar portes fuera de su jornada
habitual de trabajo.
c)
Paradójicamente, las letras de la furgoneta y los
trabajos “extra” a los que tiene que recurrir para pagarla, son
la clave para que éste pase a ser, según la ley, autónomo en
lugar de asalariado. De las letras del banco deduce el
legislador que el trabajador es propietario de la
“infraestructura productiva” y de los trabajos extra deduce que
tiene “capacidad de organización fuera del ámbito de un
empleador”. Así, el patrón que extorsionó a su empleado para que
comprara una furgoneta se convierte, de la noche a la mañana, en
un cliente más de la cartera de clientes de un “autónomo
económicamente dependiente”. La relación de ambos pasa a ser,
según la ley, mercantil (no laboral). Este razonamiento legal
implica, qué ironía, que el trabajador tiene que asumir además
las mismas obligaciones fiscales y de Seguridad Social que su
explotador.
d)
La transformación del estatus legal del trabajador,
sumada a la necesidad de ingresar más dinero al soportar todos
los gastos asociados al medio de producción que ya no soporta el
patrón, se traducen laboralmente en días con jornadas de 18
horas, semanas con solo un día festivo y años con una sola
semana de vacaciones.
e)
El empresario con sangre de emprendedor, satisfecho por
el resultado del experimento, ha tenido una visión: Una flota de
camiones de reparto, cada uno de ellos pagado y mantenido por el
propio conductor, cuyos beneficios de explotación pasen
íntegramente a sus bolsillos. No está mal para un tío que
probablemente no ha hecho un reparto en furgoneta en su vida.
Es importante que se
tenga en cuenta que un “autónomo dependiente” no es simplemente un
asalariado que sufre un fraude de ley, una especie de asalariado
encubierto. Un “asalariado encubierto” está dado de alta en el
“Régimen Especial de Trabajadores Autónomos” pero utiliza los medios
de producción que le procura y costea un patrón. Un “autónomo
dependiente”, sin embargo, está pagando de su bolsillo los medios de
producción con que se le explota. Se suele decir que los
explotadores del trabajo ajeno prefieren un “asalariado” a un
“esclavo” porque no tienen que atender sus gastos de manutención
(alimentación, vestuario, vivienda, etc.). Si los patricios romanos
hubieran averiguado que los esclavos podían llegar a pagarse, además
de su manutención, la herramienta y el mantenimiento de la
herramienta, Espartaco habría pasado a la historia como el primer
“autónomo dependiente” en rebelarse contra el opresor.
En el preámbulo al
“Estatuto del trabajo autónomo” los legisladores cuentan que la
regulación del trabajador autónomo económicamente dependiente
“obedece a la necesidad de dar cobertura legal a una realidad
social”. La realidad social de la que hablan se apoya en un dato que
ellos mismos proporcionan en el preámbulo: en el período
transcurrido entre el año 2001 y el 2004, los “empresarios sin
asalariados” (sic) que trabajaban para un único cliente se
incrementaron en un 33%. Los legisladores afirman que su intención
al promulgar la ley era amparar a los 285.600 trabajadores y
trabajadoras que el Estado había catalogado en el año 2004 como
“empresarios sin asalariados que trabajan para un único cliente”. Lo
que sucedía en realidad era que las patronales habían encontrado un
nuevo caladero, como indica el mencionado incremento del 33% en sólo
tres años, y que precisaban una expresión legal que legitimara la
explotación del caladero. Hay que tener en cuenta que en el derecho
laboral del estado español las partes –patrón y asalariado- no
pueden pactar condiciones por debajo de las establecidas en las
leyes y convenios. Lo que se consigue con la regulación es desplazar
la relación de explotación del ámbito laboral al ámbito mercantil,
donde rige el “principio de autonomía de la voluntad” de las partes.
Y así queda estipulado en el artículo 14 del capítulo III del
Estatuto, referente al “régimen profesional del trabajador autónomo
económicamente dependiente”. Gracias a este artículo, la asunción de
una jornada de 80 horas semanales a cambio de unos honorarios
inferiores al salario mínimo puede interpretarse como una
manifestación de la libertad de elección de un trabajador autónomo y
su “único cliente”. De nuevo, en nombre de la libertad, el opresor
reduce el espacio de la jaula. El hecho de que esta forma salvaje
de explotación se relacione con la amable palabra “autónomo”,
sinónimo precisamente de independiente (lo contrario de
“dependiente”), no es casual. “Autónomo dependiente” es un oxímoron,
una unión de dos palabras irreconciliables, como “guardia civil”.
Este recurso oratorio lo conocen bien los poderosos, acostumbrados
como están a hacer malabarismos con términos opuestos. Una
organización de criminales puede dedicarse a robar descaradamente,
esclavizar y matar gente por dinero durante un corto periodo de
tiempo. Pero la única forma de hacerlo impunemente durante siglos,
es haciendo creer a la gente que la organización se dedica a la
creación de riqueza, la defensa de la libertad y la paz. Como
controlan la televisión, ya no necesitan ni ponerle épica al asunto.
La historia del “empleado” que se hace “autónomo dependiente” es el
cuento del esclavo que se emancipa del amo, versionado por un
burócrata.
Adjuntamos a este
artículo, por su posible utilidad en las magistraturas, un anexo con
algunas claves jurídicas para distinguir a “asalariados” de
“autónomos”, “autónomos dependientes” y “asalariados encubiertos”.
Sin embargo, como anarcosindicalistas que somos, no podemos
resistirnos a advertir. a todo aquel que use este anexo. de lo
siguiente: El derecho laboral no es más que un cortafuego de la
presión obrera. En las épocas en que esta presión invade la calle y
los tajos, los políticos retroceden tácticamente, recogiendo algunas
de las reivindicaciones de los trabajadores en la legislación para
sofocar la rebelión. Cuando la presión obrera cede, los políticos
recuperan y avanzan las posiciones, desplegando reformas antiobreras
a la medida de los explotadores. La estrategia del enemigo consiste
en que con este vaivén histórico nos quedemos hipnotizados los
trabajadores, como reformistas mirando a un péndulo. Llegando a la
convicción de que la abolición de la explotación de los
trabajadores no se conseguirá nunca en una magistratura ni una
cámara legislativa, sólo queda una salida coherente para quien la
persigue: la desobediencia, el desacato y la adscripción a
organizaciones que trabajen para la destrucción de los estados, sus
cámaras legislativas, sus ejércitos y sus magistraturas. Dejemos el
respeto y el acatamiento de las leyes para los comisarios políticos
de “educación para la ciudadanía”, los moñas de las tertulias
televisivas y demás vasallos. Y mucha acción directa, compañeros y
compañeras, y mucha astucia para que no caigan multas ni penas.
Un abrazo
anarcosindicalista.
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