La CNT en la transición: una raíz profunda.
Alfredo González Martínez
Juan Pablo Calero Delso
Es un lugar común, incluso en la
historiografía más progresista, identificar
al Partido Comunista de España como el
protagonista de la lucha antifranquista,
otorgándole un papel tan destacado que, en
ocasiones, parece convertir aquel combate
democrático coral en un sencillo monólogo.
Esta falsa sinonimia llega al descaro en el
caso de la lucha guerrillera, popularmente
conocida como el maquis, que se prolongó
hasta los primeros años sesenta, a pesar de
que el PCE la abandonó antes de que acabase
la década de los cuarenta. Por otro lado,
las necesidades políticas de la Segunda
Restauración, han forzado la búsqueda
desesperada de cualquier leve rastro del
enfrentamiento con la dictadura de los
tantas veces complacientes núcleos
monárquicos o han magnificado la débil
oposición del socialismo democrático al
régimen del general Francisco Franco.
Sin embargo, un espeso manto de silencio ha
caído sobre el activismo clandestino del
movimiento libertario español al que se
tragó la tierra en los años posteriores al
final de la Segunda Guerra Mundial. ¿Fue
capaz el franquismo de aplastar al potente
movimiento libertario, que llevaba décadas
sufriendo sin desmayo una persecución tan
dura como tenaz? ¿Se mantuvo España al
margen del rejuvenecido espíritu anarquista,
redescubierto bajo los adoquines parisinos
en la primavera de 1968? ¿Fue tan casual
como espontáneo el resurgir de la acracia a
partir del año 1975?
Es difícil contestar afirmativamente a todas
estas preguntas, y sin embargo parece haber
un acuerdo unánime entre los historiadores
para reconocer la importancia de la CNT en
el periodo de la Segunda República y la
Guerra Civil, expresada en el Congreso
confederal celebrado en Zaragoza en mayo de
1936, y el inesperado resurgimiento del
movimiento libertario durante la transición,
puesto de manifiesto en los actos convocados
en San Sebastián de los Reyes y Montjuich
cuarenta años después, mientras se obvia con
descaro la actividad de oposición anarquista
al franquismo. La razón de este olvido es
consecuencia obligada de la costumbre de
investigar al movimiento anarquista hispano
usando los medios y los métodos empleados
tradicionalmente para el estudio de la
historia política y social, buceando en
archivos oficiales y privados en busca de
documentos orgánicos, listas de afiliados y
comités o actas de comicios formales. Pero,
como esperamos demostrar, no se puede
conocer y estudiar a la CNT sin considerar
su propia personalidad y sin tener en cuenta
su ideología, ejercicio imprescindible en
una organización que hace bandera de la
coherencia entre principios y fines.
La postguerra
El trágico final de la Guerra Civil, en
abril de 1939, fue especialmente doloroso
para los militantes anarcosindicalistas, que
sufrieron tanto la derrota militar como la
destrucción del proceso revolucionario que
con tanto entusiasmo habían puesto en pie,
en muchas ocasiones en contra de sus
ocasionales aliados republicanos,
socialistas y comunistas. Por otra parte,
desarraigados entre los desterrados, no
siempre contaron con la calurosa acogida que
algunos países ofrecieron a los que
compartían ideas y proyectos con sus
gobiernos, como ocurrió con la Unión
Soviética para los comunistas.
Por todo ello, los militantes
anarcosindicalistas españoles no tuvieron
más estrategia que la caída inmediata del
régimen franquista, por la que combatieron
con una urgencia que a veces fue causa de
errores y precipitaciones. Además,
sacrificando sus más íntimas convicciones,
en muchas ocasiones renunciaron a la
actividad sindical para combatir en la
guerrilla con las armas en la mano o para
colaborar con la acción política de todos
aquellos que se oponían a la dictadura del
general Franco.
En julio de 1936 la Confederación Nacional
del Trabajo era la organización proletaria
más numerosa del país. Durante los tres años
de Guerra Civil, si bien vio muy mermadas
sus filas por la represión sufrida en las
zonas que ocupaba el ejército rebelde,
también es cierto que de la mano del proceso
revolucionario de las Colectivizaciones se
alentó el crecimiento de la organización
confederal en las zonas que permanecieron
bajo control del gobierno republicano,
permitiendo la implantación del movimiento
libertario más allá de sus tradicionales
zonas de influencia.
Al finalizar la Guerra Civil, y a pesar de
una feroz persecución que había diezmado sus
filas y de la derrota que había condenado al
exilio a muchos de sus mejores afiliados, la
CNT se reorganizó clandestinamente en el
interior del país desde el primer momento.
Los militantes anarcosindicalistas
decidieron sostener un sindicato
clandestino, por lo que lentamente
reconstruyeron los sindicatos, regularizaron
las cotizaciones, constituyeron los comités
y coordinaron sus actividades. Como explica
Ángel Herrerín, “Su labor se inició desde
los mismos campos de concentración donde
fueron ingresados los luchadores
antifascistas, y su ritmo de reorganización
sólo puede ser comparable a la velocidad con
la que la policía franquista lograba
desmantelar los diferentes órganos
representativos confederales”
A partir de 1943, con las primeras derrotas
de las potencias del Eje en la Segunda
Guerra Mundial, la actividad sindical de los
militantes de la CNT se incrementó
notablemente, ante la perspectiva de una
próxima capitulación de Alemania y de sus
aliados militares, que parecía anticipar un
próximo final para la dictadura española.
Además, en buena parte como reflejo de este
nuevo contexto internacional, a mediados de
la década de los años 40 fueron saliendo de
las cárceles muchos de los militantes
libertarios más activos y conscientes,
reforzándose extraordinariamente la red
sindical clandestina.
En el mes de julio de 1945 la CNT fue capaz
de organizar en el pueblo madrileño de
Carabaña un Pleno Nacional de Regionales, su
máximo órgano de coordinación, al que
asistieron delegados de Andalucía, Norte,
Galicia, Centro, Levante, Cataluña y Aragón,
que representaban a unos treinta mil
afiliados. Allí se eligió un nuevo Comité
Nacional, el octavo desde el final de la
Guerra Civil, y se marcaron las líneas
generales de la actuación de la central
anarcosindicalista.
En los meses posteriores al Pleno de
Carabaña, la CNT relanzó su actividad y
reforzó sus filas, en unos momentos
especialmente difíciles, cuando la simple
cotización a un sindicato confederal todavía
podía acarrear fuertes condenas de cárcel.
Ángel Herrerín cifra en más de cincuenta mil
el número de afiliados en 1947 y una cifra
muy similar se mantuvo hasta el final de esa
década.
La reorganización de los sindicatos
confederales no tenía como finalidad la
mejora de las condiciones de vida y de
trabajo de la clase obrera, a pesar de ser
especialmente penosas, pues su principal
objetivo era la caída de la dictadura. En un
evidente ejercicio de posibilismo, que
contrasta con su imagen de intransigencia
revolucionaria, la CNT participó en las
conspiraciones políticas que se produjeron
en ese período. Cabe destacar su
intervención en la Alianza Nacional de
Fuerzas Democráticas, un frente amplio en el
que también colaboraban los monárquicos, que
fue causa de una amarga ruptura del
movimiento libertario.
Simultáneamente, numerosos militantes
confederales desarrollaban una intensa
actividad guerrillera. Huidos desde los
primeros días de la Guerra Civil, refugiados
en el monte que escapaban de la represión y
miembros de la Resistencia antifascista, que
tras su victoria en la Segunda Guerra
Mundial volvieron a su país a continuar el
combate, fueron muchos los cenetistas que
lucharon en el maquis durante más de veinte
años, una oposición armada muy pronto
abandonada por socialistas y comunistas.
La travesía del desierto.
Al comenzar los años sesenta las
organizaciones del movimiento libertario
estaban diezmadas y agotadas. La represión,
que con tanta crueldad se había ensañado con
los militantes anarcosindicalistas, la
acuciante falta de medios, en una
organización que no tenía el apoyo de
Estados afines o de poderosas alianzas
internacionales, y el fracaso de la
resistencia antifranquista, tanto en el
plano político como en el militar, hicieron
mella en el ánimo de los cenetistas. Frente
al derrotismo de tantos afiliados, algunos
militantes decidieron continuar su combate
contra el régimen franquista sin perder de
vista la realidad del país, por lo que
decidieron cambiar de táctica: mantuvieron
la lucha clandestina, pero no intentaron
dotarse de una estructura sindical homogénea
y centralizada. La represión obligó a la
central anarcosindicalista a abandonar su
tradicional organización interna, propia de
un sindicato, y dotarse de un funcionamiento
típicamente anarquista, como son los grupos
de afinidad.
El grupo de afinidad es la organización
básica y genuina del movimiento anarquista.
Es un conjunto pequeño de militantes,
normalmente entre cuatro y diez, que
trabajan unidos y se conocen. En el grupo no
se da la figura del “simple afiliado” o del
simpatizante; los componentes de un grupo
son todos militantes, y se mantienen dentro
de su estructura mientras sigan siéndolo. El
grupo de afinidad tiene una vaga inspiración
en las sociedades conspirativas
decimonónicas.
Cuando en 1864 se creó la Asociación
Internacional de los Trabajadores (AIT),
Mijail Bakunin, el gran teórico del
anarquismo, ya había fundado la Alianza para
la Democracia Socialista (ADS), organización
internacional conspirativa libertaria que
muy pronto se integró en la AIT. Para
Bakunin resultaban seguras y eficaces las
agrupaciones secretas formadas por personas
convencidas y de absoluta confianza, que en
determinados momentos favorables pudieran
ponerse a la cabeza de los acontecimientos,
pero sólo para inspirar y esclarecer, pues
la revolución sólo la hace el pueblo. Con
este espíritu se había creado la ADS; su
programa era en apariencia coincidente con
el de la AIT y, de hecho, muchas secciones
europeas de la Internacional estaban creadas
y animadas por miembros de la ADS, como fue
el caso de España.
Cuando las diferencias ideológicas hicieron
imposible la convivencia en el seno de la
AIT de los sectores anarquista y marxista,
se produjo la ruptura de la Primera
Internacional. Para entonces, la ADS, sin
haberse disuelto de facto, estaba en gran
medida diluida dentro de las distintas
secciones de la Internacional obrera. En
1872 localidad suiza de Saint-Imier acogió
el primer congreso de la nueva,Internacional
libertaria. Se consumaba así la escisión en
el movimiento obrero.
La represión de los distintos gobiernos
contra las secciones internacionalistas
libertarias hizo casi imposible que pudiesen
desarrollar una actuación abierta, por lo
que sus militantes volvieron a organizarse
en núcleos secretos. Surgieron entonces los
grupos de afinidad, con una clara diferencia
de la práctica anterior: se constituyeron
por afinidades personales, de ahí su nombre,
y no por centros de trabajo o,
necesariamente, de localidad de residencia.
Los grupos, como ya dijimos, son pequeños y
todos los miembros se conocen entre sí, de
manera que la infiltración policial es poco
menos que imposible. El inconveniente de
esta afinidad es que cuando uno de sus
miembros es detenido, si sucumbe a las
torturas policiales, puede llegar a
proporcionar mucha información. Los grupos
de afinidad siempre cuentan a su alrededor
con cierto número de simpatizantes, gente
con una ideología afín pero que no
desarrolla una militancia constante. Estos
simpatizantes van a ser fundamentales para
la realización de las tareas del grupo; por
ejemplo, la publicación de un periódico es
primordial en la acción de los grupos, y los
simpatizantes ayudarán a su distribución.
Los principales objetivos de los grupos de
afinidad son propagar la ideología
anarquista, la agitación popular y la
consiguiente organización de revueltas y
motines, aparte de, en momentos de
permisividad legal, la creación de centros
culturales, sociedades obreras y todo
aquello que suponga un paso adelante en la
emancipación delas clases trabajadoras. Por
otro lado, los grupos mantienen relaciones
entre sí para extender su acción o, las más
de las veces, para ejercer la solidaridad
con los represaliados, organizar las fugas
de sus presos, etc.
En España los grupos de afinidad surgieron a
partir de 1874, con la ilegalización de la
sección nacional de la Primera
Internacional, y su número y actividad se
incrementó a partir del año 1888, cuando los
anarquistas hispanos decidieron disolver su
organización sindical: la Federación de
Trabajadores de la Región Española (FTRE).
Sin embargo, la coordinación de estos grupos
de afinidad ácratas fue decisiva en la
formación y sostenimiento de numerosas
sociedades obreras, cuya convergencia daría
como resultado la fundación en 1910 de la
Confederación Nacional del Trabajo (CNT).
A partir de ese momento, el peso de la lucha
social en España lo llevaron las diferentes
federaciones y sindicatos de la CNT, si bien
los grupos de afinidad anarquista no se
disolvieron, pues siguieron desarrollando
una intensa actividad social que no era
estrictamente laboral, publicando periódicos
y revistas y creando centros educativos,
como los ateneos libertarios y las escuelas
racionalistas. También tuvieron una
coordinación estable de ámbito nacional que,
desde el Congreso de Amsterdam de 1907, fue
también internacional.
Por eso, cuando a partir de los años sesenta
del siglo pasado, la organización del
movimiento libertario había sido destrozada
por la represión, y no tenía muchas
posibilidades a corto plazo de crecimiento
ni de estructuración, con la mayoría de la
militancia veterana sin posibilidades de
incidencia en el medio obrero, resurgió la
necesidad de organizarse de nuevo en
pequeños grupos de afinidad con el doble fin
de mantener mínimamente la estructura
orgánica y ser más impermeables a la
infiltración policial. Se crearon grupos en
todas las localidades donde quedaban
militantes. Las actividades de estos grupos
iban desde el apoyo mutuo, tan necesario a
la hora de encontrar trabajo o vivienda en
la sociedad del momento, hasta la edición de
propaganda. La organización obrera (CNT) y
los grupos anarquistas (FAI) tuvieron
trayectorias paralelas con constantes
coincidencias, llegándose a la total fusión
de ambas modalidades organizativas al final
de la Guerra Civil, por lo que los nuevos
grupos de afinidad representaban por igual a
todas las formas orgánicas del movimiento
libertario español.
En las áreas más castigadas por la represión
franquista, como era el caso de las
provincias en las que desde el primer
momento había triunfado el golpe militar, la
militancia libertaria fue masacrada con más
intensidad que en otras zonas, por lo que
pocos militantes pudieron formar grupos.
Salamanca, Vigo, Zamora, Valladolid,
Santander o Palencia son ciudades en la que
se mantuvieron grupos de afinidad con escasa
actividad; se limitaban a reunirse
periódicamente para comentar la situación
política e intercambiar noticias,
organizaban una comida para celebrar el
Primero de Mayo y recibían la prensa
libertaria editada en el exilio pero ni
publicaban ni apenas difundían propaganda.
Según el testimonio de José Domínguez,
anarquista de Carmona, hacia el año 1962 se
celebró una reunión en la campiña sevillana
de los militantes de Andalucía occidental
que se encontraban en libertad. Se decidió
dejar de hacer afiliaciones y mantener las
mínimas relaciones orgánicas, de hecho,
dejaron de actuar en nombre de la CNT y se
constituyeron en grupos de afinidad.
Prácticamente la única actividad que
tuvieron en común fue el apoyo a los presos.
Paradójicamente, tuvieron más relaciones con
los viejos militantes andaluces emigrados a
Cataluña y el País Vasco que con los que se
quedaron en la región.
Muy similar era la situación en la regional
de Levante, que englobaba a las provincias
de Castellón, Valencia, Alicante y Murcia.
En septiembre de 1965, la CNT del exilio
emitió en Francia un informe sobre la
situación del movimiento confederal en el
interior de España en el que, entre otras
cosas, señala que en la regional levantina
“se venían manteniendo relaciones muy
superficiales a causa de la psicología
especial de la mayoría de los militantes,
que sustentaban el criterio de que todo
esfuerzo era inútil porque la solución
vendría por sí misma. Mantenían la
convicción de que era vano todo sacrificio,
porque la CNT renacería espontáneamente en
el instante en que la democratización
irreversible del país se hiciera patente. Lo
prudente, según ellos, era mantener en la
reserva la militancia que nos queda para que
en dicho momento sumaran todos los esfuerzos
en la reconstrucción de las instituciones
obreras”.
La intención del informe era despistar a la
policía franquista, que se sospechaba que
acabaría conociendo este texto, sobre lo que
de verdad estaba ocurriendo en Levante: se
habían roto las relaciones orgánicas entre
la militancia porque se había optado por
organizarse en grupos de afinidad. Era una
región con fuerte implantación de la CNT,
con sindicatos en cerca del cincuenta por
ciento de los pueblos y, por supuesto, en
todas las capitales de provincia. La
reorganización en grupos de afinidad
permitió, una vez muerto Franco, la
inmediata creación de sindicatos de la CNT
en muchísimos pueblos, sobre todo en las
provincias de Castellón y Valencia.
En el área metropolitana de Barcelona la
militancia confederal se vio reforzada por
la emigración andaluza, pero los recién
llegados no tenían posibilidades reales de
actuación sindical, pues se trataba de
militantes conocidos por la policía, que
vigilaba de cerca sus pasos, por lo que
debieron juntarse en grupos de afinidad
atendiendo a sus localidades de procedencia.
No tuvieron mucha relación con los
compañeros catalanes, cuyos sindicatos
clandestinos estaban atravesando malos
momentos en cuanto a afiliación; pronto
imitaron el ejemplo de las demás regiones y
se constituyeron grupos de afinidad en toda
Cataluña. La cercanía de la frontera
permitió que las relaciones con los
exiliados siguieran siendo fluidas; además,
la casi inexistente relación de estos grupos
entre sí hizo disminuir mucho el número de
detenciones.
En Asturias, Rioja y País Vasco también la
militancia creó grupos de afinidad. Algunos
de ellos estuvieron implicados en el proceso
de creación de Comisiones Obreras (CC.OO.),
aunque muy pronto abandonaron esta
organización, ante su creciente
burocratización y el dirigismo ejercido por
el Partido Comunista. En Extremadura y en
Castilla la Nueva (Talavera, Cuenca,
Puertollano, Guadalajara) se mantuvieron
algunos grupos que, aunque en modo alguno se
insertaron en las nuevas luchas sociales,
sirvieron de referencia para toda una
generación que buscaba una alternativa
diferente a la que ofrecían las
organizaciones marxistas y las cristianas.
En Madrid se creó el Grupo Anselmo Lorenzo,
que nació con la idea de ser el germen de la
reconstrucción de la CNT cuando las
circunstancias lo permitiesen; de momento se
dedicaron a estudiar la situación
socio-laboral, editando algunos interesantes
documentos, entre los que cabe destacar
Problemas presentes y futuros del
Sindicalismo Revolucionario en España,
editado en 1969, y Cuestiones del
sindicalismo: La Ley Sindical y las
elecciones sindicales, que vio la luz en
1971. Simultáneamente, se mantuvieron otros
muchos grupos de afinidad en la capital
española. Uno de ellos, fue constituido por
militantes que llevaban pocos meses en
libertad tras soportar largas condenas,
entre 15 y 20 años, y que volvieron a ser
rápidamente detenidos, aunque no arrastraron
a nadie más en su caída. Su proceso fue el
primero del recién creado Tribunal de Orden
Público y todos los encausados eran
veteranos de los comités clandestinos de la
CNT: Lázaro Arjona, Miguel Flores, Fidel
Gorrón, Juan Martínez, Emiliano Mier...
Así pues, aparentemente desmantelada la CNT,
el movimiento libertario siguió vivo y
activo durante los últimos años del
franquismo gracias a los numerosos grupos de
afinidad que se extendían por toda la
geografía nacional. El fenómeno del
cincopuntismo es la mejor prueba no sólo de
la pujanza del nuevo movimiento obrero,
básicamente articulado en torno a las
Comisiones Obreras, sino también de la
fuerza de un movimiento libertario al que
desde el poder aún se le consideraba con
fuerza para modificar el panorama sindical
español del momento.
Desde el sindicalismo vertical franquista se
tentó a un puñado de viejos militantes
cenetistas de prestigio a los que se les
ofreció la posibilidad de influir en la
Confederación Nacional de Sindicatos (CNS),
la central sindical del régimen,
integrándose en el seno de unos renovados
sindicatos. La burda maniobra no tenía más
objetivo que utilizar el prestigio de la CNT
para combatir al nuevo sindicalismo animado
por las jóvenes generaciones obreras que
estaba poniendo en jaque el modelo
franquista de relaciones laborales. El
señuelo era un sindicalismo políticamente
neutro y el anticomunismo heredero de los
sucesos del mes de mayo de 1937, pero sólo
unos pocos afiliados picaron el anzuelo:
Lorenzo Iñigo, Francisco Royano, Saturnino
Carot, Sebastián Clavo, Florian Calle, Ramón
Álvarez.... En el verano de 1965 firmaron
unos acuerdos con los representantes de la
CNS que fueron desautorizados por la
práctica totalidad de la militancia
anarcosindicalista, tanto del interior como
del exilio.
Fracasado su desembarco en el sindicalismo
vertical franquista, al ponerse en evidencia
su falta de representatividad, aislados del
conjunto del movimiento libertario y
desbordados por los acontecimientos
nacionales, los cincopuntistas continuaron a
pesar de todo con sus actividades y
mantuvieron una cierta coordinación entre
sus dispersos y escasos seguidores. En los
últimos meses del franquismo fueron de nuevo
utilizados por el entonces gobernador civil
de Barcelona, Rodolfo Martín Villa, y el
Delegado Provincial de la CNS en la capital
catalana, José María Socias Humbert,
cosechando un fracaso similar.
Pero la prolongada represión franquista no
sólo forzó a los grupos clandestinos de la
CNT a enmascarar su actividad, impidiéndoles
dotarse de una estructura sindical
centralizada, también dificultó el ingreso
en la organización confederal de las nuevas
generaciones anarquistas. Muchos jóvenes
fueron conmovidos por la experiencia
libertaria vivida en París en mayo de 1968,
cuyos ecos llegaron a una España que estaba
viviendo un proceso de creciente
radicalización política. Aislados e
inconexos, estos jóvenes formaron nuevos
núcleos disgregados de la red libertaria
clandestina.
En algunos de ellos militaban antiguos
afiliados cenetistas. Era el caso de una
corriente que fue denominada “humanista” que
tenía como principal polo de atracción a
Félix Carrasquer, un destacado dirigente
anarcosindicalista que había sido miembro
del Comité Nacional de la CNT desmantelado
en el mes de noviembre de 1947, a pesar de
que era ciego y precisaba de la compañía de
un lazarillo. En esta corriente se incluían
los llamados Grupos de Solidaridad, que
estaban presentes en Madrid, Barcelona y,
sobre todo, Valencia. Uno de sus militantes
más destacados era el madrileño Carlos
Ramos, que jugó un importante papel en el
proceso escisionista de la CNT.
Incluso en ámbitos tradicionalmente alejados
de la ideología anarquista se fueron
formando grupos con una ideología más o
menos vagamente anarcosindicalista. El
proyecto de renovación experimentado por la
Iglesia Católica a partir del Concilio
Vaticano II hizo posible la apertura
política hacia la izquierda de los sectores
confesionales con más inquietudes sociales,
encorsetados hasta ese momento por la
llamada Doctrina Social de la Iglesia. Mucho
se debatió, desde una y otra orilla, sobre
la confluencia de cristianos y marxistas,
pero muy poco se conoce sobre las relaciones
entre anarquismo y cristianismo.
El mejor representante de esta corriente de
opinión que pretendía conjugar la ideología
libertaria con la espiritualidad cristiana
fue Carlos Díaz, un joven profesor de
Filosofía, que publicó en esos años
numerosos artículos sobre anarquismo11. Pero
no fue el único, otros autores como Heleno
Saña, que había nacido en el seno de una
familia de tradición cenetista, también
ofrecían una visión mística del anarquismo.
En torno a estas ideas se fue formando una
pléyade de grupos anarquistas cohesionados
por el “elemento cristiano, utilizando
categorías, esquemas, estrategias de
indudable corte marxista, encubiertos por
lenguaje libertario como simple imagen
epidérmica, superficial y formal”.
Uno de estos grupos cristianos atraídos por
la ideología libertaria que se mostraban más
activos animaba en Bilbao y Madrid la
editorial ZYX. Mantuvieron contactos
frecuentes con algunos destacados militantes
anarcosindicalistas, como Juan Gómez Casas,
y en los últimos años del franquismo
editaron varios libros sobre temática
anarquista, entre los que merece la pena
destacar una breve biografía de Mijail
Bakunin publicada en 1966 y firmada por
Carlos López Cortezo. A pesar de que
sostienen que “en los últimos 60 años los
cristianos han editado más publicaciones
libertarias que todos los grupos anarquistas
juntos”14, las sucesivas ediciones de ZYX,
lejos de revelar la sintonía entre
anarquistas y cristianos, mostraban la
permisividad del régimen franquista para con
la Iglesia Católica, auténtico poder fáctico
bajo cuyo paraguas se refugió el colectivo
que animaba este proyecto editorial para
publicar obras que nunca hubiesen podido
salir a la calle si hubiesen sido escritas,
impresas o distribuidas por militantes
anarquistas.
EL grupo de ZYX no fue el único. Del seno de
Vanguardia Obrera Social y Vanguardia Obrera
Juvenil, las organizaciones del catolicismo
social impulsadas por los jesuitas, nació en
1962 una nueva organización denominada
Acción Sindical de Trabajadores que, en
1970, decidió “convertirse en una
organización política del proletariado [lo
que exigía] adoptar la ideología científica
que es el marxismo-leninismo, y elaborar una
Línea Política que, ajustada a las
condiciones concretas, sea guía para dirigir
y organizar la lucha de clases del
proletariado”, propuesta que no fue asumida
por “los anarco-sindicalistas (empeñados en
anclar el desarrollo de la conciencia de
clase no más allá de la lucha económica) y
los políticos pequeño-burgueses trosquistas
(empeñados en imponer sus propios prejuicios
ideológicos reaccionarios a la clase obrera)
[que] formarían un bloque para que la
Organización Revolucionaria de Trabajadores
se cerrara el paso a su conversión en
organización marxista-leninista. No
conseguirán sus propósitos y a mediados de
1971 se separarán de la Organización. Ésta,
salvado este obstáculo, emprende una marcha
ininterrumpida hacia el marxismo-leninismo”.
Purgados estos grupos despectivamente
calificados como anarcosindicalistas,
presentes hasta entonces en el seno de la
AST, la mayoría de sus afiliados adoptó las
posiciones más intransigentes del marxismo,
en la línea de Josif Stalin y Mao Zedong.
Al margen de cualquier otra asociación o
tendencia, a partir de los primeros años de
la década de los 70 fueron surgiendo al
calor de las cada día más numerosas luchas
obreras una serie de grupos de fábrica o
taller con una marcada ideología libertaria
que se mostraban bastante cohesionados,
aunque carecían de cualquier estructura
organizativa. Se denominaban Grupos
Autónomos y llegaron a tener cierta fuerza
en algunos ámbitos, como por ejemplo en las
empresas metalúrgicas del cinturón
industrial de Madrid. Arribaron al
anarquismo de forma autodidacta, sin ningún
contacto con los militantes veteranos, y su
proceso de maduración ideológica fue fruto
de su particular experiencia cotidiana en
las luchas obreras, por lo que estos grupos
se caracterizaron por su fuerte crítica a
las formas burocráticas y reformistas de
Comisiones Obreras y de los partidos
marxistas, especialmente del PCE.
En los últimos años del franquismo la
Universidad se convirtió en la punta de
lanza de la agitación opositora y en un
ámbito abierto para el ejercicio de las
libertades públicas. Por eso mismo, con
mayor fuerza si cabe que en el mundo
laboral, los planteamientos libertarios
empezaron a cuajar entre los estudiantes, en
buena parte bajo la influencia directa de la
revuelta del mayo del 68 parisino. En
numerosas localidades de todo el país se
crearon espontáneamente grupos de afinidad
de jóvenes anarquistas, tanto en Institutos
y Universidades, como veremos más adelante
que ocurrió en Zaragoza, como en los
barrios, como sucedió en Madrid, donde
incluso llegaron a estructurarse
territorialmente en la llamada Federación
Anarquista de Barrios (FAB), un ámbito de
actividad política por entonces animado por
las Asociaciones de Vecinos.
La reconstrucción
Aunque fuese lentamente, a partir de 1973
todos estos grupos comenzaron a coordinarse
para reconstruir las estructuras sindicales
de la CNT cuando llegase el esperado colapso
del régimen franquista, que a esas alturas
todos veían inminente. Así por ejemplo, en
Madrid los Grupos Autónomos empezaron a
tomar contacto con los veteranos; el Grupo
Anselmo Lorenzo tuvo un papel esencial en
este acercamiento.
(15 Editorial de En Lucha, 28 de abril de
1974.)
(16 Ver los dos tomos del Colectivo Estatal
Autonomía Obrera, Luchas autónomas en la
Transición democrática. Editorial Zero,
Madrid, 1977.)
Según los testimonios de Leandro Quevedo y
Vicente Díaz, en octubre de 1975, cuando tan
sólo faltaba un mes para la muerte del
general Franco, se aprovechó el entierro en
Madrid de la madre de Vicente Díaz, una
antigua y conocida militante libertaria,
para hacer una asamblea de militantes
anarcosindicalistas en el propio cementerio,
libre de cualquier presencia policial, que
puede considerarse el pistoletazo de salida
de la reconstrucción de la CNT; allí mismo
se decidió disolver los grupos de afinidad y
volver a estructurarse por sindicatos de
oficio. Al sepelio asistieron militantes
cenetistas de otras ciudades que, a la
vuelta a sus lugares de residencia,
plantearon hacer lo mismo a sus respectivos
grupos. Como reconoce uno de los
protagonistas, “la militancia veterana,
dispersa prácticamente tras el apagón de los
años cincuenta debido a la enorme represión
realizada por el franquismo sobre la
organización confederal, empieza a
reagruparse”.
A partir de la muerte del dictador, la
reconstrucción de la Confederación Nacional
del Trabajo se aceleró. En diciembre de 1975
se celebró en Madrid una asamblea, a la que
asistieron más de doscientas personas, en la
que se decidió reconstruir la organización
anarcosindicalista y se nombró un nuevo
Comité Regional de Centro que,
provisionalmente, funcionaría como Comité
Nacional hasta que pudiese celebrarse un
Pleno Nacional de Regionales.
En muy poco tiempo se restablecieron las
relaciones con todos los grupos de afinidad
que, repartidos por toda la geografía
nacional, se habían mantenido más o menos
activos en los últimos años, aunque mientras
tanto habían muerto bastantes de los
veteranos militantes libertarios. Los grupos
de afinidad, nacidos para evitar la
represión policial, se convirtieron
automáticamente en Sindicatos de Ramo o de
Oficios Varios. En enero de 1976 se celebró
un Pleno Nacional de Regionales de la CNT,
en el que se dio por reconstruida la
Confederación y, entre otras cosas, se
expuso que “convencidos los trabajadores de
que debemos luchar en sindicatos libres e
independientes de los partidos, como único
medio para alcanzar la verdadera revolución
social, proponemos:
-la solidaridad y respeto absoluto del
hombre;
-la participación directa en la actuación y
en la lucha;
-rechazo del liderismo y de la burocracia en
los sindicatos;
(Juan Gómez Casas, El relanzamiento de la
CNT. 1975-1979. Editorial CNT, Madrid,
1984.)
-independencia económica de los sindicatos
respecto de cualquier partido o Estado;
-derecho a la objeción de conciencia;
-abolición de la pena de muerte y métodos
represivos;
-eliminación del paro obrero y nivelación de
sueldos con respecto al nivel de vida;
-abolición de la duplicidad de empleos fijos
y eventuales, así como del trabajo a
destajo, primas y horas extras;
-una educación racional e integral sin
discriminación alguna.
La Confederación Nacional del Trabajo (CNT)
considera que la presión revolucionaria de
las conquistas reivindicativas de la clase
obrera en rebeldía contra los sistemas de
explotación y opresión, debe manifestarse
permanentemente con una dinámica de lucha
creciente, cada vez más radical, apoyándose
siempre en la clase trabajadora, promoviendo
su concurso y acción directa”.
Al mes siguiente, en la ciudad de Barcelona,
cuna de la CNT, se reunieron más de
seiscientos militantes que eligieron un
Comité Regional de Cataluña, y encuentros
similares se celebraron en Asturias,
Andalucía o Valencia. En los tres meses
posteriores a la muerte del general Franco,
el proceso de reconstrucción de los
sindicatos confederales y la coordinación
entre los diferentes núcleos locales para
vertebrar de nuevo toda la estructura
orgánica cenetista, era ya una realidad
indiscutible. Al final de esta etapa,
salieron a la luz incluso los grupos de
afinidad que se habían ido constituyendo en
las décadas precedentes en muchas pequeñas
ciudades de provincias, como Cuenca o
Guadalajara, permitiendo un rápido resurgir
de la CNT.
La ciudad de Zaragoza, uno de los bastiones
anarcosindicalistas antes de la Guerra
Civil, nos ofrece un caso paradigmático de
la reconstrucción de la organización
confederal. En los primeros meses de 1975
“un grupo no pequeño, pero tampoco numeroso,
de compañeros libertarios” se reunieron
clandestinamente en la denominada I Asamblea
Anarquista de Zaragoza, con el objetivo de
“clarificarnos y preparar las bases que
condugese (sic) a una reaparición real de
los libertarios y de sus alternativas”. La
vieja militancia confederal había sido
duramente reprimida a lo largo del
franquismo, por lo que esta reconstrucción
descansaba principalmente sobre los jóvenes
militantes ácratas organizados en diferentes
ámbitos, entre los que destacaban los Grupos
Autónomos formados por estudiantes de la
Universidad de Zaragoza, que llegaron a
editar su propio boletín, "Prohibido
prohibir", desde finales de 1974 hasta la
primavera de 1975. Nació de esta Asamblea la
decisión de los diversos grupos e
individualidades asistentes de realizar una
acción mancomunada tanto en el plano de
formación teórica como de actividad
propagandística. Se dedicó especial atención
a la presencia anarquista en las luchas de
la clase obrera de Zaragoza, fuesen de
ámbito empresarial (Gaysa, Montañés o
Vicente Garcés) o sectorial (Metal y
Construcción).
Con la experiencia adquirida y a la vista de
las nuevas posibilidades surgidas tras la
muerte del general Franco, se convocó en la
primavera de 1976 la II Asamblea Anarquista
de Zaragoza, en la que se tomó la decisión
de reconstruir la Federación Regional del
Valle del Ebro de la CNT: se asumía que “es
evidente que el movimiento antiautoritario
de Zaragoza y región han dado un paso de
cuyas implicaciones somos todos
conscientes”. En el mes de junio de 1976
veía la luz el número 6 de la publicación
Acción Libertaria, que ya reclamaba desde la
cabecera su nueva condición de portavoz de
esta reconstruida Federación Regional. En su
número 10, publicado en el mes de septiembre
de ese mismo año, se informaba de la
celebración de un Pleno de la Federación
Local de Zaragoza de la CNT a la que habían
asistido más de dos centenares de afiliados;
con razón pudo escribirse en las calles de
la capital aragonesa aquella célebre
pintada: “Animo abuelos, que ya volvemos”.
Como vemos, tanto los grupos de afinidad
anarcosindicalistas, formados por los
veteranos militantes cenetistas, como los
nuevos grupos de diferentes tendencias y
procedencias, nutridos sobre todo por
jóvenes ácratas, convergieron en la CNT a lo
largo de esos primeros meses de 1976;
prácticamente nadie quedó excluido de este
proceso. Por ejemplo, en Madrid, la FAB se
debatía entre continuar como agrupación
específicamente anarquista, siguiendo el
modelo de la Federación Anarquista Ibérica
(FAI), o disolverse en la estructura de la
naciente CNT o entrar en Comisiones Obreras
para hacerlas avanzar hacia planteamientos
libertarios. Finalmente, aconsejados por el
Grupo Anselmo Lorenzo, decidieron ingresar
en la CNT y disolver la FAB. En esa misma
asamblea se creó el Movimiento
Autogestionario de Barrios para incidir en
el ámbito ciudadano, pero este acuerdo nunca
se llegó a hacer realidad porque el trabajo
de reconstrucción cenetista acaparó todas
las tareas militantes.
El proceso de reconstrucción puede darse por
definitivamente concluido el 25 de julio de
1976. con la celebración del segundo Pleno
Nacional de Regionales después de la muerte
del general Franco; a él asistieron
delegaciones de Andalucía, Asturias,
Cataluña, Centro, Euskadi y País Valenciano.
Se eligió el primer Comité Nacional regular
de la CNT, se acordó dotarse de un carnet
confederal y se estableció una cotización
mínima, además de aprobarse la publicación
de un boletín informativo y de una revista
que fuese el portavoz oficioso de la
Confederación, aunque estos dos acuerdos
nunca se llevaron a la práctica.
El 27 de marzo de 1977 se autorizó la
celebración de un mitin de la CNT en la
Plaza de Toros de San Sebastián de los Reyes
que supuso la primera salida a la luz
pública del movimiento libertario después de
que ese mismo mes fuesen legalizadas las
diferentes centrales sindicales, tras
cuarenta años de forzosa clandestinidad. La
masiva asistencia al acto de San Sebastián
de los Reyes sorprendió a propios y
extraños; nadie ni dentro ni fuera de la CNT
esperaba que varias decenas de miles de
personas acudiesen al llamamiento realizado
por una antaño potente organización a la que
muchos daban por muerta. El 2 de julio de
ese mismo año, más de ciento cincuenta mil
personas asistían a un mitin cenetista en
Montjuich, mostrando la pujanza del
movimiento libertario en Barcelona, la
antigua Rosa de Fuego.
Detrás de estos éxitos se encontraba la
fructífera reconstrucción de la central
anarcosindicalista. En el mes de abril de
1977 se celebró una reunión Plenaria del
Comité Nacional a la que asistieron las
distintas Confederaciones Regionales que
agrupaban a 176 Federaciones Locales: 50 en
Andalucía, 42 en Cataluña, 30 en el País
Valenciano, 13 en las provincias de Murcia y
Albacete, 12 en Aragón y Rioja, 8 en la zona
Centro, 7 en Euskadi, 4 en Cantabria y otras
4 en Extremadura, 3 en Galicia y el mismo
número en Canarias, además de las existentes
en Asturias y León que no ofrecieron datos
concretos.
En el mes de septiembre de 1977 el proceso
de Transición democrática parecía haber
superado un punto de inflexión, después de
la concesión de una amnistía casi total, de
la legalización de casi todos los partidos
políticos y sindicatos obreros y de la
celebración de las primeras elecciones
democráticas. En ese momento, la CNT tenía
más de 50.000 afiliados organizados en 13
Confederaciones Regionales y más de 250
Federaciones Locales; solamente en Cataluña
se hablaba de 8 Federaciones Comarcales y 70
Federaciones Locales, con más de 300
sindicatos formalmente constituidos y una
cifra que se aproximaba a los 70.000
cotizantes. La reconstrucción de la
Confederación Nacional del Trabajo era un
éxito.
La escisión
Este importante crecimiento orgánico no
pudo darse sin practicar una estrategia
generosa de puertas abiertas que acogía por
igual a todos los grupos e individualidades
que se reclamaban a sí mismos como
libertarios y que aseguraban identificarse
con los postulados tradicionales de la CNT.
A nadie se le excluyó en este proceso de
reconstrucción anarcosindicalista, ni a
ninguna de las tendencias en que se había
dividido el exilio confederal, ni a los
cincopuntistas que acudieron de nuevo a las
filas cenetistas.
Junto a estos grupos, en la renacida
Confederación Nacional del Trabajo se
integraron colectivos muy heterogéneos: GOA,
Autonomía Obrera, Liberación, Movimiento
Comunista Libertario... Entre ellos merece
la pena resaltar la entrada de núcleos
marxistas heterodoxos, que buscaban en las
raíces históricas del marxismo respuestas a
la compleja situación que vivían los países
de la órbita soviética, y que habían sido
puestos de manifiesto por los
acontecimientos de la llamada Primavera de
Praga. Grupos partidarios de la formación de
Consejos Obreros, popularmente llamados
consejistas, seguidores de Rosa Luxemburgo,
núcleos del resurgido Partido Obrero de
Unificación Marxista (POUM) y otras
distintas heterodoxias del marxismo
nutrieron en un primer momento las filas de
los sindicatos de la CNT.
Algunos de estos colectivos abandonaron muy
pronto la organización confederal. Es el
caso de la tendencia anarco-nacionalista
presente en Euskadi, articulada en torno a
la revista Askatasuna y encabezada por Mikel
Orrantia, autor de un libro titulado Por una
alternativa libertaria y global, que
salieron de la CNT cuando vieron frustrado
su proyecto de constituir una organización
sindical específica para Euskadi que además
debía ser reconocida como sección nacional
por la AIT. Igual situación se dio en
Cataluña con buena parte de los Grupos
Autónomos, que abandonaron la CNT antes de
1979 para dar vida a una nueva organización
sindical, los Colectivos Autónomos de
Trabajadores, presentes en aquellos momentos
en sectores laborales tan dispares como los
astilleros gaditanos o los funcionarios de
Cataluña.
Perdida la cultura tradicional libertaria,
interrumpida la herencia histórica de la
Primera Internacional y huérfana del
necesario debate de decantación ideológica,
la CNT decidió clarificar con calma y
sosiego su situación convocando un Congreso,
el quinto de los celebrados hasta esa fecha,
que se realizó del 8 al 16 de diciembre de
1979 en Madrid, y más concretamente en su
Casa de Campo, cuarenta y tres años después
del anterior. Ya desde el período
precongresual se habían empezado a decantar
las diferentes tendencias que habían
convergido en el sindicato.
En Barcelona fueron expulsados del Sindicato
de la Construcción los miembros de los
autodenominados Grupos de Afinidad
Anarcosindicalista, que nada tenían que ver
con los grupos de afinidad creados en los
años 60, por su práctica sindical reformista
y, sobre todo, por constituir una
organización paralela dentro de la CNT. Al
poco tiempo, cerca de ochenta militantes se
van del Sindicato de Artes Gráficas de la
misma ciudad. En Madrid se intentó
desfederar al Sindicato de Enseñanza en
solidaridad con los expulsados de Barcelona;
no se consiguió y abandonaron el sindicato
los diecisiete militantes que lo
propugnaban.
Son los primeros escarceos del pulso que
algunos sectores de la CNT echaron al
conjunto de la organización confederal. Para
ganar este pulso, y para ganar el Congreso,
estos sectores van a coordinarse
progresivamente hasta el punto de establecer
una estructura propia en el seno de la CNT,
paralela a la armazón sindical orgánica: de
ahí su nombre de “paralelos”. El objetivo
era controlar el mayor número de sindicatos
para copar las delegaciones que asistieron
al V Congreso Confederal e imponer sus
propuestas al resto de corrientes y
tendencias.
¿Quiénes nutrieron esta estructura
“paralela”? Una compleja amalgama de
sindicalistas cristianos, marxistas
heterodoxos, posibilistas libertarios, los
últimos cincopuntistas... que tenían en
común la idea de que era imprescindible
forzar un cambio en la estrategia sindical
de la CNT para adecuarla a la política de
pacto y reforma que ya estaba orientando la
Transición democrática. El camino a seguir
lo marcará la SAC, una central sindical
minoritaria de Suecia que abandonó el
anarcosindicalismo en los años cincuenta del
siglo pasado.
Quedaban al margen los militantes de algunos
partidos de la izquierda comunista,
fundamentalmente trostkistas fieles a su
táctica del “entrismo”, que buscaban en la
CNT una cantera para su menguada militancia
y un altavoz para sus propuestas. Por su
radicalismo, en buena medida provocado por
su empacho de teoría marxista, y por su
escaso número, a pesar de considerarse a sí
mismos el “partido de la clase obrera”, sus
posibilidades de hacerse con el control de
la CNT eran insignificantes pero su
actividad cooperó para crear el clima de
conspiración que ensombreció la convocatoria
del V Congreso.
Los veteranos militantes
anarcosindicalistas, que habían encabezado
la reconstrucción cenetista desde sus grupos
de afinidad, y los jóvenes que más se
identificaban con el anarquismo clásico, se
sabían mayoritarios en el seno de la
organización confederal y formaron un bloque
anarcosindicalista para impedir el anunciado
cambio de rumbo de la CNT.
Para estos anarcosindicalistas no cabía duda
de que “al surgimiento público de la CNT nos
encontramos con la presencia de varios
grupos de presión que de buen principio se
infiltran en las estructuras orgánicas de la
CNT”. Por su parte, los “paralelos” acusaron
a los militantes de la reconstruida
Federación Anarquista Ibérica de actuar con
autoritarismo ejerciendo un dominio
dictatorial en el seno de los sindicatos
cenetistas: al bloque anarcosindicalista le
denominaban, con desprecio, “exilio-FAI”.
En este comicio se debatió sobre todo lo que
concernía a la Confederación, volviendo a
tratar asuntos que ya habían sido aprobados
en comicios anteriores: parecía como si la
CNT, emulando a Sísifo, empezara de cero
otra vez. Se aprobó una ponencia sobre
principios, tácticas y finalidades que
concordaba en todo con los postulados
tradicionales de la Confederación; una nueva
normativa orgánica que era muy similar, en
esencia, a la anterior; una resolución sobre
el patrimonio histórico de la CNT y el
patrimonio acumulado por la organización
sindical franquista; una ponencia sobre
Trayectoria histórica del cincopuntismo, sus
consecuencias, la traición, delación y
colaboraciones.“para prensa, propaganda y
formación; resoluciones sobre el paro y
sobre los presos... Se fijaron las
relaciones que la CNT había de tener con
otras organizaciones, y se ratificó su
adhesión a la AIT, la Internacional sindical
reconstruida en 1922.
Pero el punto más conflictivo era el que se
refería a la estrategia laboral y sindical.
Aquí se produjeron los mayores choques entre
los anarcosindicalistas y los “paralelos”.
Finalmente, la moción aprobada por amplia
mayoría en el Congreso estaba en consonancia
con el sindicalismo revolucionario clásico
defendido tradicionalmente por la CNT: se
abogaba por la acción directa, se rechazaban
los Comités de Empresa y la participación en
las Elecciones Sindicales, así como se
desaprobaban la existencia de liberados en
los sindicatos y la percepción de
subvenciones estatales.
Al conocerse los resultados de la votación,
parte de las delegaciones asistentes
abandonaron el Congreso con la intención de
impugnar sus acuerdos alegando defectos de
forma y presiones del grupo “exilio-FAI”. No
dieron por válido el Congreso y consiguieron
consumar una escisión al desfederar a los
sindicatos que controlaban. Crearon una CNT
“paralela” que tuvo su primer congreso al
año siguiente, en la ciudad de Valencia, en
el que establecieron una estrategia sindical
completamente distinta a la que había sido
aprobada en el V Congreso de la CNT:
aceptaron subvenciones, se presentaron a las
Elecciones Sindicales, los diferentes
comités tenían poder de decisión y contaban
con militantes profesionales o liberados,
tanto en los Comités de Empresa como en la
propia estructura confederal.
Conclusiones
La Confederación Nacional del Trabajo en
particular, y el movimiento libertario en
general, fueron derrotados en la Guerra
Civil. Sin embargo este descalabro, lejos de
desalentarles, dio alas a sus militantes
para reemprender la lucha contra la
dictadura desde las mismas cárceles. Fieles
a la coherencia entre fines y medios que
siempre ha caracterizado al anarquismo, se
dedicaron con ahínco a la reconstrucción en
la clandestinidad de los sindicatos
confederales. En muy pocos años, habían
conseguido poner en pie una sólida
organización que acogía a más de cincuenta
mil afiliados.
Esta renacida CNT tenía como primer objetivo
la caída de la dictadura franquista y la
recuperación de las libertades ciudadanas, y
para alcanzar este propósito no dudó en
adoptar todas las formas de lucha, desde la
colaboración con fuerzas políticas que
habían apoyado al general Franco durante la
Guerra Civil, y que interesadamente habían
evolucionado hacia posiciones democráticas,
hasta el mantenimiento de una lucha
guerrillera que se negaba a aceptar el final
del conflicto bélico, sin olvidar una sorda
acción sindical en campos, fábricas y
talleres.
Al comenzar la década de los años 50, la
represión había castigado con fuerza a las
nutridas filas cenetistas por lo que se hizo
imprescindible un cambio de estrategia en la
lucha contra el régimen franquista. Por
coherencia entre fines y medios y por
fidelidad a la ideología libertaria que
compartían, los militantes
anarcosindicalistas rechazaron dotarse de
unos cuadros conspirativos profesionales o
dedicarse más intensamente a una lucha
armada que algunos compañeros todavía
ejercían.
Como ya había sucedido en épocas anteriores,
los anarquistas españoles decidieron dejar
de actuar en nombre de la CNT y abandonando
la organización en sindicatos estructurarse
a través de los grupos de afinidad ácratas.
Aunque carecían de cualquier estructura
centralizada, aunque muchos de estos núcleos
estuviesen sometidos a una fuerte presión
policial que les impedía ejercer un
activismo social muy destacado y aunque no
cejó la represión sobre los militantes
libertarios, por todo el país fueron
surgiendo numerosos grupos de afinidad.
Junto a ellos, se fueron incorporando a la
corriente anarcosindicalista miembros de las
jóvenes generaciones de estudiantes y
trabajadores, algunos llegados desde el
cristianismo militante postconciliar, otros
desde el marxismo heterodoxo, éstos desde un
práctica sindical que les alejaba de unas
Comisiones Obreras cada vez más reformistas
y burocráticas, aquéllos impactados por las
propuestas revolucionarias del parisino Mayo
de 1968. Sin contacto con los militantes
cenetistas más conscientes y capaces, su
visión del anarquismo no siempre se
correspondía con la tradición ideológica
ácrata.
Cuando la muerte del general Franco se vio
próxima, toda esta amalgama de grupos fueron
entrando en contacto, recomponiendo sus
incipientes organizaciones y convergiendo en
una renacida CNT. Pero, por su propio origen
heterogéneo, este proceso de reconstrucción
de la vieja confederación anarcosindicalista
llevaba en su seno el germen de su
destrucción; solamente el entusiasmo de los
primeros años de la Transición permite
explicar la alegría con que se vivió este
fugaz espejismo unitario.
Desde que la CNT se vio confrontada con la
realidad cotidiana del país, y sobre todo
desde que tuvo que realizar la necesaria
clarificación ideológica convocando su V
Congreso Confederal, esta alianza
provisional de grupos, corrientes y
tendencias saltó por los aires. Aquellos
militantes que se habían arrimado al
anarcosindicalismo al calor de la
reconstrucción de la antaño prestigiosa CNT,
la abandonaron rápidamente cincopuntistas,
cristianos, nacionalistas, marxistas
heterodoxos... Fracasados sus intentos de
controlar la estructura orgánica confederal
por medio de un organización paralela y, por
eso mismo, derrotados en el Congreso,
tomaron su propio camino.
La CNT retomó sus esencias, pero pagando un
alto precio: una dolorosa ruptura sindical,
una sensible pérdida de militantes y una
sensación de amargo desencanto.
FUENTES HEMEROGRAFICAS
Construcción, Sindicato de la Construcción
de Madrid, nº 1: noviembre 1975
Acción libertaria, Regional de Aragón, nº 6:
junio de 1976
La colmena obrera, Federación Local de
Badalona, julio de 1976
Martillo, Sindicato del Metal de Barcelona,
nº 1: agosto de 1976
Vibracions, Federación Comarcal del Alto
Ampurdán, septiembre de 1976
CNT, Sindicato de la Construcción de
Zaragoza, octubre de 1976
Catalunya, revista d´opinió confederal, nº
1: octubre de 1976
Acción directa, Federación Local de Mataró,
nº 1: octubre de 1976
Andalucía libertaria, Regional de Andalucía,
nº 1: octubre de 1976
Confederación, Regional Murcia-Albacete, nº
1: diciembre de 1976
Apoyo mutuo, Sindicato de Oficios Varios de
Cuéllar, nº 1: diciembre de 1976
El escaparate libertario, Sindicato de
Comercio de Madrid, nº 1: marzo de 1977
Tierra y libertad, Federación Anarquista
Ibérica, Barcelona
CNT, Portavoz de la Confederación Nacional
del Trabajo, Madrid
Solidaridad Obrera, Regional de Cataluña,
Barcelona
Fragua Social, Regional del País Valenciano,
Valencia
Bicicleta, Madrid y Valencia
Ajoblanco, Barcelona
|
CNT: la única organización
anarcosindicalista de España.
Los primeros años.
El movimiento anarquista español carecía de
una organización nacional estable en sus
primeros años. El anarquista Juan Gómez
Casas discutió la evolución de la
organización anarquista antes de la creación
de la CNT:
Después de un periodo de dispersión, la
Federación de Trabajadores de la Región
Española desapareció, para ser reemplazada
por la Organización Anarquista de la Región
Española... Esta organización entonces
cambió, en 1890, al Pacto de Ayuda y
Solidaridad, el cual fue por sí mismo
disuelto en 1896 debido a la represiva
legislación en contra del anarquismo
separandose en varios núcleos y sociedades
de trabajadores autónomas... Los restos que
quedaron del FRE dieron origen a la
Solidaridad Obrera en 1907, la antecesora
directa de la CNT. —Juan Gómez Casas
Existió un consenso general entre los
anarquistas a principios del siglo XX de que
una nueva organización laboral nacional se
necesitaba para traer coherencia y fuerza al
movimiento. Esta situación se enmarcaba
dentro del proceso natural de la revolución
industrial . Durante la restauración
borbónica , a los partidos tradicionales y
dinásticos representados por Cánovas del
Castillo y Práxedes Mateo Sagasta , el
movimiento obrero emergente se unió
alrededor del PSOE como fuerza política y de
la UGT como sindicato obrero. No faltaban
tampoco los movimientos republicanos y con
más acento demócrata que parte de la nueva
burguesía apoyaba.
Así, la CNT nació hacia el año 1910 en
Barcelona en un congreso del sindicato
catalán Solidaridad Obrera con el objetivo
de constituir una fuerza relevante opositora
al sindicato mayoritario por entonces, la
socialista UGT y " apresurar la emancipación
económica de la clase trabajadora a través
de la expropiación revolucionaria de la
burguesía... ". La CNT comenzó siendo
pequeña, con alrededor de 30.000 miembros a
través de varios sindicatos y otras
confederaciones.
En 1911 con ocasión de su primer congreso se
convocó una huelga general lo que provocó
que el sindicato fuese ilegalizado hasta
1914 . En ese mismo año de 1911, el
sindicato recibió oficialmente su nombre.
A partir de 1916 la CNT cambió de estrategia
con respecto a la UGT estableciendo
relaciones con este sindicato, lo que hizo
que ambas organizaciones convocaran
conjuntamente la huelga general de 1917 . En
el segundo congreso de la CNT en 1919 se
estudió la posibilidad de la fusión de las
organizaciones para contribuir a una mayor
unidad del movimiento obrero español . En el
mismo congreso se aprobó la vinculación
provisional de la CNT a la Tercera
Internacional , pero tras la visita de Ángel
Pestaña a la URSS y por consejo de éste, la
CNT se apartará de ella definitivamente en
1922 .
Auge de la CNT
A partir de 1918 la CNT se fortaleció por
una crisis en la industria catalana, lo que
llevó a muchos obreros a afiliarse al
sindicato. El sindicato tuvo un papel
destacado en el desarrollo de la huelga de
La Canadiense . Entonces empezó a cundir el
pánico entre los patrones, siendo el origen
del pistolerismo que propició un auge de la
violencia y afectó significativamente al
sindicato.
En 1922 se forma en Berlín la Asociación
Internacional de los Trabajadores ,
organización a la que se adheire la CNT. En
1923 , con el advenimiento de la dictadura
de Miguel Primo de Rivera , el sindicato es
ilegalizado.
En 1927 y ante el posicionamiento "moderado"
de algunos cenetistas , se crea en Valencia
la Federación Anarquista Ibérica (FAI), una
asociación de grupos de afinidad
anarquistas, que desempeñará un papel
importante en los siguientes años a través
de la denominada trabazón con la CNT, es
decir la presencia de elementos faístas en
la anarcosindical. La intención era que el
sindicato no se alejase de los postulados
ácratas .
La Segunda República
Tras la caída del antiguo régimen hay un
inicial apoyo a la Segunda República que irá
disminuyendo durante el período del 1931 -
1933 por los constantes enfrentamientos con
las autoridades republicanas en las
sucesivas huelgas sectoriales y generales,
al final del cual incluso se llevarán a cabo
las llamadas revoluciones de Enero y de
Diciembre , ambas rápidamente controladas
por el Estado, y a los sucesos de Casas
Viejas . En aquel entonces, el núcleo
principal de la CNT estaba en Cataluña ,
pero en otras regiones ganaba importancia
como en Aragón (donde era mayoritario frente
a UGT) o Andalucía .
Las tensiones entre el "ala moderada" ( no
faístas ) y el "ala radical" ( faístas ) son
constantes y complejas de analizar dado el
carácter descentralizado y sectorial de la
organización. Finalmente en 1931 un grupo de
no faístas publica el Manifiesto de los
Treinta que dará lugar al treintismo y en
1932 Ángel Pestaña crea el Partido
Sindicalista .
El bienio negro supuso una etapa de
clandestinidad que atacó profundamente las
bases del anarcosindicalismo a nivel
nacional, durante el que la CNT participaría
en un plano secundario frente a la
iniciativa socialista en la llamada
Revolución de Octubre de 1934 . En Asturias
, sin embargo, la Confederación Regional del
Trabajo de Asturias, León y Palencia de la
CNT participará activamente en la revolución
como consecuencia de su postura más proclive
a la alianza obrera formalizada a través de
la UHP con el pacto con la UGT y la FSA . De
esta manera, en La Felguera, Langreo y en el
barrio de El Llano de Gijón se llegaron a
dar breves experiencias de comunismo
libertario :
En la barriada de El Llano se procedió a
regularizar la vida de acuerdo con los
postulados de la CNT: socialización de la
riqueza, abolición de la autoridad y el
capitalismo. Fue una breve experiencia llena
de interés, ya que los revolucionarios no
dominaron la ciudad.
"Se siguió un procedimiento parecido al de
La Felguera. Para la organización del
consumo se creó un Comité de Abastos, con
delegados por calles, establecidos en las
tiendas de comestibles, que controlaban el
número de vecinos de cada calle y procedían
a la distribución de los alimentos. Este
control por calle permitía establecer con
facilidad la cantidad de pan y de otros
productos que se necesitaban. El Comité de
Abastos llevaba el control general de las
existencias disponibles, particularmente de
la harina". —Manuel Villar. El anarquismo en
la insurrección de Asturias: la CNT y la FAI
en octubre de 1934
Se considera que hubo hasta 30.000
encarcelados durante este periodo. La
exitosa huelga de transportes en Zaragoza ,
continuada por huelga general, que duró más
de dos semanas, se convocó en unidad con la
UGT en 1935 . Sin embargo, la colaboración
no cuajó en siguientes acciones.
Las elecciones de 1936 tras el
desmoronamiento del gobierno de Lerroux
colocaron en una compleja tesitura a la CNT.
Las opiniones dentro de la organización se
repartían entre el tradicional
abstencionismo , el dejar vía libre a los
obreros para votar, o directamente a pedir
el voto para el Frente Popular . Éste tenía
entre sus promesas electorales la amnistía
para los presos.
Se considera que una parte del crecimiento
del Frente Popular sobrevino precisamente
por el voto libertario .
La Guerra Civil
En 1936 , la CNT sería finalmente
legalizada, tras períodos de clandestinidad
seguidos de otros más cortos de
legalización, hasta su aplastamiento al
final de la Guerra Civil , donde el
sindicato colaboró con otra fuerzas del
llamado Bando republicano para oponerse al
Bando nacional , llegando incluso durante el
desarrollo de la contienda a formar parte
del gobierno de la República con varios
ministerios y altos cargos de la
administración.
En Barcelona los anarquistas se hicieron con
el control, colectivizando gran parte de las
actividades, hecho del que fue testigo
George Orwell :
"Por primera vez en mi vida, me encontraba
en una ciudad donde la clase trabajadora
llevaba las riendas. Casi todos los
edificios, cualquiera que fuera su tamaño,
estaban en manos de los trabajadores y
cubiertos con banderas rojas o con la
bandera roja y negra de los anarquistas; las
paredes ostentaban la hoz y el martillo y
las iniciales de los partidos
revolucionarios; casi todos los templos
habían sido destruidos y sus imágenes,
quemadas. Por todas partes, cuadrillas de
obreros se dedicaban sistemáticamente a
demoler iglesias. En toda tienda y en todo
café se veían letreros que proclamaban su
nueva condición de servicios socializados;
hasta los limpiabotas habían sido
colectivizados y sus cajas estaban pintadas
de rojo y negro. Camareros y dependientes
miraban al cliente cara a cara y lo trataban
como a un igual. Las formas serviles e
incluso ceremoniosas del lenguaje habían
desaparecido. Nadie decía señor, o don y
tampoco usted; todos se trataban de
«camarada» y «tú», y decían ¡salud! en lugar
de buenos días". —George Orwell, Homenaje a
Cataluña
En agosto de 1936 cuando el frente en Aragón
comenzó a estabilizarse, dos quintos de la
región estaban bajo control de los rebeldes,
aunque comprendiendo a la mitad de la
población puesto que controlaban las tres
capitales de provincia y Calatayud . A pesar
de la importancia de la CNT en esta región
no fue capaz de responder y la represión
pronto fue acabando con la organización en
las zonas controladas por el bando nacional.
En la otra parte del Aragón dividido, el
Estado republicano quedó igualmente anulado.
Las milicias de la CNT que ocuparon el Bajo
Teruel y Huesca , establecieron comités de
defensa que sustituían a los antiguos
ayuntamientos. En las zonas con mayor
presencia anarquista previa a la guerra
comenzó con fuerza el proceso de
colectivización de la tierra. Estas primeras
colectivizaciones eran voluntarias y se
establecían a partir de las tierras
propiedad de los miembros y las requisadas a
los huídos o desaparecidos. Aquellos que
quisieran mantener la propiedad de la tierra
no podían contratar a terceras personas, que
no fueran de su familia, y las tierras que
no labraran pasaban a control de la
colectividad.
George Orwell comentó acerca de las
características de la nueva sociedad que se
creó en las colectividades:
"Yo estaba integrando, más o menos por azar,
la única comunidad de Europa occidental
donde la conciencia revolucionaria y el
rechazo del capitalismo eran más normales
que su contrario. En Aragón se estaba entre
decenas de miles de personas de origen
proletario en su mayoría, todas ellas vivían
y se trataban en términos de igualdad. En
teoría, era una igualdad perfecta, y en la
práctica no estaba muy lejos de serlo. En
algunos aspectos, se experimentaba un
pregusto de socialismo, por lo cual entiendo
que la actitud mental prevaleciente fuera de
índole socialista. Muchas de las
motivaciones corrientes en la vida
civilizada —ostentación, afán de lucro,
temor a los patrones, etcétera— simplemente
habían dejado de existir. La división de
clases desapareció hasta un punto que
resulta casi inconcebible en la atmósfera
mercantil de Inglaterra; allí sólo estábamos
los campesinos y nosotros, y nadie era amo
de nadie". —George Orwell, Homenaje a
Cataluña
Algunas de las colectividades más
importantes fueron las de Alcañiz , Calanda
, Alcorisa , Valderrobres , Fraga o Alcampel
. No sólo se colectivizaron las tierras,
sino que se empredieron labores colectivas
como la residencia de ancianos de Fraga o la
recuperación de hospitales (como en
Barbastro o Binéfar , La Casa de Salud
Durruti ); así como la fundación de
escuelas, entre ellas la Escuela de
Militantes Libertarios . Estas obras serían
destruidas durante la guerra por las tropas
nacionales.
Para proteger las nuevas organizaciones
rurales el comité organiza un pleno regional
extraordinario de representantes sindicales
de los pueblos liderados, respaldado por
Buenaventura Durruti . En contra de la
opinión del comité nacional de la CNT,
fundamentalmente catalán , se crea el
Consejo Regional de Defensa de Aragón .
El 23 de diciembre de 1936 , tras recibir en
Madrid una comitiva formada por Joaquín
Ascaso , Miguel Chueca y tres líderes
republicanos e independientes, el gobierno
de Largo Caballero en el que se habían
integrado como ministros cuatro anarquistas
( Joan García Oliver , Juan López , Federica
Montseny y Juan Peiró ), reconoce la
formación del Comité de Defensa Nacional,
órgano revolucionario en que estaban
representados tanto anarquistas como
socialistas y republicanos .
A mediados de febrero de 1937 se celebra un
congreso en Caspe con el propósito de crear
una federación de colectividades regional al
que asisten 500 delegados que representan a
80.000 colectivistas del Aragón libertario .
En un pleno de la CNT de marzo de 1937 , el
comité nacional pedía un voto de censura
para la supresión del Consejo Regional. La
amenaza de dimisión de todo el comité
regional aragonés lo impidió. Las Jornadas
de Mayo en Barcelona y la caída del gobierno
de Largo Caballero seguida del gobierno de
Juan Negrín precipitaron el derrumbe de la
experiencia libertaria.
A principios de julio las organizaciones
aragonesas del Frente Popular apoyaron
públicamente al Consejo a su presidente,
Franciso Ascaso . Cuatro semanas después la
11ª División de Enrique Líster entró en la
región. El 10 de agosto de 1937 el gobierno
repubicano establecido en Valencia disolvía
el Consejo Regional de Defensa de Aragón. La
división de Líster se disponía a una
ofensiva en el frente de Aragón, pero
también fueron utilizadas para someter a la
organización anarquista y desmontar las
estructuras colectivas creadas en los doce
meses anteriores.
Otras figuras clave de la época son Fernando
Ascaso y Miguel García Vivancos .
Existió también un espíritu de revolución
sexual. La organización Mujeres Libres
estableció liberatorios para la prostitución
en donde se daba una alternativa a las
mujeres que querían dejar esa actividad. La
mujer adquirió un papel que nunca había
tenido en la sociedad española hasta
entonces, combatiendo en el frente y
trabajando en los tajos, lugares que hasta
entonces les habían sido vedados. El amor
libre se popularizó, aunque las suspicacias
de algunos padres hicieron que se creasen
los casamientos revolucionarios , ceremonias
informales en las que se hacía constar los
emparejamientos, y que podían ser anulados
si las partes afectadas no querían continuar
la relación.
La CNT bajo la dictadura franquista
En 1939 la Ley de responsabilidades
políticas ilegalizaba la organización y se
expropiaban sus bienes; inmuebles, material,
vehículos, cuentas bancarias, empresas
colectivizadas y documentación. Por aquel
entonces la CNT contaba con un millón de
afiliados y la infraestructura que la
soportaba era amplia.
La CNT funcionó de forma clandestina dentro
del Estado español durante el franquismo ,
dándose también actividades de cenetistas en
el exilio y siguió la lucha contra el
régimen de Francisco Franco hasta 1948 a
través de algunos maquis . A partir de
entonces, posturas divergentes propiciaron
un debilitamiento de la organización que
hizo que ésta perdiese influencia entre la
población. En 1961 se revitalizó
consolidándose a lo largo de las décadas de
1960 y 1970 gracias a la penetración del
ideario anarcosindicalista en organizaciones
obreras católicas antifranquistas como
Hermandad Obrera de Acción Católica (HOAC) y
Juventud Obrera Católica (JOC).
Durante la Transición
Tras la muerte de Franco en noviembre de
1975 y el comienzo de la Transición , la CNT
celebra su primer congreso desde 1936 así
como diversos mitines multitudinarios, el
más destacado en Montjuïc . De sus
conclusiones surgirán algunas de las líneas
de actuación que marcan su actividad en los
centros de trabajo. No participación en las
elecciones sindicales , no reconocimiento de
los comités de empresa , no aceptación de
subvenciones estatales o empresariales,
apoyo a la formación de secciones sindicales
.
En este primer congreso, celebrado en 1979
en Madrid , un sector minoritario,
partidario de las elecciones sindicales, se
escinde y pasa a llamarse CNT Congreso de
Valencia (en referencia al Congreso
alternativo realizado en esa ciudad) y
posteriormente, perdidas judicialmente las
siglas en abril de 1989 , a CGT . Un año
después un grupo de afiliados de la CGT se
marcha de este sindicato por recibir
subvenciones, y funda Solidaridad Obrera
(SO).
La CNT se vio afectada un año antes, en 1978
, por el Caso Scala , un incendio provocado
en una sala de fiestas barcelonesa . Los
cenetistas han mantenido que se buscó
criminalizar a la organización:
"Resultaba evidente que la policía no
buscaba nada ni a nadie —ya tenían a los
culpables— se trataba simplemente de
amedrentar a los cenetistas y de ahuyentar
de la organización a miles de trabajadores
afiliados que, si bien se identificaban con
la línea sindical de los
anarconsindicalistas, no estaban dispuestos
a llegar demasiado lejos en su adhesión, ni
mucho menos a desafiar una represión
policial de aquella envergadura. La cosa no
era de broma, las noticias de nuevas
detenciones crearon un ambiente de
inseguridad en gran parte de la afiliación.
Por otra parte, la certeza de la implicación
de la CNT en el atentado fue afianzándose en
la opinión pública, lo que provocó un serio
deterioro en la imagen de la organización y
de los anarquistas por extensión. Si a esto
añadimos las noticias de agresiones y
asaltos por parte de grupos fascistas, que
en aquellos días se incrementaron de forma
muy considerable, podemos hacemos una imagen
aproximada de la situación. Ser libertario
en aquellos momentos se convirtió en algo
bastante desagradable. Los medios de
comunicación lo hicieron impopular, la
policía y los grupos de la ultraderecha lo
hicieron peligroso". —Revista Polémica: El
Caso Scala. Un proceso contra el
anarcosindicalismo
A partir de su legalización, se inicia un
movimiento para la reparación de las
expropiaciones de 1939 , que se concretará
en la ley 4/1986 que obligaba a la
devolución de los bienes incautados y el
derecho a la cesión y uso de inmuebles por
parte de los sindicatos. Desde entonces, la
CNT viene reclamando la devolución de bienes
por parte del Estado.
En la década de 1990 se procedió a la
ocupación de las instalaciones del Consejo
Económico y Social , con sede en Madrid ,
organismo encargado de la repartición del
patrimonio sindical acumulado. En el año
2004 se llegó a un acuerdo entre la fiscalía
y la CNT por el cual el centenar de
procesados por dicha ocupación quedaban
libres con cargos.
En la actualidad
La CNT se opone al modelo de las elecciones
sindicales y comités de empresa , y es
crítica con los sindicatos mayoritarios UGT
y CC.OO. y las reformas laborales, a la vez
que mantiene una plataforma reivindicativa.
En el año 2005 , el gobierno del Estado
español continuó la devolución del
patrimonio sindical incautado durante y tras
la Guerra Civil a los sindicatos UGT y CNT.
Desde algunos colectivos sociales y medios
de comunicación, se calificó esta devolución
como una muestra de favoritismo a UGT, pues
en la anarcosindical en 1936 la afiliación
era similar a la del otro sindicato y el
gobierno devuelve en ese año a la CNT cuatro
millones de euros mientras que a UGT
devolvía una cantidad realmente superior. La
CNT sigue reclamando a día de hoy la
devolución de su patrimonio histórico
incautado.
En julio de 2006 se celebra el 70
aniversario de la Revolución Española de
1936 , motivo por el cual la CNT y la FAI
organizan unas jornadas conmemorativas con
distintos eventos como ponencias, debates,
proyecciones, exposiciones y actuaciones
musicales.
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