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Un poco de historia


 

Las cenizas del Scala: intento del estado de cargarse a la CNT.

Extraído de la Vanguardia

A las 13:15 horas del domingo 15 de enero de 1978, tras una manifestación contra los Pactos de la Moncloa convocada por la CNT en el centro de Barcelona, un grupo de jóvenes anarquistas lanzaba varias botellas incendiarias contra el restaurante espectáculo barcelonés Scala, en la esquina de Consell de Cent y paseo Sant Joan, que ardió como una pira. Las consecuencias de aquel acto, que tuvo una enorme repercusión, fueron la muerte de cuatro trabajadores –Ramón Egea, Juan López, Diego Montoro y Bernabé Bravo-, la destrucción de un local muy popular y el fin de la resurrección de la CNT.

Casi 30 años después, nadie pone en duda el trascendental papel desempeñado por un confidente de la policía, Joaquín Gambín, "el Grillo", que se infiltró en la CNT y dirigió el atentado. Aquellos días, el centro de Barcelona era un hervidero mezcla de radicalismo y de personajes siniestros, que protagonizaban casi a diario duros enfrentamientos con la policía. Gambín, como "el Rubio" o "el Legionario", formaba parte de aquel oscuro submundo entre la delincuencia y la colaboración policial.

El fiscal del caso Scala, que se juzgó en Barcelona en diciembre de 1980, Alejandro del Toro, escribe en "Cuadernos Jurídicos" (noviembre de 1994) que la información extraprocesal que logró sobre Gambín "era estupefaciente". Y añade que "carecía de sentido que un delincuente profesional, casi cincuentón, reclamado por diversos juzgados, hubiera sentido... tales ideologías libertarias, hubiera colaborado con ellos (los presuntos responsables) en conducirles por Barcelona en su SEAT 1430, en enseñarles la fabricación de cócteles molotov y en dirigirlos sabiamente". Pero lo cierto es que a las pocas horas del incendio, sigue escribiendo el fiscal Del Toro, "unos policías de Madrid comunicaron a sus colegas de Barcelona los nombres y señas de los autores, omitiendo cualquier referencia al Grillo. Más claro que el agua". El nombre de Joaquín Gambín aparecería después, en las declaraciones de los detenidos.

El entonces ministro de Gobernación, Rodolfo Martín Villa, presentó la detención del grupo en apenas 24 horas como un triunfo. La policía andaba necesitada de éxitos, temerosa de que la transición conllevara una purga en el cuerpo. Para los dirigentes de la CNT, estaba claro que había sido un complot policial para acabar con la emergente central libertaria. Los condenados, que nunca han aceptado su participación directa en los hechos pero sí en la preparación de los cócteles, se sienten víctimas de manipulación por los servicios secretos.

La vista del caso Scala, en diciembre de 1980, no contó con el testimonio de Martín Villa, solicitado por las defensas (Loperena, Palmés, Krauel y Seguí), ni con la presencia de Gambín, fugado de la prisión de Elx en extrañas circunstancias. A pesar de varias órdenes judiciales de captura, la policía no lograba dar con el Grillo. Pero sí la prensa. Fue el periodista Ferran Sales quien, en plena vista del juicio, dio con el confidente en Rincón de Seca (Murcia) y más tarde, Rafael Cid y Día Herrera lo entrevistaban en "Cambio 16". El comisario José María Escudero, alias ‘Escubi’, era mi jefe directo", declaró. Escudero era un policía de la "cuadra Conesa", un oscuro superagente implicado en diversos trabajos sucios. Gambín cobraba 45.000 pesetas mensuales por sus "trabajos" de infiltración o por constituir el Ejército Revolucionario de Ayuda al Trabajador (ERAT), grupo que practicó varios atracos antes de caer en otra "brillante" operación policial. Por la delación de Scala cobró 100.000.

La sentencia condenó a José Cuevas, Javier Cañadas y Arturo Palma a 17 años de prisión como autores de homicidio involuntario y por fabricar explosivos. Luis Muñoz fue condenado a dos años y seis meses por complicidad y Rosa López, a cinco meses por encubrimiento. Estas penas indignaron a sectores de la extrema derecha por considerarlas demasiado suaves. El recurso presentado por los defensores, por quebrantamiento de forma y denegación de pruebas por la no comparecencia de Martín Villa en la vista, fue rechazado por el Supremo.

La presión sobre la policía por el asunto Gambín se multiplicó a raíz de la vista y de las exigencias, en aquel sentido, del indignado fiscal Del Toro, que desde instancias judiciales conservadores fue acusado de "simpatizar con los anarquistas". El representante del ministerio público se defendió años después escribiendo que, ante "el escándalo judicial" que representaba una vista sin el Grillo, "mi problema fundamental era no cubrir de ridículo mi carrera". Porque "todo estaba cojo y propicio a las más desaforadas imaginaciones".

Gambín siguió escabulléndose. Se hizo pasar por un tío suyo que murió y se organizó su propio entierro en Murcia, al que asistieron, incluso, algunos dirigentes de la CNT que le seguían los pasos. Esta depurada técnica de camuflaje ya la había practicado con ETA y una esquela que logró que publicara "Egin". Finalmente, en diciembre de 1981, el Grillo era detenido, tras un tiroteo, en Valencia. Dijo que se entregó harto de que la Brigada de Información le hubiera abandonado.

La segunda vista por el caso Scala se vio en diciembre de 1983, con un solo acusado: Joaquín Gambín. "La Vanguardia" informó aquel día que "es la primera vez que se juzga en España a un confidente policial". La sentencia le condenó a siete años por concurrencia a manifestación con armas y preparación de explosivos. Las cenizas del incendio se posaron definitivamente.


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Recuperando la memoria histórica contemporánea.
CGT y la falsedad como estrategia.

(Aplicable también a Solidaridad Obrera y todas las escisiones y subescisiones de éstas).

SOV Madrid de CNT-AIT [2-11-2006]

Hay algo mucho peor que servir a los intereses de los explotadores del mundo. Y es no tener el valor suficiente para llamar a las cosas por su nombre, para admitir lo que somos y lo que hacemos, para reconocer el papel que representamos. La vergüenza de intentar aparentar algo mucho más legítimo y honrado de lo que en realidad hacemos. Ese papel lo representa fielmente CGT todos los días, y no hablamos de las personas, sino de la trayectoria consumada y contrastada de esta organización. CGT es el resultado del intento más burdo del poder por destruir la CNT.

Demasiados años llevamos desenmascarando la falacia y desfachatez de los sindicatos de Estado CC.OO., y UGT, de los sindicatos amarillos, corporativos y demás. Ninguno de ellos debería llamarse sindicato ni organización obrera, pues su acción es contraria a los intereses de los trabajadores/as y favorable a la patronal y el estado, enemigos declarados del movimiento obrero. Pero al menos esas organizaciones lucrativas (en definitiva empresas de servicios sindicales) no tienen el cinismo de proclamarse anarcosindicalistas. Es hora de poner las cosas en su sitio.

El intento de aniquilar CNT mediante su “institucionalización” empieza recién llegada la transición. El ministro fascista Martín Villa invita oficialmente al afamado anarquista Abad de Santillán para que "reorganice" la CNT tras dos años de crecimiento confederal. Y seguidamente ofrecen todo tipo de beneficios al sindicato si éste se institucionaliza, se convierte en fiel servidor del sistema, y olvida para siempre su carácter revolucionario. A continuación la estrategia del poder pasa por la máxima infiltración en los Comités de la Confederación, desconociendo que el poder de ésta radica en la capacidad de decisión de sus asambleas, mientras que los Comités son solo instrumentos al servicio de ellas. Uno de los primeros órganos infiltrados será la Comisión Regional de Cataluña. Y su primera manipulación, una campaña junto a UGT, USO y la SOC catalana para establecer un “frente sindical” y frenar a CC.OO.

Pero en todo momento las bases del sindicato echan por tierra los planes reformistas de Martín Villa y sus acólitos infiltrados, como se demuestra en el boicot a las jornadas de movilización convocadas por la COS (Coordinadora de Organizaciones Sindicales) o el tremendo trabajo de solidaridad con la huelga de Roca de Gavá en 1976. Tras ello vino la estrategia policial, de represión y detenciones. Pero la movilización anarcosindicalista no se detiene: el mitin de San Sebastián de los Reyes, la legalización, las Jornadas Libertarias Internacionales de Barcelona, los mítines de Valencia y Montjuich y la huelga de gasolineras en Cataluña son algunos ejemplos de la frenética actividad de relanzamiento que desarrolla CNT en esos momentos.

En 1977 la CNT es la única organización sindical que se niega a firmar los Pactos de la Moncloa, una estrategia para integrar a los sindicatos en el juego político y acabar para siempre con el sindicalismo revolucionario y asambleario. La CNT, fiel a sus principios, rechaza participar de las elecciones sindicales, comités de empresa, subvenciones, liberados y un largo etc. de privilegios que el estado ofreció a todos aquellos que bajaran la cabeza ante el "pacto social", aceptando poner además punto final a la "conciliación" social tras la guerra civil y los 40 años de dictadura. Más tarde, ante la negativa de la CNT a doblar su rodilla, los instrumentos del gobierno (primero UCD y después PSOE) ponen en marcha todos sus recursos para desarticular la CNT a cualquier precio. En 1978 la Brigada Político Social organiza el atentado de la sala Scala e intenta inculpar a la CNT.

La estrategia de infiltrar los Comités no tiene éxito, gracias a la horizontalidad del sindicato. Por eso la siguiente maniobra es organizar reuniones “paralelas” de determinados afiliados de los sindicatos que son absolutamente inorgánicas. Esto provoca la expulsión de muchos afiliados por no respetar los acuerdos y la orgánica de la Confederación. Pero la estrategia del poder ya era evidente: romper la CNT provocando una inevitable escisión.

En este contexto comienza en 1979 en Madrid el V Congreso de la CNT En este congreso, el 90% de los 750 sindicatos federados ratifican los principios, tácticas y fines del anarcosindicalismo. Se rechaza frontalmente todo colaboracionismo con el Estado, los comités de empresa, las subvenciones y todo planteamiento que contradiga los principios básicos de autogestión, acción directa, horizontalidad y apoyo mutuo. Literalmente en el acta del V Congreso se puede leer:
“Las elecciones sindicales suponen la implantación del método parlamentario burgués en el ámbito de la empresa, impuestas por el Gobierno con el apoyo de las centrales sindicales colaboracionistas.”

Durante el Congreso algunos delegados/as continúan con las reuniones “paralelas”, ante la imposibilidad de imponer sus criterios al resto de la organización. Dichos delegados llegaron incluso a falsear los acuerdos de sus sindicatos para lograr su objetivo. De esta forma, tras los acuerdos adoptados, 53 delegados (de un total de 500), el sector reformista, decide abandonar libremente la Confederación con el objeto de poder atacarla desde fuera. Las dudas sobre la transparencia y democraticidad del Congreso no tienen fundamento alguno, pues los delegados “escisionistas” formaron parte de las Comisiones, Mesas y debates de las sesiones. Gozaron de su voto proporcional como cualquier sindicato, e incluso tuvieron su propio candidato a Secretario General. Todo ello no solo está recogido en las actas, sino también en más de cien horas de filmaciones en vídeo.

Los acontecimientos de después hablan por sí solos. Los medios de comunicación burgueses dan total publicidad al grupo escindido. El gobierno les proporciona ayuda administrativa y económica, con lo que pueden celebrar el Congreso de Valencia, donde ratifican su reformismo y rechazan el comunismo libertario. En marzo de 1980 la CNT se reúne en Conferencia de Sindicatos en Barcelona y denuncia el montaje escisionista a la vez que ratifica los acuerdos del V Congreso.

Pero aún quedan en los Comités de CNT elementos que pretenden manipular la organización y dirigirla a su antojo. El Secretario del Comité Nacional José Bondía mantiene una reunión secreta con Alfonso Guerra negociando una auténtica oferta de compra de la CNT. Todo resulta inútil para ellos, pues la horizontalidad de la CNT permite a los sindicatos desarticular todo intento de manipulación jerárquica. Como consecuencia se convoca el Congreso Extraordinario de Torrejón en marzo de 1983 (continuación del VI Congreso de Barcelona), donde de nuevo se ratifican los acuerdos y principios del V Congreso. Tras ello, 26 sindicatos abandonan la Confederación.

Escindidos y expulsados convocan el “Congreso de Reunificación” en 1984. Gracias al dinero recibido del estado, iglesia y demás poderes fácticos (de otra manera hubiera sido imposible, pues era una organización sin recursos), pueden realizarlo en el Palacio de Congresos de Madrid, protegidos por la Policía (que ayuda a revisar las credenciales) ante la concentración que fuera realizan los militantes de CNT. Todo ello está reflejado en un acta notarial que CNT levantó para dejar constancia.

Tras ello vino la pugna por las siglas. No solo abandonaron por su cuenta CNT, sino que pretendieron llevarse con ellos el nombre y la historia del sindicato. La pretensión es tan repugnante que hasta el colectivo de presos libertarios de Carabanchel declaró estar dispuesto a realizar una huelga de hambre hasta la muerte si se intentaba arrebatar a la CNT su identidad. El litigio lo resuelve la despreciable justicia burguesa, proceso al que se llega de la misma forma que cuando se lucha contra un patrón por la readmisión de un trabajador despedido. Pero la CNT nunca hubiera abandonado su identidad aunque hubiera tenido que volver a la clandestinidad.

No pueden existir ya dudas de que la escisión fue protagonizada por una pequeña minoría de la Confederación. No existen dudas de que abandonaron por no aceptar las reglas y acuerdos de la mayoría que deseaba seguir fiel a los principios y finalidades. Desde entonces, llamándose ya CGT, este grupillo aceptó todo el juego político y jerárquico: elecciones sindicales, comités de empresa, subvenciones estatales, cursos de formación, liberados… y todas las prácticas repulsivas que todos los días traicionan a los trabajadores. Hasta hoy ese ha sido su camino.

La anarquía es, entre otras cosas, ausencia de jerarquías. La CGT pretende llamarse anarcosindicalista sin creer en los principios del anarquismo. Los comités de empresa son estructuras jerárquicas, pues unos pocos deciden por muchos otros. Los liberados son privilegiados respecto del resto de trabajadores. Las elecciones sindicales son la misma farsa estatal pero a una escala distinta. Recibir subvenciones significa venderse, pues nadie muerde la mano del que le da de comer. Se le puede dar las vueltas que se quiera, pero todo ello va en contra del anarcosindicalismo. No solo lo decimos nosotros/as; la AIT lo deja muy claro en sus estatutos. Jamás un pseudosindicato como CGT podría entrar en la Internacional Anarcosindicalista.

La desfachatez de esta organización ha llegado al punto de que recientemente han reclamado al Estado la devolución de 114 propiedades de CNT incautadas durante la Guerra Civil y la dictadura. Su vergüenza no tiene límites. Su comportamiento le priva de toda dignidad para teñir de rojo y negro sus emblemas.

La unidad anarcosindicalista es una falacia. Los anarcosindicalistas siempre han estado unidos, pues nunca han tenido miedo a la horizontalidad de las decisiones. Nunca perdimos esa unidad. No puede haber entendimiento posible con quien se vende al estado y al patrón. Quien quiera llamarse anarcosindicalista, que lo ponga en práctica todos los días, y si no, que acepte su papel y condición de ruin servidor del estado.

SINDICATO DE OFICIOS VARIOS DE CNT-AIT MADRID


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La CNT en la transición: una raíz profunda.

Alfredo González Martínez
Juan Pablo Calero Delso

Es un lugar común, incluso en la historiografía más progresista, identificar al Partido Comunista de España como el protagonista de la lucha antifranquista, otorgándole un papel tan destacado que, en ocasiones, parece convertir aquel combate democrático coral en un sencillo monólogo. Esta falsa sinonimia llega al descaro en el caso de la lucha guerrillera, popularmente conocida como el maquis, que se prolongó hasta los primeros años sesenta, a pesar de que el PCE la abandonó antes de que acabase la década de los cuarenta. Por otro lado, las necesidades políticas de la Segunda Restauración, han forzado la búsqueda desesperada de cualquier leve rastro del enfrentamiento con la dictadura de los tantas veces complacientes núcleos monárquicos o han magnificado la débil oposición del socialismo democrático al régimen del general Francisco Franco.

Sin embargo, un espeso manto de silencio ha caído sobre el activismo clandestino del movimiento libertario español al que se tragó la tierra en los años posteriores al final de la Segunda Guerra Mundial. ¿Fue capaz el franquismo de aplastar al potente movimiento libertario, que llevaba décadas sufriendo sin desmayo una persecución tan dura como tenaz? ¿Se mantuvo España al margen del rejuvenecido espíritu anarquista, redescubierto bajo los adoquines parisinos en la primavera de 1968? ¿Fue tan casual como espontáneo el resurgir de la acracia a partir del año 1975?

Es difícil contestar afirmativamente a todas estas preguntas, y sin embargo parece haber un acuerdo unánime entre los historiadores para reconocer la importancia de la CNT en el periodo de la Segunda República y la Guerra Civil, expresada en el Congreso confederal celebrado en Zaragoza en mayo de 1936, y el inesperado resurgimiento del movimiento libertario durante la transición, puesto de manifiesto en los actos convocados en San Sebastián de los Reyes y Montjuich cuarenta años después, mientras se obvia con descaro la actividad de oposición anarquista al franquismo. La razón de este olvido es consecuencia obligada de la costumbre de investigar al movimiento anarquista hispano usando los medios y los métodos empleados tradicionalmente para el estudio de la historia política y social, buceando en archivos oficiales y privados en busca de documentos orgánicos, listas de afiliados y comités o actas de comicios formales. Pero, como esperamos demostrar, no se puede conocer y estudiar a la CNT sin considerar su propia personalidad y sin tener en cuenta su ideología, ejercicio imprescindible en una organización que hace bandera de la coherencia entre principios y fines.

La postguerra
El trágico final de la Guerra Civil, en abril de 1939, fue especialmente doloroso para los militantes anarcosindicalistas, que sufrieron tanto la derrota militar como la destrucción del proceso revolucionario que con tanto entusiasmo habían puesto en pie, en muchas ocasiones en contra de sus ocasionales aliados republicanos, socialistas y comunistas. Por otra parte, desarraigados entre los desterrados, no siempre contaron con la calurosa acogida que algunos países ofrecieron a los que compartían ideas y proyectos con sus gobiernos, como ocurrió con la Unión Soviética para los comunistas.

Por todo ello, los militantes anarcosindicalistas españoles no tuvieron más estrategia que la caída inmediata del régimen franquista, por la que combatieron con una urgencia que a veces fue causa de errores y precipitaciones. Además, sacrificando sus más íntimas convicciones, en muchas ocasiones renunciaron a la actividad sindical para combatir en la guerrilla con las armas en la mano o para colaborar con la acción política de todos aquellos que se oponían a la dictadura del general Franco.

En julio de 1936 la Confederación Nacional del Trabajo era la organización proletaria más numerosa del país. Durante los tres años de Guerra Civil, si bien vio muy mermadas sus filas por la represión sufrida en las zonas que ocupaba el ejército rebelde, también es cierto que de la mano del proceso revolucionario de las Colectivizaciones se alentó el crecimiento de la organización confederal en las zonas que permanecieron bajo control del gobierno republicano, permitiendo la implantación del movimiento libertario más allá de sus tradicionales zonas de influencia.

Al finalizar la Guerra Civil, y a pesar de una feroz persecución que había diezmado sus filas y de la derrota que había condenado al exilio a muchos de sus mejores afiliados, la CNT se reorganizó clandestinamente en el interior del país desde el primer momento. Los militantes anarcosindicalistas decidieron sostener un sindicato clandestino, por lo que lentamente reconstruyeron los sindicatos, regularizaron las cotizaciones, constituyeron los comités y coordinaron sus actividades. Como explica Ángel Herrerín, “Su labor se inició desde los mismos campos de concentración donde fueron ingresados los luchadores antifascistas, y su ritmo de reorganización sólo puede ser comparable a la velocidad con la que la policía franquista lograba desmantelar los diferentes órganos representativos confederales”

A partir de 1943, con las primeras derrotas de las potencias del Eje en la Segunda Guerra Mundial, la actividad sindical de los militantes de la CNT se incrementó notablemente, ante la perspectiva de una próxima capitulación de Alemania y de sus aliados militares, que parecía anticipar un próximo final para la dictadura española. Además, en buena parte como reflejo de este nuevo contexto internacional, a mediados de la década de los años 40 fueron saliendo de las cárceles muchos de los militantes libertarios más activos y conscientes, reforzándose extraordinariamente la red sindical clandestina.

En el mes de julio de 1945 la CNT fue capaz de organizar en el pueblo madrileño de Carabaña un Pleno Nacional de Regionales, su máximo órgano de coordinación, al que asistieron delegados de Andalucía, Norte, Galicia, Centro, Levante, Cataluña y Aragón, que representaban a unos treinta mil afiliados. Allí se eligió un nuevo Comité Nacional, el octavo desde el final de la Guerra Civil, y se marcaron las líneas generales de la actuación de la central anarcosindicalista.

En los meses posteriores al Pleno de Carabaña, la CNT relanzó su actividad y reforzó sus filas, en unos momentos especialmente difíciles, cuando la simple cotización a un sindicato confederal todavía podía acarrear fuertes condenas de cárcel. Ángel Herrerín cifra en más de cincuenta mil el número de afiliados en 1947 y una cifra muy similar se mantuvo hasta el final de esa década.

La reorganización de los sindicatos confederales no tenía como finalidad la mejora de las condiciones de vida y de trabajo de la clase obrera, a pesar de ser especialmente penosas, pues su principal objetivo era la caída de la dictadura. En un evidente ejercicio de posibilismo, que contrasta con su imagen de intransigencia revolucionaria, la CNT participó en las conspiraciones políticas que se produjeron en ese período. Cabe destacar su intervención en la Alianza Nacional de Fuerzas Democráticas, un frente amplio en el que también colaboraban los monárquicos, que fue causa de una amarga ruptura del movimiento libertario.

Simultáneamente, numerosos militantes confederales desarrollaban una intensa actividad guerrillera. Huidos desde los primeros días de la Guerra Civil, refugiados en el monte que escapaban de la represión y miembros de la Resistencia antifascista, que tras su victoria en la Segunda Guerra Mundial volvieron a su país a continuar el combate, fueron muchos los cenetistas que lucharon en el maquis durante más de veinte años, una oposición armada muy pronto abandonada por socialistas y comunistas.

La travesía del desierto.
Al comenzar los años sesenta las organizaciones del movimiento libertario estaban diezmadas y agotadas. La represión, que con tanta crueldad se había ensañado con los militantes anarcosindicalistas, la acuciante falta de medios, en una organización que no tenía el apoyo de Estados afines o de poderosas alianzas internacionales, y el fracaso de la resistencia antifranquista, tanto en el plano político como en el militar, hicieron mella en el ánimo de los cenetistas. Frente al derrotismo de tantos afiliados, algunos militantes decidieron continuar su combate contra el régimen franquista sin perder de vista la realidad del país, por lo que decidieron cambiar de táctica: mantuvieron la lucha clandestina, pero no intentaron dotarse de una estructura sindical homogénea y centralizada. La represión obligó a la central anarcosindicalista a abandonar su tradicional organización interna, propia de un sindicato, y dotarse de un funcionamiento típicamente anarquista, como son los grupos de afinidad.

El grupo de afinidad es la organización básica y genuina del movimiento anarquista. Es un conjunto pequeño de militantes, normalmente entre cuatro y diez, que trabajan unidos y se conocen. En el grupo no se da la figura del “simple afiliado” o del simpatizante; los componentes de un grupo son todos militantes, y se mantienen dentro de su estructura mientras sigan siéndolo. El grupo de afinidad tiene una vaga inspiración en las sociedades conspirativas decimonónicas.

Cuando en 1864 se creó la Asociación Internacional de los Trabajadores (AIT), Mijail Bakunin, el gran teórico del anarquismo, ya había fundado la Alianza para la Democracia Socialista (ADS), organización internacional conspirativa libertaria que muy pronto se integró en la AIT. Para Bakunin resultaban seguras y eficaces las agrupaciones secretas formadas por personas convencidas y de absoluta confianza, que en determinados momentos favorables pudieran ponerse a la cabeza de los acontecimientos, pero sólo para inspirar y esclarecer, pues la revolución sólo la hace el pueblo. Con este espíritu se había creado la ADS; su programa era en apariencia coincidente con el de la AIT y, de hecho, muchas secciones europeas de la Internacional estaban creadas y animadas por miembros de la ADS, como fue el caso de España.

Cuando las diferencias ideológicas hicieron imposible la convivencia en el seno de la AIT de los sectores anarquista y marxista, se produjo la ruptura de la Primera Internacional. Para entonces, la ADS, sin haberse disuelto de facto, estaba en gran medida diluida dentro de las distintas secciones de la Internacional obrera. En 1872 localidad suiza de Saint-Imier acogió el primer congreso de la nueva,Internacional libertaria. Se consumaba así la escisión en el movimiento obrero.

La represión de los distintos gobiernos contra las secciones internacionalistas libertarias hizo casi imposible que pudiesen desarrollar una actuación abierta, por lo que sus militantes volvieron a organizarse en núcleos secretos. Surgieron entonces los grupos de afinidad, con una clara diferencia de la práctica anterior: se constituyeron por afinidades personales, de ahí su nombre, y no por centros de trabajo o, necesariamente, de localidad de residencia. Los grupos, como ya dijimos, son pequeños y todos los miembros se conocen entre sí, de manera que la infiltración policial es poco menos que imposible. El inconveniente de esta afinidad es que cuando uno de sus miembros es detenido, si sucumbe a las torturas policiales, puede llegar a proporcionar mucha información. Los grupos de afinidad siempre cuentan a su alrededor con cierto número de simpatizantes, gente con una ideología afín pero que no desarrolla una militancia constante. Estos simpatizantes van a ser fundamentales para la realización de las tareas del grupo; por ejemplo, la publicación de un periódico es primordial en la acción de los grupos, y los simpatizantes ayudarán a su distribución.

Los principales objetivos de los grupos de afinidad son propagar la ideología anarquista, la agitación popular y la consiguiente organización de revueltas y motines, aparte de, en momentos de permisividad legal, la creación de centros culturales, sociedades obreras y todo aquello que suponga un paso adelante en la emancipación delas clases trabajadoras. Por otro lado, los grupos mantienen relaciones entre sí para extender su acción o, las más de las veces, para ejercer la solidaridad con los represaliados, organizar las fugas de sus presos, etc.

En España los grupos de afinidad surgieron a partir de 1874, con la ilegalización de la sección nacional de la Primera Internacional, y su número y actividad se incrementó a partir del año 1888, cuando los anarquistas hispanos decidieron disolver su organización sindical: la Federación de Trabajadores de la Región Española (FTRE). Sin embargo, la coordinación de estos grupos de afinidad ácratas fue decisiva en la formación y sostenimiento de numerosas sociedades obreras, cuya convergencia daría como resultado la fundación en 1910 de la Confederación Nacional del Trabajo (CNT).

A partir de ese momento, el peso de la lucha social en España lo llevaron las diferentes federaciones y sindicatos de la CNT, si bien los grupos de afinidad anarquista no se disolvieron, pues siguieron desarrollando una intensa actividad social que no era estrictamente laboral, publicando periódicos y revistas y creando centros educativos, como los ateneos libertarios y las escuelas racionalistas. También tuvieron una coordinación estable de ámbito nacional que, desde el Congreso de Amsterdam de 1907, fue también internacional.

Por eso, cuando a partir de los años sesenta del siglo pasado, la organización del movimiento libertario había sido destrozada por la represión, y no tenía muchas posibilidades a corto plazo de crecimiento ni de estructuración, con la mayoría de la militancia veterana sin posibilidades de incidencia en el medio obrero, resurgió la necesidad de organizarse de nuevo en pequeños grupos de afinidad con el doble fin de mantener mínimamente la estructura orgánica y ser más impermeables a la infiltración policial. Se crearon grupos en todas las localidades donde quedaban militantes. Las actividades de estos grupos iban desde el apoyo mutuo, tan necesario a la hora de encontrar trabajo o vivienda en la sociedad del momento, hasta la edición de propaganda. La organización obrera (CNT) y los grupos anarquistas (FAI) tuvieron trayectorias paralelas con constantes coincidencias, llegándose a la total fusión de ambas modalidades organizativas al final de la Guerra Civil, por lo que los nuevos grupos de afinidad representaban por igual a todas las formas orgánicas del movimiento libertario español.

En las áreas más castigadas por la represión franquista, como era el caso de las provincias en las que desde el primer momento había triunfado el golpe militar, la militancia libertaria fue masacrada con más intensidad que en otras zonas, por lo que pocos militantes pudieron formar grupos. Salamanca, Vigo, Zamora, Valladolid, Santander o Palencia son ciudades en la que se mantuvieron grupos de afinidad con escasa actividad; se limitaban a reunirse periódicamente para comentar la situación política e intercambiar noticias, organizaban una comida para celebrar el Primero de Mayo y recibían la prensa libertaria editada en el exilio pero ni publicaban ni apenas difundían propaganda.
Según el testimonio de José Domínguez, anarquista de Carmona, hacia el año 1962 se celebró una reunión en la campiña sevillana de los militantes de Andalucía occidental que se encontraban en libertad. Se decidió dejar de hacer afiliaciones y mantener las mínimas relaciones orgánicas, de hecho, dejaron de actuar en nombre de la CNT y se constituyeron en grupos de afinidad. Prácticamente la única actividad que tuvieron en común fue el apoyo a los presos. Paradójicamente, tuvieron más relaciones con los viejos militantes andaluces emigrados a Cataluña y el País Vasco que con los que se quedaron en la región.

Muy similar era la situación en la regional de Levante, que englobaba a las provincias de Castellón, Valencia, Alicante y Murcia. En septiembre de 1965, la CNT del exilio emitió en Francia un informe sobre la situación del movimiento confederal en el interior de España en el que, entre otras cosas, señala que en la regional levantina “se venían manteniendo relaciones muy superficiales a causa de la psicología especial de la mayoría de los militantes, que sustentaban el criterio de que todo esfuerzo era inútil porque la solución vendría por sí misma. Mantenían la convicción de que era vano todo sacrificio, porque la CNT renacería espontáneamente en el instante en que la democratización irreversible del país se hiciera patente. Lo prudente, según ellos, era mantener en la reserva la militancia que nos queda para que en dicho momento sumaran todos los esfuerzos en la reconstrucción de las instituciones obreras”.

La intención del informe era despistar a la policía franquista, que se sospechaba que acabaría conociendo este texto, sobre lo que de verdad estaba ocurriendo en Levante: se habían roto las relaciones orgánicas entre la militancia porque se había optado por organizarse en grupos de afinidad. Era una región con fuerte implantación de la CNT, con sindicatos en cerca del cincuenta por ciento de los pueblos y, por supuesto, en todas las capitales de provincia. La reorganización en grupos de afinidad permitió, una vez muerto Franco, la inmediata creación de sindicatos de la CNT en muchísimos pueblos, sobre todo en las provincias de Castellón y Valencia.

En el área metropolitana de Barcelona la militancia confederal se vio reforzada por la emigración andaluza, pero los recién llegados no tenían posibilidades reales de actuación sindical, pues se trataba de militantes conocidos por la policía, que vigilaba de cerca sus pasos, por lo que debieron juntarse en grupos de afinidad atendiendo a sus localidades de procedencia. No tuvieron mucha relación con los compañeros catalanes, cuyos sindicatos clandestinos estaban atravesando malos momentos en cuanto a afiliación; pronto imitaron el ejemplo de las demás regiones y se constituyeron grupos de afinidad en toda Cataluña. La cercanía de la frontera permitió que las relaciones con los exiliados siguieran siendo fluidas; además, la casi inexistente relación de estos grupos entre sí hizo disminuir mucho el número de detenciones.

En Asturias, Rioja y País Vasco también la militancia creó grupos de afinidad. Algunos de ellos estuvieron implicados en el proceso de creación de Comisiones Obreras (CC.OO.), aunque muy pronto abandonaron esta organización, ante su creciente burocratización y el dirigismo ejercido por el Partido Comunista. En Extremadura y en Castilla la Nueva (Talavera, Cuenca, Puertollano, Guadalajara) se mantuvieron algunos grupos que, aunque en modo alguno se insertaron en las nuevas luchas sociales, sirvieron de referencia para toda una generación que buscaba una alternativa diferente a la que ofrecían las organizaciones marxistas y las cristianas.

En Madrid se creó el Grupo Anselmo Lorenzo, que nació con la idea de ser el germen de la reconstrucción de la CNT cuando las circunstancias lo permitiesen; de momento se dedicaron a estudiar la situación socio-laboral, editando algunos interesantes documentos, entre los que cabe destacar Problemas presentes y futuros del Sindicalismo Revolucionario en España, editado en 1969, y Cuestiones del sindicalismo: La Ley Sindical y las elecciones sindicales, que vio la luz en 1971. Simultáneamente, se mantuvieron otros muchos grupos de afinidad en la capital española. Uno de ellos, fue constituido por militantes que llevaban pocos meses en libertad tras soportar largas condenas, entre 15 y 20 años, y que volvieron a ser rápidamente detenidos, aunque no arrastraron a nadie más en su caída. Su proceso fue el primero del recién creado Tribunal de Orden Público y todos los encausados eran veteranos de los comités clandestinos de la CNT: Lázaro Arjona, Miguel Flores, Fidel Gorrón, Juan Martínez, Emiliano Mier...

Así pues, aparentemente desmantelada la CNT, el movimiento libertario siguió vivo y activo durante los últimos años del franquismo gracias a los numerosos grupos de afinidad que se extendían por toda la geografía nacional. El fenómeno del cincopuntismo es la mejor prueba no sólo de la pujanza del nuevo movimiento obrero, básicamente articulado en torno a las Comisiones Obreras, sino también de la fuerza de un movimiento libertario al que desde el poder aún se le consideraba con fuerza para modificar el panorama sindical español del momento.

Desde el sindicalismo vertical franquista se tentó a un puñado de viejos militantes cenetistas de prestigio a los que se les ofreció la posibilidad de influir en la Confederación Nacional de Sindicatos (CNS), la central sindical del régimen, integrándose en el seno de unos renovados sindicatos. La burda maniobra no tenía más objetivo que utilizar el prestigio de la CNT para combatir al nuevo sindicalismo animado por las jóvenes generaciones obreras que estaba poniendo en jaque el modelo franquista de relaciones laborales. El señuelo era un sindicalismo políticamente neutro y el anticomunismo heredero de los sucesos del mes de mayo de 1937, pero sólo unos pocos afiliados picaron el anzuelo: Lorenzo Iñigo, Francisco Royano, Saturnino Carot, Sebastián Clavo, Florian Calle, Ramón Álvarez.... En el verano de 1965 firmaron unos acuerdos con los representantes de la CNS que fueron desautorizados por la práctica totalidad de la militancia anarcosindicalista, tanto del interior como del exilio.

Fracasado su desembarco en el sindicalismo vertical franquista, al ponerse en evidencia su falta de representatividad, aislados del conjunto del movimiento libertario y desbordados por los acontecimientos nacionales, los cincopuntistas continuaron a pesar de todo con sus actividades y mantuvieron una cierta coordinación entre sus dispersos y escasos seguidores. En los últimos meses del franquismo fueron de nuevo utilizados por el entonces gobernador civil de Barcelona, Rodolfo Martín Villa, y el Delegado Provincial de la CNS en la capital catalana, José María Socias Humbert, cosechando un fracaso similar.

Pero la prolongada represión franquista no sólo forzó a los grupos clandestinos de la CNT a enmascarar su actividad, impidiéndoles dotarse de una estructura sindical centralizada, también dificultó el ingreso en la organización confederal de las nuevas generaciones anarquistas. Muchos jóvenes fueron conmovidos por la experiencia libertaria vivida en París en mayo de 1968, cuyos ecos llegaron a una España que estaba viviendo un proceso de creciente radicalización política. Aislados e inconexos, estos jóvenes formaron nuevos núcleos disgregados de la red libertaria clandestina.

En algunos de ellos militaban antiguos afiliados cenetistas. Era el caso de una corriente que fue denominada “humanista” que tenía como principal polo de atracción a Félix Carrasquer, un destacado dirigente anarcosindicalista que había sido miembro del Comité Nacional de la CNT desmantelado en el mes de noviembre de 1947, a pesar de que era ciego y precisaba de la compañía de un lazarillo. En esta corriente se incluían los llamados Grupos de Solidaridad, que estaban presentes en Madrid, Barcelona y, sobre todo, Valencia. Uno de sus militantes más destacados era el madrileño Carlos Ramos, que jugó un importante papel en el proceso escisionista de la CNT.

Incluso en ámbitos tradicionalmente alejados de la ideología anarquista se fueron formando grupos con una ideología más o menos vagamente anarcosindicalista. El proyecto de renovación experimentado por la Iglesia Católica a partir del Concilio Vaticano II hizo posible la apertura política hacia la izquierda de los sectores confesionales con más inquietudes sociales, encorsetados hasta ese momento por la llamada Doctrina Social de la Iglesia. Mucho se debatió, desde una y otra orilla, sobre la confluencia de cristianos y marxistas, pero muy poco se conoce sobre las relaciones entre anarquismo y cristianismo.

El mejor representante de esta corriente de opinión que pretendía conjugar la ideología libertaria con la espiritualidad cristiana fue Carlos Díaz, un joven profesor de Filosofía, que publicó en esos años numerosos artículos sobre anarquismo11. Pero no fue el único, otros autores como Heleno Saña, que había nacido en el seno de una familia de tradición cenetista, también ofrecían una visión mística del anarquismo. En torno a estas ideas se fue formando una pléyade de grupos anarquistas cohesionados por el “elemento cristiano, utilizando categorías, esquemas, estrategias de indudable corte marxista, encubiertos por lenguaje libertario como simple imagen epidérmica, superficial y formal”.

Uno de estos grupos cristianos atraídos por la ideología libertaria que se mostraban más activos animaba en Bilbao y Madrid la editorial ZYX. Mantuvieron contactos frecuentes con algunos destacados militantes anarcosindicalistas, como Juan Gómez Casas, y en los últimos años del franquismo editaron varios libros sobre temática anarquista, entre los que merece la pena destacar una breve biografía de Mijail Bakunin publicada en 1966 y firmada por Carlos López Cortezo. A pesar de que sostienen que “en los últimos 60 años los cristianos han editado más publicaciones libertarias que todos los grupos anarquistas juntos”14, las sucesivas ediciones de ZYX, lejos de revelar la sintonía entre anarquistas y cristianos, mostraban la permisividad del régimen franquista para con la Iglesia Católica, auténtico poder fáctico bajo cuyo paraguas se refugió el colectivo que animaba este proyecto editorial para publicar obras que nunca hubiesen podido salir a la calle si hubiesen sido escritas, impresas o distribuidas por militantes anarquistas.

EL grupo de ZYX no fue el único. Del seno de Vanguardia Obrera Social y Vanguardia Obrera Juvenil, las organizaciones del catolicismo social impulsadas por los jesuitas, nació en 1962 una nueva organización denominada Acción Sindical de Trabajadores que, en 1970, decidió “convertirse en una organización política del proletariado [lo que exigía] adoptar la ideología científica que es el marxismo-leninismo, y elaborar una Línea Política que, ajustada a las condiciones concretas, sea guía para dirigir y organizar la lucha de clases del proletariado”, propuesta que no fue asumida por “los anarco-sindicalistas (empeñados en anclar el desarrollo de la conciencia de clase no más allá de la lucha económica) y los políticos pequeño-burgueses trosquistas (empeñados en imponer sus propios prejuicios ideológicos reaccionarios a la clase obrera) [que] formarían un bloque para que la Organización Revolucionaria de Trabajadores se cerrara el paso a su conversión en organización marxista-leninista. No conseguirán sus propósitos y a mediados de 1971 se separarán de la Organización. Ésta, salvado este obstáculo, emprende una marcha ininterrumpida hacia el marxismo-leninismo”. Purgados estos grupos despectivamente calificados como anarcosindicalistas, presentes hasta entonces en el seno de la AST, la mayoría de sus afiliados adoptó las posiciones más intransigentes del marxismo, en la línea de Josif Stalin y Mao Zedong.

Al margen de cualquier otra asociación o tendencia, a partir de los primeros años de la década de los 70 fueron surgiendo al calor de las cada día más numerosas luchas obreras una serie de grupos de fábrica o taller con una marcada ideología libertaria que se mostraban bastante cohesionados, aunque carecían de cualquier estructura organizativa. Se denominaban Grupos Autónomos y llegaron a tener cierta fuerza en algunos ámbitos, como por ejemplo en las empresas metalúrgicas del cinturón industrial de Madrid. Arribaron al anarquismo de forma autodidacta, sin ningún contacto con los militantes veteranos, y su proceso de maduración ideológica fue fruto de su particular experiencia cotidiana en las luchas obreras, por lo que estos grupos se caracterizaron por su fuerte crítica a las formas burocráticas y reformistas de Comisiones Obreras y de los partidos marxistas, especialmente del PCE.

En los últimos años del franquismo la Universidad se convirtió en la punta de lanza de la agitación opositora y en un ámbito abierto para el ejercicio de las libertades públicas. Por eso mismo, con mayor fuerza si cabe que en el mundo laboral, los planteamientos libertarios empezaron a cuajar entre los estudiantes, en buena parte bajo la influencia directa de la revuelta del mayo del 68 parisino. En numerosas localidades de todo el país se crearon espontáneamente grupos de afinidad de jóvenes anarquistas, tanto en Institutos y Universidades, como veremos más adelante que ocurrió en Zaragoza, como en los barrios, como sucedió en Madrid, donde incluso llegaron a estructurarse territorialmente en la llamada Federación Anarquista de Barrios (FAB), un ámbito de actividad política por entonces animado por las Asociaciones de Vecinos.

La reconstrucción
Aunque fuese lentamente, a partir de 1973 todos estos grupos comenzaron a coordinarse para reconstruir las estructuras sindicales de la CNT cuando llegase el esperado colapso del régimen franquista, que a esas alturas todos veían inminente. Así por ejemplo, en Madrid los Grupos Autónomos empezaron a tomar contacto con los veteranos; el Grupo Anselmo Lorenzo tuvo un papel esencial en este acercamiento.
(15 Editorial de En Lucha, 28 de abril de 1974.)
(16 Ver los dos tomos del Colectivo Estatal Autonomía Obrera, Luchas autónomas en la Transición democrática. Editorial Zero, Madrid, 1977.)

Según los testimonios de Leandro Quevedo y Vicente Díaz, en octubre de 1975, cuando tan sólo faltaba un mes para la muerte del general Franco, se aprovechó el entierro en Madrid de la madre de Vicente Díaz, una antigua y conocida militante libertaria, para hacer una asamblea de militantes anarcosindicalistas en el propio cementerio, libre de cualquier presencia policial, que puede considerarse el pistoletazo de salida de la reconstrucción de la CNT; allí mismo se decidió disolver los grupos de afinidad y volver a estructurarse por sindicatos de oficio. Al sepelio asistieron militantes cenetistas de otras ciudades que, a la vuelta a sus lugares de residencia, plantearon hacer lo mismo a sus respectivos grupos. Como reconoce uno de los protagonistas, “la militancia veterana, dispersa prácticamente tras el apagón de los años cincuenta debido a la enorme represión realizada por el franquismo sobre la organización confederal, empieza a reagruparse”.

A partir de la muerte del dictador, la reconstrucción de la Confederación Nacional del Trabajo se aceleró. En diciembre de 1975 se celebró en Madrid una asamblea, a la que asistieron más de doscientas personas, en la que se decidió reconstruir la organización anarcosindicalista y se nombró un nuevo Comité Regional de Centro que, provisionalmente, funcionaría como Comité Nacional hasta que pudiese celebrarse un Pleno Nacional de Regionales.

En muy poco tiempo se restablecieron las relaciones con todos los grupos de afinidad que, repartidos por toda la geografía nacional, se habían mantenido más o menos activos en los últimos años, aunque mientras tanto habían muerto bastantes de los veteranos militantes libertarios. Los grupos de afinidad, nacidos para evitar la represión policial, se convirtieron automáticamente en Sindicatos de Ramo o de Oficios Varios. En enero de 1976 se celebró un Pleno Nacional de Regionales de la CNT, en el que se dio por reconstruida la Confederación y, entre otras cosas, se expuso que “convencidos los trabajadores de que debemos luchar en sindicatos libres e independientes de los partidos, como único medio para alcanzar la verdadera revolución social, proponemos:
-la solidaridad y respeto absoluto del hombre;
-la participación directa en la actuación y en la lucha;
-rechazo del liderismo y de la burocracia en los sindicatos;
(Juan Gómez Casas, El relanzamiento de la CNT. 1975-1979. Editorial CNT, Madrid, 1984.)
-independencia económica de los sindicatos respecto de cualquier partido o Estado;
-derecho a la objeción de conciencia;
-abolición de la pena de muerte y métodos represivos;
-eliminación del paro obrero y nivelación de sueldos con respecto al nivel de vida;
-abolición de la duplicidad de empleos fijos y eventuales, así como del trabajo a destajo, primas y horas extras;
-una educación racional e integral sin discriminación alguna.

La Confederación Nacional del Trabajo (CNT) considera que la presión revolucionaria de las conquistas reivindicativas de la clase obrera en rebeldía contra los sistemas de explotación y opresión, debe manifestarse permanentemente con una dinámica de lucha creciente, cada vez más radical, apoyándose siempre en la clase trabajadora, promoviendo su concurso y acción directa”.

Al mes siguiente, en la ciudad de Barcelona, cuna de la CNT, se reunieron más de seiscientos militantes que eligieron un Comité Regional de Cataluña, y encuentros similares se celebraron en Asturias, Andalucía o Valencia. En los tres meses posteriores a la muerte del general Franco, el proceso de reconstrucción de los sindicatos confederales y la coordinación entre los diferentes núcleos locales para vertebrar de nuevo toda la estructura orgánica cenetista, era ya una realidad indiscutible. Al final de esta etapa, salieron a la luz incluso los grupos de afinidad que se habían ido constituyendo en las décadas precedentes en muchas pequeñas ciudades de provincias, como Cuenca o Guadalajara, permitiendo un rápido resurgir de la CNT.

La ciudad de Zaragoza, uno de los bastiones anarcosindicalistas antes de la Guerra Civil, nos ofrece un caso paradigmático de la reconstrucción de la organización confederal. En los primeros meses de 1975 “un grupo no pequeño, pero tampoco numeroso, de compañeros libertarios” se reunieron clandestinamente en la denominada I Asamblea Anarquista de Zaragoza, con el objetivo de “clarificarnos y preparar las bases que condugese (sic) a una reaparición real de los libertarios y de sus alternativas”. La vieja militancia confederal había sido duramente reprimida a lo largo del franquismo, por lo que esta reconstrucción descansaba principalmente sobre los jóvenes militantes ácratas organizados en diferentes ámbitos, entre los que destacaban los Grupos Autónomos formados por estudiantes de la Universidad de Zaragoza, que llegaron a editar su propio boletín, "Prohibido prohibir", desde finales de 1974 hasta la primavera de 1975. Nació de esta Asamblea la decisión de los diversos grupos e individualidades asistentes de realizar una acción mancomunada tanto en el plano de formación teórica como de actividad propagandística. Se dedicó especial atención a la presencia anarquista en las luchas de la clase obrera de Zaragoza, fuesen de ámbito empresarial (Gaysa, Montañés o Vicente Garcés) o sectorial (Metal y Construcción).

Con la experiencia adquirida y a la vista de las nuevas posibilidades surgidas tras la muerte del general Franco, se convocó en la primavera de 1976 la II Asamblea Anarquista de Zaragoza, en la que se tomó la decisión de reconstruir la Federación Regional del Valle del Ebro de la CNT: se asumía que “es evidente que el movimiento antiautoritario de Zaragoza y región han dado un paso de cuyas implicaciones somos todos conscientes”. En el mes de junio de 1976 veía la luz el número 6 de la publicación Acción Libertaria, que ya reclamaba desde la cabecera su nueva condición de portavoz de esta reconstruida Federación Regional. En su número 10, publicado en el mes de septiembre de ese mismo año, se informaba de la celebración de un Pleno de la Federación Local de Zaragoza de la CNT a la que habían asistido más de dos centenares de afiliados; con razón pudo escribirse en las calles de la capital aragonesa aquella célebre pintada: “Animo abuelos, que ya volvemos”.

Como vemos, tanto los grupos de afinidad anarcosindicalistas, formados por los veteranos militantes cenetistas, como los nuevos grupos de diferentes tendencias y procedencias, nutridos sobre todo por jóvenes ácratas, convergieron en la CNT a lo largo de esos primeros meses de 1976; prácticamente nadie quedó excluido de este proceso. Por ejemplo, en Madrid, la FAB se debatía entre continuar como agrupación específicamente anarquista, siguiendo el modelo de la Federación Anarquista Ibérica (FAI), o disolverse en la estructura de la naciente CNT o entrar en Comisiones Obreras para hacerlas avanzar hacia planteamientos libertarios. Finalmente, aconsejados por el Grupo Anselmo Lorenzo, decidieron ingresar en la CNT y disolver la FAB. En esa misma asamblea se creó el Movimiento Autogestionario de Barrios para incidir en el ámbito ciudadano, pero este acuerdo nunca se llegó a hacer realidad porque el trabajo de reconstrucción cenetista acaparó todas las tareas militantes.

El proceso de reconstrucción puede darse por definitivamente concluido el 25 de julio de 1976. con la celebración del segundo Pleno Nacional de Regionales después de la muerte del general Franco; a él asistieron delegaciones de Andalucía, Asturias, Cataluña, Centro, Euskadi y País Valenciano. Se eligió el primer Comité Nacional regular de la CNT, se acordó dotarse de un carnet confederal y se estableció una cotización mínima, además de aprobarse la publicación de un boletín informativo y de una revista que fuese el portavoz oficioso de la Confederación, aunque estos dos acuerdos nunca se llevaron a la práctica.

El 27 de marzo de 1977 se autorizó la celebración de un mitin de la CNT en la Plaza de Toros de San Sebastián de los Reyes que supuso la primera salida a la luz pública del movimiento libertario después de que ese mismo mes fuesen legalizadas las diferentes centrales sindicales, tras cuarenta años de forzosa clandestinidad. La masiva asistencia al acto de San Sebastián de los Reyes sorprendió a propios y extraños; nadie ni dentro ni fuera de la CNT esperaba que varias decenas de miles de personas acudiesen al llamamiento realizado por una antaño potente organización a la que muchos daban por muerta. El 2 de julio de ese mismo año, más de ciento cincuenta mil personas asistían a un mitin cenetista en Montjuich, mostrando la pujanza del movimiento libertario en Barcelona, la antigua Rosa de Fuego.

Detrás de estos éxitos se encontraba la fructífera reconstrucción de la central anarcosindicalista. En el mes de abril de 1977 se celebró una reunión Plenaria del Comité Nacional a la que asistieron las distintas Confederaciones Regionales que agrupaban a 176 Federaciones Locales: 50 en Andalucía, 42 en Cataluña, 30 en el País Valenciano, 13 en las provincias de Murcia y Albacete, 12 en Aragón y Rioja, 8 en la zona Centro, 7 en Euskadi, 4 en Cantabria y otras 4 en Extremadura, 3 en Galicia y el mismo número en Canarias, además de las existentes en Asturias y León que no ofrecieron datos concretos.

En el mes de septiembre de 1977 el proceso de Transición democrática parecía haber superado un punto de inflexión, después de la concesión de una amnistía casi total, de la legalización de casi todos los partidos políticos y sindicatos obreros y de la celebración de las primeras elecciones democráticas. En ese momento, la CNT tenía más de 50.000 afiliados organizados en 13 Confederaciones Regionales y más de 250 Federaciones Locales; solamente en Cataluña se hablaba de 8 Federaciones Comarcales y 70 Federaciones Locales, con más de 300 sindicatos formalmente constituidos y una cifra que se aproximaba a los 70.000 cotizantes. La reconstrucción de la Confederación Nacional del Trabajo era un éxito.

La escisión
Este importante crecimiento orgánico no pudo darse sin practicar una estrategia generosa de puertas abiertas que acogía por igual a todos los grupos e individualidades que se reclamaban a sí mismos como libertarios y que aseguraban identificarse con los postulados tradicionales de la CNT. A nadie se le excluyó en este proceso de reconstrucción anarcosindicalista, ni a ninguna de las tendencias en que se había dividido el exilio confederal, ni a los cincopuntistas que acudieron de nuevo a las filas cenetistas.

Junto a estos grupos, en la renacida Confederación Nacional del Trabajo se integraron colectivos muy heterogéneos: GOA, Autonomía Obrera, Liberación, Movimiento Comunista Libertario... Entre ellos merece la pena resaltar la entrada de núcleos marxistas heterodoxos, que buscaban en las raíces históricas del marxismo respuestas a la compleja situación que vivían los países de la órbita soviética, y que habían sido puestos de manifiesto por los acontecimientos de la llamada Primavera de Praga. Grupos partidarios de la formación de Consejos Obreros, popularmente llamados consejistas, seguidores de Rosa Luxemburgo, núcleos del resurgido Partido Obrero de Unificación Marxista (POUM) y otras distintas heterodoxias del marxismo nutrieron en un primer momento las filas de los sindicatos de la CNT.

Algunos de estos colectivos abandonaron muy pronto la organización confederal. Es el caso de la tendencia anarco-nacionalista presente en Euskadi, articulada en torno a la revista Askatasuna y encabezada por Mikel Orrantia, autor de un libro titulado Por una alternativa libertaria y global, que salieron de la CNT cuando vieron frustrado su proyecto de constituir una organización sindical específica para Euskadi que además debía ser reconocida como sección nacional por la AIT. Igual situación se dio en Cataluña con buena parte de los Grupos Autónomos, que abandonaron la CNT antes de 1979 para dar vida a una nueva organización sindical, los Colectivos Autónomos de Trabajadores, presentes en aquellos momentos en sectores laborales tan dispares como los astilleros gaditanos o los funcionarios de Cataluña.

Perdida la cultura tradicional libertaria, interrumpida la herencia histórica de la Primera Internacional y huérfana del necesario debate de decantación ideológica, la CNT decidió clarificar con calma y sosiego su situación convocando un Congreso, el quinto de los celebrados hasta esa fecha, que se realizó del 8 al 16 de diciembre de 1979 en Madrid, y más concretamente en su Casa de Campo, cuarenta y tres años después del anterior. Ya desde el período precongresual se habían empezado a decantar las diferentes tendencias que habían convergido en el sindicato.

En Barcelona fueron expulsados del Sindicato de la Construcción los miembros de los autodenominados Grupos de Afinidad Anarcosindicalista, que nada tenían que ver con los grupos de afinidad creados en los años 60, por su práctica sindical reformista y, sobre todo, por constituir una organización paralela dentro de la CNT. Al poco tiempo, cerca de ochenta militantes se van del Sindicato de Artes Gráficas de la misma ciudad. En Madrid se intentó desfederar al Sindicato de Enseñanza en solidaridad con los expulsados de Barcelona; no se consiguió y abandonaron el sindicato los diecisiete militantes que lo propugnaban.

Son los primeros escarceos del pulso que algunos sectores de la CNT echaron al conjunto de la organización confederal. Para ganar este pulso, y para ganar el Congreso, estos sectores van a coordinarse progresivamente hasta el punto de establecer una estructura propia en el seno de la CNT, paralela a la armazón sindical orgánica: de ahí su nombre de “paralelos”. El objetivo era controlar el mayor número de sindicatos para copar las delegaciones que asistieron al V Congreso Confederal e imponer sus propuestas al resto de corrientes y tendencias.

¿Quiénes nutrieron esta estructura “paralela”? Una compleja amalgama de sindicalistas cristianos, marxistas heterodoxos, posibilistas libertarios, los últimos cincopuntistas... que tenían en común la idea de que era imprescindible forzar un cambio en la estrategia sindical de la CNT para adecuarla a la política de pacto y reforma que ya estaba orientando la Transición democrática. El camino a seguir lo marcará la SAC, una central sindical minoritaria de Suecia que abandonó el anarcosindicalismo en los años cincuenta del siglo pasado.

Quedaban al margen los militantes de algunos partidos de la izquierda comunista, fundamentalmente trostkistas fieles a su táctica del “entrismo”, que buscaban en la CNT una cantera para su menguada militancia y un altavoz para sus propuestas. Por su radicalismo, en buena medida provocado por su empacho de teoría marxista, y por su escaso número, a pesar de considerarse a sí mismos el “partido de la clase obrera”, sus posibilidades de hacerse con el control de la CNT eran insignificantes pero su actividad cooperó para crear el clima de conspiración que ensombreció la convocatoria del V Congreso.

Los veteranos militantes anarcosindicalistas, que habían encabezado la reconstrucción cenetista desde sus grupos de afinidad, y los jóvenes que más se identificaban con el anarquismo clásico, se sabían mayoritarios en el seno de la organización confederal y formaron un bloque anarcosindicalista para impedir el anunciado cambio de rumbo de la CNT.

Para estos anarcosindicalistas no cabía duda de que “al surgimiento público de la CNT nos encontramos con la presencia de varios grupos de presión que de buen principio se infiltran en las estructuras orgánicas de la CNT”. Por su parte, los “paralelos” acusaron a los militantes de la reconstruida Federación Anarquista Ibérica de actuar con autoritarismo ejerciendo un dominio dictatorial en el seno de los sindicatos cenetistas: al bloque anarcosindicalista le denominaban, con desprecio, “exilio-FAI”.

En este comicio se debatió sobre todo lo que concernía a la Confederación, volviendo a tratar asuntos que ya habían sido aprobados en comicios anteriores: parecía como si la CNT, emulando a Sísifo, empezara de cero otra vez. Se aprobó una ponencia sobre principios, tácticas y finalidades que concordaba en todo con los postulados tradicionales de la Confederación; una nueva normativa orgánica que era muy similar, en esencia, a la anterior; una resolución sobre el patrimonio histórico de la CNT y el patrimonio acumulado por la organización sindical franquista; una ponencia sobre
Trayectoria histórica del cincopuntismo, sus consecuencias, la traición, delación y colaboraciones.“para prensa, propaganda y formación; resoluciones sobre el paro y sobre los presos... Se fijaron las relaciones que la CNT había de tener con otras organizaciones, y se ratificó su adhesión a la AIT, la Internacional sindical reconstruida en 1922.

Pero el punto más conflictivo era el que se refería a la estrategia laboral y sindical. Aquí se produjeron los mayores choques entre los anarcosindicalistas y los “paralelos”. Finalmente, la moción aprobada por amplia mayoría en el Congreso estaba en consonancia con el sindicalismo revolucionario clásico defendido tradicionalmente por la CNT: se abogaba por la acción directa, se rechazaban los Comités de Empresa y la participación en las Elecciones Sindicales, así como se desaprobaban la existencia de liberados en los sindicatos y la percepción de subvenciones estatales.
Al conocerse los resultados de la votación, parte de las delegaciones asistentes abandonaron el Congreso con la intención de impugnar sus acuerdos alegando defectos de forma y presiones del grupo “exilio-FAI”. No dieron por válido el Congreso y consiguieron consumar una escisión al desfederar a los sindicatos que controlaban. Crearon una CNT “paralela” que tuvo su primer congreso al año siguiente, en la ciudad de Valencia, en el que establecieron una estrategia sindical completamente distinta a la que había sido aprobada en el V Congreso de la CNT: aceptaron subvenciones, se presentaron a las Elecciones Sindicales, los diferentes comités tenían poder de decisión y contaban con militantes profesionales o liberados, tanto en los Comités de Empresa como en la propia estructura confederal.

Conclusiones
La Confederación Nacional del Trabajo en particular, y el movimiento libertario en general, fueron derrotados en la Guerra Civil. Sin embargo este descalabro, lejos de desalentarles, dio alas a sus militantes para reemprender la lucha contra la dictadura desde las mismas cárceles. Fieles a la coherencia entre fines y medios que siempre ha caracterizado al anarquismo, se dedicaron con ahínco a la reconstrucción en la clandestinidad de los sindicatos confederales. En muy pocos años, habían conseguido poner en pie una sólida organización que acogía a más de cincuenta mil afiliados.
Esta renacida CNT tenía como primer objetivo la caída de la dictadura franquista y la recuperación de las libertades ciudadanas, y para alcanzar este propósito no dudó en adoptar todas las formas de lucha, desde la colaboración con fuerzas políticas que habían apoyado al general Franco durante la Guerra Civil, y que interesadamente habían evolucionado hacia posiciones democráticas, hasta el mantenimiento de una lucha guerrillera que se negaba a aceptar el final del conflicto bélico, sin olvidar una sorda acción sindical en campos, fábricas y talleres.

Al comenzar la década de los años 50, la represión había castigado con fuerza a las nutridas filas cenetistas por lo que se hizo imprescindible un cambio de estrategia en la lucha contra el régimen franquista. Por coherencia entre fines y medios y por fidelidad a la ideología libertaria que compartían, los militantes anarcosindicalistas rechazaron dotarse de unos cuadros conspirativos profesionales o dedicarse más intensamente a una lucha armada que algunos compañeros todavía ejercían.

Como ya había sucedido en épocas anteriores, los anarquistas españoles decidieron dejar de actuar en nombre de la CNT y abandonando la organización en sindicatos estructurarse a través de los grupos de afinidad ácratas. Aunque carecían de cualquier estructura centralizada, aunque muchos de estos núcleos estuviesen sometidos a una fuerte presión policial que les impedía ejercer un activismo social muy destacado y aunque no cejó la represión sobre los militantes libertarios, por todo el país fueron surgiendo numerosos grupos de afinidad.

Junto a ellos, se fueron incorporando a la corriente anarcosindicalista miembros de las jóvenes generaciones de estudiantes y trabajadores, algunos llegados desde el cristianismo militante postconciliar, otros desde el marxismo heterodoxo, éstos desde un práctica sindical que les alejaba de unas Comisiones Obreras cada vez más reformistas y burocráticas, aquéllos impactados por las propuestas revolucionarias del parisino Mayo de 1968. Sin contacto con los militantes cenetistas más conscientes y capaces, su visión del anarquismo no siempre se correspondía con la tradición ideológica ácrata.

Cuando la muerte del general Franco se vio próxima, toda esta amalgama de grupos fueron entrando en contacto, recomponiendo sus incipientes organizaciones y convergiendo en una renacida CNT. Pero, por su propio origen heterogéneo, este proceso de reconstrucción de la vieja confederación anarcosindicalista llevaba en su seno el germen de su destrucción; solamente el entusiasmo de los primeros años de la Transición permite explicar la alegría con que se vivió este fugaz espejismo unitario.

Desde que la CNT se vio confrontada con la realidad cotidiana del país, y sobre todo desde que tuvo que realizar la necesaria clarificación ideológica convocando su V Congreso Confederal, esta alianza provisional de grupos, corrientes y tendencias saltó por los aires. Aquellos militantes que se habían arrimado al anarcosindicalismo al calor de la reconstrucción de la antaño prestigiosa CNT, la abandonaron rápidamente cincopuntistas, cristianos, nacionalistas, marxistas heterodoxos... Fracasados sus intentos de controlar la estructura orgánica confederal por medio de un organización paralela y, por eso mismo, derrotados en el Congreso, tomaron su propio camino.

La CNT retomó sus esencias, pero pagando un alto precio: una dolorosa ruptura sindical, una sensible pérdida de militantes y una sensación de amargo desencanto.

FUENTES HEMEROGRAFICAS
Construcción, Sindicato de la Construcción de Madrid, nº 1: noviembre 1975
Acción libertaria, Regional de Aragón, nº 6: junio de 1976
La colmena obrera, Federación Local de Badalona, julio de 1976
Martillo, Sindicato del Metal de Barcelona, nº 1: agosto de 1976
Vibracions, Federación Comarcal del Alto Ampurdán, septiembre de 1976
CNT, Sindicato de la Construcción de Zaragoza, octubre de 1976
Catalunya, revista d´opinió confederal, nº 1: octubre de 1976
Acción directa, Federación Local de Mataró, nº 1: octubre de 1976
Andalucía libertaria, Regional de Andalucía, nº 1: octubre de 1976
Confederación, Regional Murcia-Albacete, nº 1: diciembre de 1976
Apoyo mutuo, Sindicato de Oficios Varios de Cuéllar, nº 1: diciembre de 1976
El escaparate libertario, Sindicato de Comercio de Madrid, nº 1: marzo de 1977
Tierra y libertad, Federación Anarquista Ibérica, Barcelona
CNT, Portavoz de la Confederación Nacional del Trabajo, Madrid
Solidaridad Obrera, Regional de Cataluña, Barcelona
Fragua Social, Regional del País Valenciano, Valencia
Bicicleta, Madrid y Valencia
Ajoblanco, Barcelona


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CNT: la única organización anarcosindicalista de España.

Los primeros años.

El movimiento anarquista español carecía de una organización nacional estable en sus primeros años. El anarquista Juan Gómez Casas discutió la evolución de la organización anarquista antes de la creación de la CNT:

Después de un periodo de dispersión, la Federación de Trabajadores de la Región Española desapareció, para ser reemplazada por la Organización Anarquista de la Región Española... Esta organización entonces cambió, en 1890, al Pacto de Ayuda y Solidaridad, el cual fue por sí mismo disuelto en 1896 debido a la represiva legislación en contra del anarquismo separandose en varios núcleos y sociedades de trabajadores autónomas... Los restos que quedaron del FRE dieron origen a la Solidaridad Obrera en 1907, la antecesora directa de la CNT. —Juan Gómez Casas

Existió un consenso general entre los anarquistas a principios del siglo XX de que una nueva organización laboral nacional se necesitaba para traer coherencia y fuerza al movimiento. Esta situación se enmarcaba dentro del proceso natural de la revolución industrial . Durante la restauración borbónica , a los partidos tradicionales y dinásticos representados por Cánovas del Castillo y Práxedes Mateo Sagasta , el movimiento obrero emergente se unió alrededor del PSOE como fuerza política y de la UGT como sindicato obrero. No faltaban tampoco los movimientos republicanos y con más acento demócrata que parte de la nueva burguesía apoyaba.

Así, la CNT nació hacia el año 1910 en Barcelona en un congreso del sindicato catalán Solidaridad Obrera con el objetivo de constituir una fuerza relevante opositora al sindicato mayoritario por entonces, la socialista UGT y " apresurar la emancipación económica de la clase trabajadora a través de la expropiación revolucionaria de la burguesía... ". La CNT comenzó siendo pequeña, con alrededor de 30.000 miembros a través de varios sindicatos y otras confederaciones.

En 1911 con ocasión de su primer congreso se convocó una huelga general lo que provocó que el sindicato fuese ilegalizado hasta 1914 . En ese mismo año de 1911, el sindicato recibió oficialmente su nombre.

A partir de 1916 la CNT cambió de estrategia con respecto a la UGT estableciendo relaciones con este sindicato, lo que hizo que ambas organizaciones convocaran conjuntamente la huelga general de 1917 . En el segundo congreso de la CNT en 1919 se estudió la posibilidad de la fusión de las organizaciones para contribuir a una mayor unidad del movimiento obrero español . En el mismo congreso se aprobó la vinculación provisional de la CNT a la Tercera Internacional , pero tras la visita de Ángel Pestaña a la URSS y por consejo de éste, la CNT se apartará de ella definitivamente en 1922 .

Auge de la CNT

A partir de 1918 la CNT se fortaleció por una crisis en la industria catalana, lo que llevó a muchos obreros a afiliarse al sindicato. El sindicato tuvo un papel destacado en el desarrollo de la huelga de La Canadiense . Entonces empezó a cundir el pánico entre los patrones, siendo el origen del pistolerismo que propició un auge de la violencia y afectó significativamente al sindicato.

En 1922 se forma en Berlín la Asociación Internacional de los Trabajadores , organización a la que se adheire la CNT. En 1923 , con el advenimiento de la dictadura de Miguel Primo de Rivera , el sindicato es ilegalizado.

En 1927 y ante el posicionamiento "moderado" de algunos cenetistas , se crea en Valencia la Federación Anarquista Ibérica (FAI), una asociación de grupos de afinidad anarquistas, que desempeñará un papel importante en los siguientes años a través de la denominada trabazón con la CNT, es decir la presencia de elementos faístas en la anarcosindical. La intención era que el sindicato no se alejase de los postulados ácratas .

La Segunda República

Tras la caída del antiguo régimen hay un inicial apoyo a la Segunda República que irá disminuyendo durante el período del 1931 - 1933 por los constantes enfrentamientos con las autoridades republicanas en las sucesivas huelgas sectoriales y generales, al final del cual incluso se llevarán a cabo las llamadas revoluciones de Enero y de Diciembre , ambas rápidamente controladas por el Estado, y a los sucesos de Casas Viejas . En aquel entonces, el núcleo principal de la CNT estaba en Cataluña , pero en otras regiones ganaba importancia como en Aragón (donde era mayoritario frente a UGT) o Andalucía .

Las tensiones entre el "ala moderada" ( no faístas ) y el "ala radical" ( faístas ) son constantes y complejas de analizar dado el carácter descentralizado y sectorial de la organización. Finalmente en 1931 un grupo de no faístas publica el Manifiesto de los Treinta que dará lugar al treintismo y en 1932 Ángel Pestaña crea el Partido Sindicalista .

El bienio negro supuso una etapa de clandestinidad que atacó profundamente las bases del anarcosindicalismo a nivel nacional, durante el que la CNT participaría en un plano secundario frente a la iniciativa socialista en la llamada Revolución de Octubre de 1934 . En Asturias , sin embargo, la Confederación Regional del Trabajo de Asturias, León y Palencia de la CNT participará activamente en la revolución como consecuencia de su postura más proclive a la alianza obrera formalizada a través de la UHP con el pacto con la UGT y la FSA . De esta manera, en La Felguera, Langreo y en el barrio de El Llano de Gijón se llegaron a dar breves experiencias de comunismo libertario :

En la barriada de El Llano se procedió a regularizar la vida de acuerdo con los postulados de la CNT: socialización de la riqueza, abolición de la autoridad y el capitalismo. Fue una breve experiencia llena de interés, ya que los revolucionarios no dominaron la ciudad.

"Se siguió un procedimiento parecido al de La Felguera. Para la organización del consumo se creó un Comité de Abastos, con delegados por calles, establecidos en las tiendas de comestibles, que controlaban el número de vecinos de cada calle y procedían a la distribución de los alimentos. Este control por calle permitía establecer con facilidad la cantidad de pan y de otros productos que se necesitaban. El Comité de Abastos llevaba el control general de las existencias disponibles, particularmente de la harina". —Manuel Villar. El anarquismo en la insurrección de Asturias: la CNT y la FAI en octubre de 1934

Se considera que hubo hasta 30.000 encarcelados durante este periodo. La exitosa huelga de transportes en Zaragoza , continuada por huelga general, que duró más de dos semanas, se convocó en unidad con la UGT en 1935 . Sin embargo, la colaboración no cuajó en siguientes acciones.

Las elecciones de 1936 tras el desmoronamiento del gobierno de Lerroux colocaron en una compleja tesitura a la CNT. Las opiniones dentro de la organización se repartían entre el tradicional abstencionismo , el dejar vía libre a los obreros para votar, o directamente a pedir el voto para el Frente Popular . Éste tenía entre sus promesas electorales la amnistía para los presos.

Se considera que una parte del crecimiento del Frente Popular sobrevino precisamente por el voto libertario .

La Guerra Civil

En 1936 , la CNT sería finalmente legalizada, tras períodos de clandestinidad seguidos de otros más cortos de legalización, hasta su aplastamiento al final de la Guerra Civil , donde el sindicato colaboró con otra fuerzas del llamado Bando republicano para oponerse al Bando nacional , llegando incluso durante el desarrollo de la contienda a formar parte del gobierno de la República con varios ministerios y altos cargos de la administración.

En Barcelona los anarquistas se hicieron con el control, colectivizando gran parte de las actividades, hecho del que fue testigo George Orwell :

"Por primera vez en mi vida, me encontraba en una ciudad donde la clase trabajadora llevaba las riendas. Casi todos los edificios, cualquiera que fuera su tamaño, estaban en manos de los trabajadores y cubiertos con banderas rojas o con la bandera roja y negra de los anarquistas; las paredes ostentaban la hoz y el martillo y las iniciales de los partidos revolucionarios; casi todos los templos habían sido destruidos y sus imágenes, quemadas. Por todas partes, cuadrillas de obreros se dedicaban sistemáticamente a demoler iglesias. En toda tienda y en todo café se veían letreros que proclamaban su nueva condición de servicios socializados; hasta los limpiabotas habían sido colectivizados y sus cajas estaban pintadas de rojo y negro. Camareros y dependientes miraban al cliente cara a cara y lo trataban como a un igual. Las formas serviles e incluso ceremoniosas del lenguaje habían desaparecido. Nadie decía señor, o don y tampoco usted; todos se trataban de «camarada» y «tú», y decían ¡salud! en lugar de buenos días". —George Orwell, Homenaje a Cataluña

En agosto de 1936 cuando el frente en Aragón comenzó a estabilizarse, dos quintos de la región estaban bajo control de los rebeldes, aunque comprendiendo a la mitad de la población puesto que controlaban las tres capitales de provincia y Calatayud . A pesar de la importancia de la CNT en esta región no fue capaz de responder y la represión pronto fue acabando con la organización en las zonas controladas por el bando nacional.

En la otra parte del Aragón dividido, el Estado republicano quedó igualmente anulado. Las milicias de la CNT que ocuparon el Bajo Teruel y Huesca , establecieron comités de defensa que sustituían a los antiguos ayuntamientos. En las zonas con mayor presencia anarquista previa a la guerra comenzó con fuerza el proceso de colectivización de la tierra. Estas primeras colectivizaciones eran voluntarias y se establecían a partir de las tierras propiedad de los miembros y las requisadas a los huídos o desaparecidos. Aquellos que quisieran mantener la propiedad de la tierra no podían contratar a terceras personas, que no fueran de su familia, y las tierras que no labraran pasaban a control de la colectividad.

George Orwell comentó acerca de las características de la nueva sociedad que se creó en las colectividades:

"Yo estaba integrando, más o menos por azar, la única comunidad de Europa occidental donde la conciencia revolucionaria y el rechazo del capitalismo eran más normales que su contrario. En Aragón se estaba entre decenas de miles de personas de origen proletario en su mayoría, todas ellas vivían y se trataban en términos de igualdad. En teoría, era una igualdad perfecta, y en la práctica no estaba muy lejos de serlo. En algunos aspectos, se experimentaba un pregusto de socialismo, por lo cual entiendo que la actitud mental prevaleciente fuera de índole socialista. Muchas de las motivaciones corrientes en la vida civilizada —ostentación, afán de lucro, temor a los patrones, etcétera— simplemente habían dejado de existir. La división de clases desapareció hasta un punto que resulta casi inconcebible en la atmósfera mercantil de Inglaterra; allí sólo estábamos los campesinos y nosotros, y nadie era amo de nadie". —George Orwell, Homenaje a Cataluña

Algunas de las colectividades más importantes fueron las de Alcañiz , Calanda , Alcorisa , Valderrobres , Fraga o Alcampel . No sólo se colectivizaron las tierras, sino que se empredieron labores colectivas como la residencia de ancianos de Fraga o la recuperación de hospitales (como en Barbastro o Binéfar , La Casa de Salud Durruti ); así como la fundación de escuelas, entre ellas la Escuela de Militantes Libertarios . Estas obras serían destruidas durante la guerra por las tropas nacionales.

Para proteger las nuevas organizaciones rurales el comité organiza un pleno regional extraordinario de representantes sindicales de los pueblos liderados, respaldado por Buenaventura Durruti . En contra de la opinión del comité nacional de la CNT, fundamentalmente catalán , se crea el Consejo Regional de Defensa de Aragón .

El 23 de diciembre de 1936 , tras recibir en Madrid una comitiva formada por Joaquín Ascaso , Miguel Chueca y tres líderes republicanos e independientes, el gobierno de Largo Caballero en el que se habían integrado como ministros cuatro anarquistas ( Joan García Oliver , Juan López , Federica Montseny y Juan Peiró ), reconoce la formación del Comité de Defensa Nacional, órgano revolucionario en que estaban representados tanto anarquistas como socialistas y republicanos .

A mediados de febrero de 1937 se celebra un congreso en Caspe con el propósito de crear una federación de colectividades regional al que asisten 500 delegados que representan a 80.000 colectivistas del Aragón libertario .

En un pleno de la CNT de marzo de 1937 , el comité nacional pedía un voto de censura para la supresión del Consejo Regional. La amenaza de dimisión de todo el comité regional aragonés lo impidió. Las Jornadas de Mayo en Barcelona y la caída del gobierno de Largo Caballero seguida del gobierno de Juan Negrín precipitaron el derrumbe de la experiencia libertaria.

A principios de julio las organizaciones aragonesas del Frente Popular apoyaron públicamente al Consejo a su presidente, Franciso Ascaso . Cuatro semanas después la 11ª División de Enrique Líster entró en la región. El 10 de agosto de 1937 el gobierno repubicano establecido en Valencia disolvía el Consejo Regional de Defensa de Aragón. La división de Líster se disponía a una ofensiva en el frente de Aragón, pero también fueron utilizadas para someter a la organización anarquista y desmontar las estructuras colectivas creadas en los doce meses anteriores.

Otras figuras clave de la época son Fernando Ascaso y Miguel García Vivancos .

Existió también un espíritu de revolución sexual. La organización Mujeres Libres estableció liberatorios para la prostitución en donde se daba una alternativa a las mujeres que querían dejar esa actividad. La mujer adquirió un papel que nunca había tenido en la sociedad española hasta entonces, combatiendo en el frente y trabajando en los tajos, lugares que hasta entonces les habían sido vedados. El amor libre se popularizó, aunque las suspicacias de algunos padres hicieron que se creasen los casamientos revolucionarios , ceremonias informales en las que se hacía constar los emparejamientos, y que podían ser anulados si las partes afectadas no querían continuar la relación.

La CNT bajo la dictadura franquista

En 1939 la Ley de responsabilidades políticas ilegalizaba la organización y se expropiaban sus bienes; inmuebles, material, vehículos, cuentas bancarias, empresas colectivizadas y documentación. Por aquel entonces la CNT contaba con un millón de afiliados y la infraestructura que la soportaba era amplia.

La CNT funcionó de forma clandestina dentro del Estado español durante el franquismo , dándose también actividades de cenetistas en el exilio y siguió la lucha contra el régimen de Francisco Franco hasta 1948 a través de algunos maquis . A partir de entonces, posturas divergentes propiciaron un debilitamiento de la organización que hizo que ésta perdiese influencia entre la población. En 1961 se revitalizó consolidándose a lo largo de las décadas de 1960 y 1970 gracias a la penetración del ideario anarcosindicalista en organizaciones obreras católicas antifranquistas como Hermandad Obrera de Acción Católica (HOAC) y Juventud Obrera Católica (JOC).

Durante la Transición

Tras la muerte de Franco en noviembre de 1975 y el comienzo de la Transición , la CNT celebra su primer congreso desde 1936 así como diversos mitines multitudinarios, el más destacado en Montjuïc . De sus conclusiones surgirán algunas de las líneas de actuación que marcan su actividad en los centros de trabajo. No participación en las elecciones sindicales , no reconocimiento de los comités de empresa , no aceptación de subvenciones estatales o empresariales, apoyo a la formación de secciones sindicales .

En este primer congreso, celebrado en 1979 en Madrid , un sector minoritario, partidario de las elecciones sindicales, se escinde y pasa a llamarse CNT Congreso de Valencia (en referencia al Congreso alternativo realizado en esa ciudad) y posteriormente, perdidas judicialmente las siglas en abril de 1989 , a CGT . Un año después un grupo de afiliados de la CGT se marcha de este sindicato por recibir subvenciones, y funda Solidaridad Obrera (SO).

La CNT se vio afectada un año antes, en 1978 , por el Caso Scala , un incendio provocado en una sala de fiestas barcelonesa . Los cenetistas han mantenido que se buscó criminalizar a la organización:

"Resultaba evidente que la policía no buscaba nada ni a nadie —ya tenían a los culpables— se trataba simplemente de amedrentar a los cenetistas y de ahuyentar de la organización a miles de trabajadores afiliados que, si bien se identificaban con la línea sindical de los anarconsindicalistas, no estaban dispuestos a llegar demasiado lejos en su adhesión, ni mucho menos a desafiar una represión policial de aquella envergadura. La cosa no era de broma, las noticias de nuevas detenciones crearon un ambiente de inseguridad en gran parte de la afiliación. Por otra parte, la certeza de la implicación de la CNT en el atentado fue afianzándose en la opinión pública, lo que provocó un serio deterioro en la imagen de la organización y de los anarquistas por extensión. Si a esto añadimos las noticias de agresiones y asaltos por parte de grupos fascistas, que en aquellos días se incrementaron de forma muy considerable, podemos hacemos una imagen aproximada de la situación. Ser libertario en aquellos momentos se convirtió en algo bastante desagradable. Los medios de comunicación lo hicieron impopular, la policía y los grupos de la ultraderecha lo hicieron peligroso". —Revista Polémica: El Caso Scala. Un proceso contra el anarcosindicalismo

A partir de su legalización, se inicia un movimiento para la reparación de las expropiaciones de 1939 , que se concretará en la ley 4/1986 que obligaba a la devolución de los bienes incautados y el derecho a la cesión y uso de inmuebles por parte de los sindicatos. Desde entonces, la CNT viene reclamando la devolución de bienes por parte del Estado.

En la década de 1990 se procedió a la ocupación de las instalaciones del Consejo Económico y Social , con sede en Madrid , organismo encargado de la repartición del patrimonio sindical acumulado. En el año 2004 se llegó a un acuerdo entre la fiscalía y la CNT por el cual el centenar de procesados por dicha ocupación quedaban libres con cargos.

En la actualidad

La CNT se opone al modelo de las elecciones sindicales y comités de empresa , y es crítica con los sindicatos mayoritarios UGT y CC.OO. y las reformas laborales, a la vez que mantiene una plataforma reivindicativa.

En el año 2005 , el gobierno del Estado español continuó la devolución del patrimonio sindical incautado durante y tras la Guerra Civil a los sindicatos UGT y CNT. Desde algunos colectivos sociales y medios de comunicación, se calificó esta devolución como una muestra de favoritismo a UGT, pues en la anarcosindical en 1936 la afiliación era similar a la del otro sindicato y el gobierno devuelve en ese año a la CNT cuatro millones de euros mientras que a UGT devolvía una cantidad realmente superior. La CNT sigue reclamando a día de hoy la devolución de su patrimonio histórico incautado.

En julio de 2006 se celebra el 70 aniversario de la Revolución Española de 1936 , motivo por el cual la CNT y la FAI organizan unas jornadas conmemorativas con distintos eventos como ponencias, debates, proyecciones, exposiciones y actuaciones musicales.


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