La CNT en la transici�n: una ra�z profunda.
Alfredo Gonz�lez Mart�nez
Juan Pablo Calero Delso
Es un lugar com�n, incluso en la
historiograf�a m�s progresista, identificar
al Partido Comunista de Espa�a como el
protagonista de la lucha antifranquista,
otorg�ndole un papel tan destacado que, en
ocasiones, parece convertir aquel combate
democr�tico coral en un sencillo mon�logo.
Esta falsa sinonimia llega al descaro en el
caso de la lucha guerrillera, popularmente
conocida como el maquis, que se prolong�
hasta los primeros a�os sesenta, a pesar de
que el PCE la abandon� antes de que acabase
la d�cada de los cuarenta. Por otro lado,
las necesidades pol�ticas de la Segunda
Restauraci�n, han forzado la b�squeda
desesperada de cualquier leve rastro del
enfrentamiento con la dictadura de los
tantas veces complacientes n�cleos
mon�rquicos o han magnificado la d�bil
oposici�n del socialismo democr�tico al
r�gimen del general Francisco Franco.
Sin embargo, un espeso manto de silencio ha
ca�do sobre el activismo clandestino del
movimiento libertario espa�ol al que se
trag� la tierra en los a�os posteriores al
final de la Segunda Guerra Mundial. �Fue
capaz el franquismo de aplastar al potente
movimiento libertario, que llevaba d�cadas
sufriendo sin desmayo una persecuci�n tan
dura como tenaz? �Se mantuvo Espa�a al
margen del rejuvenecido esp�ritu anarquista,
redescubierto bajo los adoquines parisinos
en la primavera de 1968? �Fue tan casual
como espont�neo el resurgir de la acracia a
partir del a�o 1975?
Es dif�cil contestar afirmativamente a todas
estas preguntas, y sin embargo parece haber
un acuerdo un�nime entre los historiadores
para reconocer la importancia de la CNT en
el periodo de la Segunda Rep�blica y la
Guerra Civil, expresada en el Congreso
confederal celebrado en Zaragoza en mayo de
1936, y el inesperado resurgimiento del
movimiento libertario durante la transici�n,
puesto de manifiesto en los actos convocados
en San Sebasti�n de los Reyes y Montjuich
cuarenta a�os despu�s, mientras se obvia con
descaro la actividad de oposici�n anarquista
al franquismo. La raz�n de este olvido es
consecuencia obligada de la costumbre de
investigar al movimiento anarquista hispano
usando los medios y los m�todos empleados
tradicionalmente para el estudio de la
historia pol�tica y social, buceando en
archivos oficiales y privados en busca de
documentos org�nicos, listas de afiliados y
comit�s o actas de comicios formales. Pero,
como esperamos demostrar, no se puede
conocer y estudiar a la CNT sin considerar
su propia personalidad y sin tener en cuenta
su ideolog�a, ejercicio imprescindible en
una organizaci�n que hace bandera de la
coherencia entre principios y fines.
La postguerra
El tr�gico final de la Guerra Civil, en
abril de 1939, fue especialmente doloroso
para los militantes anarcosindicalistas, que
sufrieron tanto la derrota militar como la
destrucci�n del proceso revolucionario que
con tanto entusiasmo hab�an puesto en pie,
en muchas ocasiones en contra de sus
ocasionales aliados republicanos,
socialistas y comunistas. Por otra parte,
desarraigados entre los desterrados, no
siempre contaron con la calurosa acogida que
algunos pa�ses ofrecieron a los que
compart�an ideas y proyectos con sus
gobiernos, como ocurri� con la Uni�n
Sovi�tica para los comunistas.
Por todo ello, los militantes
anarcosindicalistas espa�oles no tuvieron
m�s estrategia que la ca�da inmediata del
r�gimen franquista, por la que combatieron
con una urgencia que a veces fue causa de
errores y precipitaciones. Adem�s,
sacrificando sus m�s �ntimas convicciones,
en muchas ocasiones renunciaron a la
actividad sindical para combatir en la
guerrilla con las armas en la mano o para
colaborar con la acci�n pol�tica de todos
aquellos que se opon�an a la dictadura del
general Franco.
En julio de 1936 la Confederaci�n Nacional
del Trabajo era la organizaci�n proletaria
m�s numerosa del pa�s. Durante los tres a�os
de Guerra Civil, si bien vio muy mermadas
sus filas por la represi�n sufrida en las
zonas que ocupaba el ej�rcito rebelde,
tambi�n es cierto que de la mano del proceso
revolucionario de las Colectivizaciones se
alent� el crecimiento de la organizaci�n
confederal en las zonas que permanecieron
bajo control del gobierno republicano,
permitiendo la implantaci�n del movimiento
libertario m�s all� de sus tradicionales
zonas de influencia.
Al finalizar la Guerra Civil, y a pesar de
una feroz persecuci�n que hab�a diezmado sus
filas y de la derrota que hab�a condenado al
exilio a muchos de sus mejores afiliados, la
CNT se reorganiz� clandestinamente en el
interior del pa�s desde el primer momento.
Los militantes anarcosindicalistas
decidieron sostener un sindicato
clandestino, por lo que lentamente
reconstruyeron los sindicatos, regularizaron
las cotizaciones, constituyeron los comit�s
y coordinaron sus actividades. Como explica
�ngel Herrer�n, �Su labor se inici� desde
los mismos campos de concentraci�n donde
fueron ingresados los luchadores
antifascistas, y su ritmo de reorganizaci�n
s�lo puede ser comparable a la velocidad con
la que la polic�a franquista lograba
desmantelar los diferentes �rganos
representativos confederales�
A partir de 1943, con las primeras derrotas
de las potencias del Eje en la Segunda
Guerra Mundial, la actividad sindical de los
militantes de la CNT se increment�
notablemente, ante la perspectiva de una
pr�xima capitulaci�n de Alemania y de sus
aliados militares, que parec�a anticipar un
pr�ximo final para la dictadura espa�ola.
Adem�s, en buena parte como reflejo de este
nuevo contexto internacional, a mediados de
la d�cada de los a�os 40 fueron saliendo de
las c�rceles muchos de los militantes
libertarios m�s activos y conscientes,
reforz�ndose extraordinariamente la red
sindical clandestina.
En el mes de julio de 1945 la CNT fue capaz
de organizar en el pueblo madrile�o de
Caraba�a un Pleno Nacional de Regionales, su
m�ximo �rgano de coordinaci�n, al que
asistieron delegados de Andaluc�a, Norte,
Galicia, Centro, Levante, Catalu�a y Arag�n,
que representaban a unos treinta mil
afiliados. All� se eligi� un nuevo Comit�
Nacional, el octavo desde el final de la
Guerra Civil, y se marcaron las l�neas
generales de la actuaci�n de la central
anarcosindicalista.
En los meses posteriores al Pleno de
Caraba�a, la CNT relanz� su actividad y
reforz� sus filas, en unos momentos
especialmente dif�ciles, cuando la simple
cotizaci�n a un sindicato confederal todav�a
pod�a acarrear fuertes condenas de c�rcel.
�ngel Herrer�n cifra en m�s de cincuenta mil
el n�mero de afiliados en 1947 y una cifra
muy similar se mantuvo hasta el final de esa
d�cada.
La reorganizaci�n de los sindicatos
confederales no ten�a como finalidad la
mejora de las condiciones de vida y de
trabajo de la clase obrera, a pesar de ser
especialmente penosas, pues su principal
objetivo era la ca�da de la dictadura. En un
evidente ejercicio de posibilismo, que
contrasta con su imagen de intransigencia
revolucionaria, la CNT particip� en las
conspiraciones pol�ticas que se produjeron
en ese per�odo. Cabe destacar su
intervenci�n en la Alianza Nacional de
Fuerzas Democr�ticas, un frente amplio en el
que tambi�n colaboraban los mon�rquicos, que
fue causa de una amarga ruptura del
movimiento libertario.
Simult�neamente, numerosos militantes
confederales desarrollaban una intensa
actividad guerrillera. Huidos desde los
primeros d�as de la Guerra Civil, refugiados
en el monte que escapaban de la represi�n y
miembros de la Resistencia antifascista, que
tras su victoria en la Segunda Guerra
Mundial volvieron a su pa�s a continuar el
combate, fueron muchos los cenetistas que
lucharon en el maquis durante m�s de veinte
a�os, una oposici�n armada muy pronto
abandonada por socialistas y comunistas.
La traves�a del desierto.
Al comenzar los a�os sesenta las
organizaciones del movimiento libertario
estaban diezmadas y agotadas. La represi�n,
que con tanta crueldad se hab�a ensa�ado con
los militantes anarcosindicalistas, la
acuciante falta de medios, en una
organizaci�n que no ten�a el apoyo de
Estados afines o de poderosas alianzas
internacionales, y el fracaso de la
resistencia antifranquista, tanto en el
plano pol�tico como en el militar, hicieron
mella en el �nimo de los cenetistas. Frente
al derrotismo de tantos afiliados, algunos
militantes decidieron continuar su combate
contra el r�gimen franquista sin perder de
vista la realidad del pa�s, por lo que
decidieron cambiar de t�ctica: mantuvieron
la lucha clandestina, pero no intentaron
dotarse de una estructura sindical homog�nea
y centralizada. La represi�n oblig� a la
central anarcosindicalista a abandonar su
tradicional organizaci�n interna, propia de
un sindicato, y dotarse de un funcionamiento
t�picamente anarquista, como son los grupos
de afinidad.
El grupo de afinidad es la organizaci�n
b�sica y genuina del movimiento anarquista.
Es un conjunto peque�o de militantes,
normalmente entre cuatro y diez, que
trabajan unidos y se conocen. En el grupo no
se da la figura del �simple afiliado� o del
simpatizante; los componentes de un grupo
son todos militantes, y se mantienen dentro
de su estructura mientras sigan si�ndolo. El
grupo de afinidad tiene una vaga inspiraci�n
en las sociedades conspirativas
decimon�nicas.
Cuando en 1864 se cre� la Asociaci�n
Internacional de los Trabajadores (AIT),
Mijail Bakunin, el gran te�rico del
anarquismo, ya hab�a fundado la Alianza para
la Democracia Socialista (ADS), organizaci�n
internacional conspirativa libertaria que
muy pronto se integr� en la AIT. Para
Bakunin resultaban seguras y eficaces las
agrupaciones secretas formadas por personas
convencidas y de absoluta confianza, que en
determinados momentos favorables pudieran
ponerse a la cabeza de los acontecimientos,
pero s�lo para inspirar y esclarecer, pues
la revoluci�n s�lo la hace el pueblo. Con
este esp�ritu se hab�a creado la ADS; su
programa era en apariencia coincidente con
el de la AIT y, de hecho, muchas secciones
europeas de la Internacional estaban creadas
y animadas por miembros de la ADS, como fue
el caso de Espa�a.
Cuando las diferencias ideol�gicas hicieron
imposible la convivencia en el seno de la
AIT de los sectores anarquista y marxista,
se produjo la ruptura de la Primera
Internacional. Para entonces, la ADS, sin
haberse disuelto de facto, estaba en gran
medida diluida dentro de las distintas
secciones de la Internacional obrera. En
1872 localidad suiza de Saint-Imier acogi�
el primer congreso de la nueva,Internacional
libertaria. Se consumaba as� la escisi�n en
el movimiento obrero.
La represi�n de los distintos gobiernos
contra las secciones internacionalistas
libertarias hizo casi imposible que pudiesen
desarrollar una actuaci�n abierta, por lo
que sus militantes volvieron a organizarse
en n�cleos secretos. Surgieron entonces los
grupos de afinidad, con una clara diferencia
de la pr�ctica anterior: se constituyeron
por afinidades personales, de ah� su nombre,
y no por centros de trabajo o,
necesariamente, de localidad de residencia.
Los grupos, como ya dijimos, son peque�os y
todos los miembros se conocen entre s�, de
manera que la infiltraci�n policial es poco
menos que imposible. El inconveniente de
esta afinidad es que cuando uno de sus
miembros es detenido, si sucumbe a las
torturas policiales, puede llegar a
proporcionar mucha informaci�n. Los grupos
de afinidad siempre cuentan a su alrededor
con cierto n�mero de simpatizantes, gente
con una ideolog�a af�n pero que no
desarrolla una militancia constante. Estos
simpatizantes van a ser fundamentales para
la realizaci�n de las tareas del grupo; por
ejemplo, la publicaci�n de un peri�dico es
primordial en la acci�n de los grupos, y los
simpatizantes ayudar�n a su distribuci�n.
Los principales objetivos de los grupos de
afinidad son propagar la ideolog�a
anarquista, la agitaci�n popular y la
consiguiente organizaci�n de revueltas y
motines, aparte de, en momentos de
permisividad legal, la creaci�n de centros
culturales, sociedades obreras y todo
aquello que suponga un paso adelante en la
emancipaci�n delas clases trabajadoras. Por
otro lado, los grupos mantienen relaciones
entre s� para extender su acci�n o, las m�s
de las veces, para ejercer la solidaridad
con los represaliados, organizar las fugas
de sus presos, etc.
En Espa�a los grupos de afinidad surgieron a
partir de 1874, con la ilegalizaci�n de la
secci�n nacional de la Primera
Internacional, y su n�mero y actividad se
increment� a partir del a�o 1888, cuando los
anarquistas hispanos decidieron disolver su
organizaci�n sindical: la Federaci�n de
Trabajadores de la Regi�n Espa�ola (FTRE).
Sin embargo, la coordinaci�n de estos grupos
de afinidad �cratas fue decisiva en la
formaci�n y sostenimiento de numerosas
sociedades obreras, cuya convergencia dar�a
como resultado la fundaci�n en 1910 de la
Confederaci�n Nacional del Trabajo (CNT).
A partir de ese momento, el peso de la lucha
social en Espa�a lo llevaron las diferentes
federaciones y sindicatos de la CNT, si bien
los grupos de afinidad anarquista no se
disolvieron, pues siguieron desarrollando
una intensa actividad social que no era
estrictamente laboral, publicando peri�dicos
y revistas y creando centros educativos,
como los ateneos libertarios y las escuelas
racionalistas. Tambi�n tuvieron una
coordinaci�n estable de �mbito nacional que,
desde el Congreso de Amsterdam de 1907, fue
tambi�n internacional.
Por eso, cuando a partir de los a�os sesenta
del siglo pasado, la organizaci�n del
movimiento libertario hab�a sido destrozada
por la represi�n, y no ten�a muchas
posibilidades a corto plazo de crecimiento
ni de estructuraci�n, con la mayor�a de la
militancia veterana sin posibilidades de
incidencia en el medio obrero, resurgi� la
necesidad de organizarse de nuevo en
peque�os grupos de afinidad con el doble fin
de mantener m�nimamente la estructura
org�nica y ser m�s impermeables a la
infiltraci�n policial. Se crearon grupos en
todas las localidades donde quedaban
militantes. Las actividades de estos grupos
iban desde el apoyo mutuo, tan necesario a
la hora de encontrar trabajo o vivienda en
la sociedad del momento, hasta la edici�n de
propaganda. La organizaci�n obrera (CNT) y
los grupos anarquistas (FAI) tuvieron
trayectorias paralelas con constantes
coincidencias, lleg�ndose a la total fusi�n
de ambas modalidades organizativas al final
de la Guerra Civil, por lo que los nuevos
grupos de afinidad representaban por igual a
todas las formas org�nicas del movimiento
libertario espa�ol.
En las �reas m�s castigadas por la represi�n
franquista, como era el caso de las
provincias en las que desde el primer
momento hab�a triunfado el golpe militar, la
militancia libertaria fue masacrada con m�s
intensidad que en otras zonas, por lo que
pocos militantes pudieron formar grupos.
Salamanca, Vigo, Zamora, Valladolid,
Santander o Palencia son ciudades en la que
se mantuvieron grupos de afinidad con escasa
actividad; se limitaban a reunirse
peri�dicamente para comentar la situaci�n
pol�tica e intercambiar noticias,
organizaban una comida para celebrar el
Primero de Mayo y recib�an la prensa
libertaria editada en el exilio pero ni
publicaban ni apenas difund�an propaganda.
Seg�n el testimonio de Jos� Dom�nguez,
anarquista de Carmona, hacia el a�o 1962 se
celebr� una reuni�n en la campi�a sevillana
de los militantes de Andaluc�a occidental
que se encontraban en libertad. Se decidi�
dejar de hacer afiliaciones y mantener las
m�nimas relaciones org�nicas, de hecho,
dejaron de actuar en nombre de la CNT y se
constituyeron en grupos de afinidad.
Pr�cticamente la �nica actividad que
tuvieron en com�n fue el apoyo a los presos.
Parad�jicamente, tuvieron m�s relaciones con
los viejos militantes andaluces emigrados a
Catalu�a y el Pa�s Vasco que con los que se
quedaron en la regi�n.
Muy similar era la situaci�n en la regional
de Levante, que englobaba a las provincias
de Castell�n, Valencia, Alicante y Murcia.
En septiembre de 1965, la CNT del exilio
emiti� en Francia un informe sobre la
situaci�n del movimiento confederal en el
interior de Espa�a en el que, entre otras
cosas, se�ala que en la regional levantina
�se ven�an manteniendo relaciones muy
superficiales a causa de la psicolog�a
especial de la mayor�a de los militantes,
que sustentaban el criterio de que todo
esfuerzo era in�til porque la soluci�n
vendr�a por s� misma. Manten�an la
convicci�n de que era vano todo sacrificio,
porque la CNT renacer�a espont�neamente en
el instante en que la democratizaci�n
irreversible del pa�s se hiciera patente. Lo
prudente, seg�n ellos, era mantener en la
reserva la militancia que nos queda para que
en dicho momento sumaran todos los esfuerzos
en la reconstrucci�n de las instituciones
obreras�.
La intenci�n del informe era despistar a la
polic�a franquista, que se sospechaba que
acabar�a conociendo este texto, sobre lo que
de verdad estaba ocurriendo en Levante: se
hab�an roto las relaciones org�nicas entre
la militancia porque se hab�a optado por
organizarse en grupos de afinidad. Era una
regi�n con fuerte implantaci�n de la CNT,
con sindicatos en cerca del cincuenta por
ciento de los pueblos y, por supuesto, en
todas las capitales de provincia. La
reorganizaci�n en grupos de afinidad
permiti�, una vez muerto Franco, la
inmediata creaci�n de sindicatos de la CNT
en much�simos pueblos, sobre todo en las
provincias de Castell�n y Valencia.
En el �rea metropolitana de Barcelona la
militancia confederal se vio reforzada por
la emigraci�n andaluza, pero los reci�n
llegados no ten�an posibilidades reales de
actuaci�n sindical, pues se trataba de
militantes conocidos por la polic�a, que
vigilaba de cerca sus pasos, por lo que
debieron juntarse en grupos de afinidad
atendiendo a sus localidades de procedencia.
No tuvieron mucha relaci�n con los
compa�eros catalanes, cuyos sindicatos
clandestinos estaban atravesando malos
momentos en cuanto a afiliaci�n; pronto
imitaron el ejemplo de las dem�s regiones y
se constituyeron grupos de afinidad en toda
Catalu�a. La cercan�a de la frontera
permiti� que las relaciones con los
exiliados siguieran siendo fluidas; adem�s,
la casi inexistente relaci�n de estos grupos
entre s� hizo disminuir mucho el n�mero de
detenciones.
En Asturias, Rioja y Pa�s Vasco tambi�n la
militancia cre� grupos de afinidad. Algunos
de ellos estuvieron implicados en el proceso
de creaci�n de Comisiones Obreras (CC.OO.),
aunque muy pronto abandonaron esta
organizaci�n, ante su creciente
burocratizaci�n y el dirigismo ejercido por
el Partido Comunista. En Extremadura y en
Castilla la Nueva (Talavera, Cuenca,
Puertollano, Guadalajara) se mantuvieron
algunos grupos que, aunque en modo alguno se
insertaron en las nuevas luchas sociales,
sirvieron de referencia para toda una
generaci�n que buscaba una alternativa
diferente a la que ofrec�an las
organizaciones marxistas y las cristianas.
En Madrid se cre� el Grupo Anselmo Lorenzo,
que naci� con la idea de ser el germen de la
reconstrucci�n de la CNT cuando las
circunstancias lo permitiesen; de momento se
dedicaron a estudiar la situaci�n
socio-laboral, editando algunos interesantes
documentos, entre los que cabe destacar
Problemas presentes y futuros del
Sindicalismo Revolucionario en Espa�a,
editado en 1969, y Cuestiones del
sindicalismo: La Ley Sindical y las
elecciones sindicales, que vio la luz en
1971. Simult�neamente, se mantuvieron otros
muchos grupos de afinidad en la capital
espa�ola. Uno de ellos, fue constituido por
militantes que llevaban pocos meses en
libertad tras soportar largas condenas,
entre 15 y 20 a�os, y que volvieron a ser
r�pidamente detenidos, aunque no arrastraron
a nadie m�s en su ca�da. Su proceso fue el
primero del reci�n creado Tribunal de Orden
P�blico y todos los encausados eran
veteranos de los comit�s clandestinos de la
CNT: L�zaro Arjona, Miguel Flores, Fidel
Gorr�n, Juan Mart�nez, Emiliano Mier...
As� pues, aparentemente desmantelada la CNT,
el movimiento libertario sigui� vivo y
activo durante los �ltimos a�os del
franquismo gracias a los numerosos grupos de
afinidad que se extend�an por toda la
geograf�a nacional. El fen�meno del
cincopuntismo es la mejor prueba no s�lo de
la pujanza del nuevo movimiento obrero,
b�sicamente articulado en torno a las
Comisiones Obreras, sino tambi�n de la
fuerza de un movimiento libertario al que
desde el poder a�n se le consideraba con
fuerza para modificar el panorama sindical
espa�ol del momento.
Desde el sindicalismo vertical franquista se
tent� a un pu�ado de viejos militantes
cenetistas de prestigio a los que se les
ofreci� la posibilidad de influir en la
Confederaci�n Nacional de Sindicatos (CNS),
la central sindical del r�gimen,
integr�ndose en el seno de unos renovados
sindicatos. La burda maniobra no ten�a m�s
objetivo que utilizar el prestigio de la CNT
para combatir al nuevo sindicalismo animado
por las j�venes generaciones obreras que
estaba poniendo en jaque el modelo
franquista de relaciones laborales. El
se�uelo era un sindicalismo pol�ticamente
neutro y el anticomunismo heredero de los
sucesos del mes de mayo de 1937, pero s�lo
unos pocos afiliados picaron el anzuelo:
Lorenzo I�igo, Francisco Royano, Saturnino
Carot, Sebasti�n Clavo, Florian Calle, Ram�n
�lvarez.... En el verano de 1965 firmaron
unos acuerdos con los representantes de la
CNS que fueron desautorizados por la
pr�ctica totalidad de la militancia
anarcosindicalista, tanto del interior como
del exilio.
Fracasado su desembarco en el sindicalismo
vertical franquista, al ponerse en evidencia
su falta de representatividad, aislados del
conjunto del movimiento libertario y
desbordados por los acontecimientos
nacionales, los cincopuntistas continuaron a
pesar de todo con sus actividades y
mantuvieron una cierta coordinaci�n entre
sus dispersos y escasos seguidores. En los
�ltimos meses del franquismo fueron de nuevo
utilizados por el entonces gobernador civil
de Barcelona, Rodolfo Mart�n Villa, y el
Delegado Provincial de la CNS en la capital
catalana, Jos� Mar�a Socias Humbert,
cosechando un fracaso similar.
Pero la prolongada represi�n franquista no
s�lo forz� a los grupos clandestinos de la
CNT a enmascarar su actividad, impidi�ndoles
dotarse de una estructura sindical
centralizada, tambi�n dificult� el ingreso
en la organizaci�n confederal de las nuevas
generaciones anarquistas. Muchos j�venes
fueron conmovidos por la experiencia
libertaria vivida en Par�s en mayo de 1968,
cuyos ecos llegaron a una Espa�a que estaba
viviendo un proceso de creciente
radicalizaci�n pol�tica. Aislados e
inconexos, estos j�venes formaron nuevos
n�cleos disgregados de la red libertaria
clandestina.
En algunos de ellos militaban antiguos
afiliados cenetistas. Era el caso de una
corriente que fue denominada �humanista� que
ten�a como principal polo de atracci�n a
F�lix Carrasquer, un destacado dirigente
anarcosindicalista que hab�a sido miembro
del Comit� Nacional de la CNT desmantelado
en el mes de noviembre de 1947, a pesar de
que era ciego y precisaba de la compa��a de
un lazarillo. En esta corriente se inclu�an
los llamados Grupos de Solidaridad, que
estaban presentes en Madrid, Barcelona y,
sobre todo, Valencia. Uno de sus militantes
m�s destacados era el madrile�o Carlos
Ramos, que jug� un importante papel en el
proceso escisionista de la CNT.
Incluso en �mbitos tradicionalmente alejados
de la ideolog�a anarquista se fueron
formando grupos con una ideolog�a m�s o
menos vagamente anarcosindicalista. El
proyecto de renovaci�n experimentado por la
Iglesia Cat�lica a partir del Concilio
Vaticano II hizo posible la apertura
pol�tica hacia la izquierda de los sectores
confesionales con m�s inquietudes sociales,
encorsetados hasta ese momento por la
llamada Doctrina Social de la Iglesia. Mucho
se debati�, desde una y otra orilla, sobre
la confluencia de cristianos y marxistas,
pero muy poco se conoce sobre las relaciones
entre anarquismo y cristianismo.
El mejor representante de esta corriente de
opini�n que pretend�a conjugar la ideolog�a
libertaria con la espiritualidad cristiana
fue Carlos D�az, un joven profesor de
Filosof�a, que public� en esos a�os
numerosos art�culos sobre anarquismo11. Pero
no fue el �nico, otros autores como Heleno
Sa�a, que hab�a nacido en el seno de una
familia de tradici�n cenetista, tambi�n
ofrec�an una visi�n m�stica del anarquismo.
En torno a estas ideas se fue formando una
pl�yade de grupos anarquistas cohesionados
por el �elemento cristiano, utilizando
categor�as, esquemas, estrategias de
indudable corte marxista, encubiertos por
lenguaje libertario como simple imagen
epid�rmica, superficial y formal�.
Uno de estos grupos cristianos atra�dos por
la ideolog�a libertaria que se mostraban m�s
activos animaba en Bilbao y Madrid la
editorial ZYX. Mantuvieron contactos
frecuentes con algunos destacados militantes
anarcosindicalistas, como Juan G�mez Casas,
y en los �ltimos a�os del franquismo
editaron varios libros sobre tem�tica
anarquista, entre los que merece la pena
destacar una breve biograf�a de Mijail
Bakunin publicada en 1966 y firmada por
Carlos L�pez Cortezo. A pesar de que
sostienen que �en los �ltimos 60 a�os los
cristianos han editado m�s publicaciones
libertarias que todos los grupos anarquistas
juntos�14, las sucesivas ediciones de ZYX,
lejos de revelar la sinton�a entre
anarquistas y cristianos, mostraban la
permisividad del r�gimen franquista para con
la Iglesia Cat�lica, aut�ntico poder f�ctico
bajo cuyo paraguas se refugi� el colectivo
que animaba este proyecto editorial para
publicar obras que nunca hubiesen podido
salir a la calle si hubiesen sido escritas,
impresas o distribuidas por militantes
anarquistas.
EL grupo de ZYX no fue el �nico. Del seno de
Vanguardia Obrera Social y Vanguardia Obrera
Juvenil, las organizaciones del catolicismo
social impulsadas por los jesuitas, naci� en
1962 una nueva organizaci�n denominada
Acci�n Sindical de Trabajadores que, en
1970, decidi� �convertirse en una
organizaci�n pol�tica del proletariado [lo
que exig�a] adoptar la ideolog�a cient�fica
que es el marxismo-leninismo, y elaborar una
L�nea Pol�tica que, ajustada a las
condiciones concretas, sea gu�a para dirigir
y organizar la lucha de clases del
proletariado�, propuesta que no fue asumida
por �los anarco-sindicalistas (empe�ados en
anclar el desarrollo de la conciencia de
clase no m�s all� de la lucha econ�mica) y
los pol�ticos peque�o-burgueses trosquistas
(empe�ados en imponer sus propios prejuicios
ideol�gicos reaccionarios a la clase obrera)
[que] formar�an un bloque para que la
Organizaci�n Revolucionaria de Trabajadores
se cerrara el paso a su conversi�n en
organizaci�n marxista-leninista. No
conseguir�n sus prop�sitos y a mediados de
1971 se separar�n de la Organizaci�n. �sta,
salvado este obst�culo, emprende una marcha
ininterrumpida hacia el marxismo-leninismo�.
Purgados estos grupos despectivamente
calificados como anarcosindicalistas,
presentes hasta entonces en el seno de la
AST, la mayor�a de sus afiliados adopt� las
posiciones m�s intransigentes del marxismo,
en la l�nea de Josif Stalin y Mao Zedong.
Al margen de cualquier otra asociaci�n o
tendencia, a partir de los primeros a�os de
la d�cada de los 70 fueron surgiendo al
calor de las cada d�a m�s numerosas luchas
obreras una serie de grupos de f�brica o
taller con una marcada ideolog�a libertaria
que se mostraban bastante cohesionados,
aunque carec�an de cualquier estructura
organizativa. Se denominaban Grupos
Aut�nomos y llegaron a tener cierta fuerza
en algunos �mbitos, como por ejemplo en las
empresas metal�rgicas del cintur�n
industrial de Madrid. Arribaron al
anarquismo de forma autodidacta, sin ning�n
contacto con los militantes veteranos, y su
proceso de maduraci�n ideol�gica fue fruto
de su particular experiencia cotidiana en
las luchas obreras, por lo que estos grupos
se caracterizaron por su fuerte cr�tica a
las formas burocr�ticas y reformistas de
Comisiones Obreras y de los partidos
marxistas, especialmente del PCE.
En los �ltimos a�os del franquismo la
Universidad se convirti� en la punta de
lanza de la agitaci�n opositora y en un
�mbito abierto para el ejercicio de las
libertades p�blicas. Por eso mismo, con
mayor fuerza si cabe que en el mundo
laboral, los planteamientos libertarios
empezaron a cuajar entre los estudiantes, en
buena parte bajo la influencia directa de la
revuelta del mayo del 68 parisino. En
numerosas localidades de todo el pa�s se
crearon espont�neamente grupos de afinidad
de j�venes anarquistas, tanto en Institutos
y Universidades, como veremos m�s adelante
que ocurri� en Zaragoza, como en los
barrios, como sucedi� en Madrid, donde
incluso llegaron a estructurarse
territorialmente en la llamada Federaci�n
Anarquista de Barrios (FAB), un �mbito de
actividad pol�tica por entonces animado por
las Asociaciones de Vecinos.
La reconstrucci�n
Aunque fuese lentamente, a partir de 1973
todos estos grupos comenzaron a coordinarse
para reconstruir las estructuras sindicales
de la CNT cuando llegase el esperado colapso
del r�gimen franquista, que a esas alturas
todos ve�an inminente. As� por ejemplo, en
Madrid los Grupos Aut�nomos empezaron a
tomar contacto con los veteranos; el Grupo
Anselmo Lorenzo tuvo un papel esencial en
este acercamiento.
(15 Editorial de En Lucha, 28 de abril de
1974.)
(16 Ver los dos tomos del Colectivo Estatal
Autonom�a Obrera, Luchas aut�nomas en la
Transici�n democr�tica. Editorial Zero,
Madrid, 1977.)
Seg�n los testimonios de Leandro Quevedo y
Vicente D�az, en octubre de 1975, cuando tan
s�lo faltaba un mes para la muerte del
general Franco, se aprovech� el entierro en
Madrid de la madre de Vicente D�az, una
antigua y conocida militante libertaria,
para hacer una asamblea de militantes
anarcosindicalistas en el propio cementerio,
libre de cualquier presencia policial, que
puede considerarse el pistoletazo de salida
de la reconstrucci�n de la CNT; all� mismo
se decidi� disolver los grupos de afinidad y
volver a estructurarse por sindicatos de
oficio. Al sepelio asistieron militantes
cenetistas de otras ciudades que, a la
vuelta a sus lugares de residencia,
plantearon hacer lo mismo a sus respectivos
grupos. Como reconoce uno de los
protagonistas, �la militancia veterana,
dispersa pr�cticamente tras el apag�n de los
a�os cincuenta debido a la enorme represi�n
realizada por el franquismo sobre la
organizaci�n confederal, empieza a
reagruparse�.
A partir de la muerte del dictador, la
reconstrucci�n de la Confederaci�n Nacional
del Trabajo se aceler�. En diciembre de 1975
se celebr� en Madrid una asamblea, a la que
asistieron m�s de doscientas personas, en la
que se decidi� reconstruir la organizaci�n
anarcosindicalista y se nombr� un nuevo
Comit� Regional de Centro que,
provisionalmente, funcionar�a como Comit�
Nacional hasta que pudiese celebrarse un
Pleno Nacional de Regionales.
En muy poco tiempo se restablecieron las
relaciones con todos los grupos de afinidad
que, repartidos por toda la geograf�a
nacional, se hab�an mantenido m�s o menos
activos en los �ltimos a�os, aunque mientras
tanto hab�an muerto bastantes de los
veteranos militantes libertarios. Los grupos
de afinidad, nacidos para evitar la
represi�n policial, se convirtieron
autom�ticamente en Sindicatos de Ramo o de
Oficios Varios. En enero de 1976 se celebr�
un Pleno Nacional de Regionales de la CNT,
en el que se dio por reconstruida la
Confederaci�n y, entre otras cosas, se
expuso que �convencidos los trabajadores de
que debemos luchar en sindicatos libres e
independientes de los partidos, como �nico
medio para alcanzar la verdadera revoluci�n
social, proponemos:
-la solidaridad y respeto absoluto del
hombre;
-la participaci�n directa en la actuaci�n y
en la lucha;
-rechazo del liderismo y de la burocracia en
los sindicatos;
(Juan G�mez Casas, El relanzamiento de la
CNT. 1975-1979. Editorial CNT, Madrid,
1984.)
-independencia econ�mica de los sindicatos
respecto de cualquier partido o Estado;
-derecho a la objeci�n de conciencia;
-abolici�n de la pena de muerte y m�todos
represivos;
-eliminaci�n del paro obrero y nivelaci�n de
sueldos con respecto al nivel de vida;
-abolici�n de la duplicidad de empleos fijos
y eventuales, as� como del trabajo a
destajo, primas y horas extras;
-una educaci�n racional e integral sin
discriminaci�n alguna.
La Confederaci�n Nacional del Trabajo (CNT)
considera que la presi�n revolucionaria de
las conquistas reivindicativas de la clase
obrera en rebeld�a contra los sistemas de
explotaci�n y opresi�n, debe manifestarse
permanentemente con una din�mica de lucha
creciente, cada vez m�s radical, apoy�ndose
siempre en la clase trabajadora, promoviendo
su concurso y acci�n directa�.
Al mes siguiente, en la ciudad de Barcelona,
cuna de la CNT, se reunieron m�s de
seiscientos militantes que eligieron un
Comit� Regional de Catalu�a, y encuentros
similares se celebraron en Asturias,
Andaluc�a o Valencia. En los tres meses
posteriores a la muerte del general Franco,
el proceso de reconstrucci�n de los
sindicatos confederales y la coordinaci�n
entre los diferentes n�cleos locales para
vertebrar de nuevo toda la estructura
org�nica cenetista, era ya una realidad
indiscutible. Al final de esta etapa,
salieron a la luz incluso los grupos de
afinidad que se hab�an ido constituyendo en
las d�cadas precedentes en muchas peque�as
ciudades de provincias, como Cuenca o
Guadalajara, permitiendo un r�pido resurgir
de la CNT.
La ciudad de Zaragoza, uno de los bastiones
anarcosindicalistas antes de la Guerra
Civil, nos ofrece un caso paradigm�tico de
la reconstrucci�n de la organizaci�n
confederal. En los primeros meses de 1975
�un grupo no peque�o, pero tampoco numeroso,
de compa�eros libertarios� se reunieron
clandestinamente en la denominada I Asamblea
Anarquista de Zaragoza, con el objetivo de
�clarificarnos y preparar las bases que
condugese (sic) a una reaparici�n real de
los libertarios y de sus alternativas�. La
vieja militancia confederal hab�a sido
duramente reprimida a lo largo del
franquismo, por lo que esta reconstrucci�n
descansaba principalmente sobre los j�venes
militantes �cratas organizados en diferentes
�mbitos, entre los que destacaban los Grupos
Aut�nomos formados por estudiantes de la
Universidad de Zaragoza, que llegaron a
editar su propio bolet�n, "Prohibido
prohibir", desde finales de 1974 hasta la
primavera de 1975. Naci� de esta Asamblea la
decisi�n de los diversos grupos e
individualidades asistentes de realizar una
acci�n mancomunada tanto en el plano de
formaci�n te�rica como de actividad
propagand�stica. Se dedic� especial atenci�n
a la presencia anarquista en las luchas de
la clase obrera de Zaragoza, fuesen de
�mbito empresarial (Gaysa, Monta��s o
Vicente Garc�s) o sectorial (Metal y
Construcci�n).
Con la experiencia adquirida y a la vista de
las nuevas posibilidades surgidas tras la
muerte del general Franco, se convoc� en la
primavera de 1976 la II Asamblea Anarquista
de Zaragoza, en la que se tom� la decisi�n
de reconstruir la Federaci�n Regional del
Valle del Ebro de la CNT: se asum�a que �es
evidente que el movimiento antiautoritario
de Zaragoza y regi�n han dado un paso de
cuyas implicaciones somos todos
conscientes�. En el mes de junio de 1976
ve�a la luz el n�mero 6 de la publicaci�n
Acci�n Libertaria, que ya reclamaba desde la
cabecera su nueva condici�n de portavoz de
esta reconstruida Federaci�n Regional. En su
n�mero 10, publicado en el mes de septiembre
de ese mismo a�o, se informaba de la
celebraci�n de un Pleno de la Federaci�n
Local de Zaragoza de la CNT a la que hab�an
asistido m�s de dos centenares de afiliados;
con raz�n pudo escribirse en las calles de
la capital aragonesa aquella c�lebre
pintada: �Animo abuelos, que ya volvemos�.
Como vemos, tanto los grupos de afinidad
anarcosindicalistas, formados por los
veteranos militantes cenetistas, como los
nuevos grupos de diferentes tendencias y
procedencias, nutridos sobre todo por
j�venes �cratas, convergieron en la CNT a lo
largo de esos primeros meses de 1976;
pr�cticamente nadie qued� excluido de este
proceso. Por ejemplo, en Madrid, la FAB se
debat�a entre continuar como agrupaci�n
espec�ficamente anarquista, siguiendo el
modelo de la Federaci�n Anarquista Ib�rica
(FAI), o disolverse en la estructura de la
naciente CNT o entrar en Comisiones Obreras
para hacerlas avanzar hacia planteamientos
libertarios. Finalmente, aconsejados por el
Grupo Anselmo Lorenzo, decidieron ingresar
en la CNT y disolver la FAB. En esa misma
asamblea se cre� el Movimiento
Autogestionario de Barrios para incidir en
el �mbito ciudadano, pero este acuerdo nunca
se lleg� a hacer realidad porque el trabajo
de reconstrucci�n cenetista acapar� todas
las tareas militantes.
El proceso de reconstrucci�n puede darse por
definitivamente concluido el 25 de julio de
1976. con la celebraci�n del segundo Pleno
Nacional de Regionales despu�s de la muerte
del general Franco; a �l asistieron
delegaciones de Andaluc�a, Asturias,
Catalu�a, Centro, Euskadi y Pa�s Valenciano.
Se eligi� el primer Comit� Nacional regular
de la CNT, se acord� dotarse de un carnet
confederal y se estableci� una cotizaci�n
m�nima, adem�s de aprobarse la publicaci�n
de un bolet�n informativo y de una revista
que fuese el portavoz oficioso de la
Confederaci�n, aunque estos dos acuerdos
nunca se llevaron a la pr�ctica.
El 27 de marzo de 1977 se autoriz� la
celebraci�n de un mitin de la CNT en la
Plaza de Toros de San Sebasti�n de los Reyes
que supuso la primera salida a la luz
p�blica del movimiento libertario despu�s de
que ese mismo mes fuesen legalizadas las
diferentes centrales sindicales, tras
cuarenta a�os de forzosa clandestinidad. La
masiva asistencia al acto de San Sebasti�n
de los Reyes sorprendi� a propios y
extra�os; nadie ni dentro ni fuera de la CNT
esperaba que varias decenas de miles de
personas acudiesen al llamamiento realizado
por una anta�o potente organizaci�n a la que
muchos daban por muerta. El 2 de julio de
ese mismo a�o, m�s de ciento cincuenta mil
personas asist�an a un mitin cenetista en
Montjuich, mostrando la pujanza del
movimiento libertario en Barcelona, la
antigua Rosa de Fuego.
Detr�s de estos �xitos se encontraba la
fruct�fera reconstrucci�n de la central
anarcosindicalista. En el mes de abril de
1977 se celebr� una reuni�n Plenaria del
Comit� Nacional a la que asistieron las
distintas Confederaciones Regionales que
agrupaban a 176 Federaciones Locales: 50 en
Andaluc�a, 42 en Catalu�a, 30 en el Pa�s
Valenciano, 13 en las provincias de Murcia y
Albacete, 12 en Arag�n y Rioja, 8 en la zona
Centro, 7 en Euskadi, 4 en Cantabria y otras
4 en Extremadura, 3 en Galicia y el mismo
n�mero en Canarias, adem�s de las existentes
en Asturias y Le�n que no ofrecieron datos
concretos.
En el mes de septiembre de 1977 el proceso
de Transici�n democr�tica parec�a haber
superado un punto de inflexi�n, despu�s de
la concesi�n de una amnist�a casi total, de
la legalizaci�n de casi todos los partidos
pol�ticos y sindicatos obreros y de la
celebraci�n de las primeras elecciones
democr�ticas. En ese momento, la CNT ten�a
m�s de 50.000 afiliados organizados en 13
Confederaciones Regionales y m�s de 250
Federaciones Locales; solamente en Catalu�a
se hablaba de 8 Federaciones Comarcales y 70
Federaciones Locales, con m�s de 300
sindicatos formalmente constituidos y una
cifra que se aproximaba a los 70.000
cotizantes. La reconstrucci�n de la
Confederaci�n Nacional del Trabajo era un
�xito.
La escisi�n
Este importante crecimiento org�nico no
pudo darse sin practicar una estrategia
generosa de puertas abiertas que acog�a por
igual a todos los grupos e individualidades
que se reclamaban a s� mismos como
libertarios y que aseguraban identificarse
con los postulados tradicionales de la CNT.
A nadie se le excluy� en este proceso de
reconstrucci�n anarcosindicalista, ni a
ninguna de las tendencias en que se hab�a
dividido el exilio confederal, ni a los
cincopuntistas que acudieron de nuevo a las
filas cenetistas.
Junto a estos grupos, en la renacida
Confederaci�n Nacional del Trabajo se
integraron colectivos muy heterog�neos: GOA,
Autonom�a Obrera, Liberaci�n, Movimiento
Comunista Libertario... Entre ellos merece
la pena resaltar la entrada de n�cleos
marxistas heterodoxos, que buscaban en las
ra�ces hist�ricas del marxismo respuestas a
la compleja situaci�n que viv�an los pa�ses
de la �rbita sovi�tica, y que hab�an sido
puestos de manifiesto por los
acontecimientos de la llamada Primavera de
Praga. Grupos partidarios de la formaci�n de
Consejos Obreros, popularmente llamados
consejistas, seguidores de Rosa Luxemburgo,
n�cleos del resurgido Partido Obrero de
Unificaci�n Marxista (POUM) y otras
distintas heterodoxias del marxismo
nutrieron en un primer momento las filas de
los sindicatos de la CNT.
Algunos de estos colectivos abandonaron muy
pronto la organizaci�n confederal. Es el
caso de la tendencia anarco-nacionalista
presente en Euskadi, articulada en torno a
la revista Askatasuna y encabezada por Mikel
Orrantia, autor de un libro titulado Por una
alternativa libertaria y global, que
salieron de la CNT cuando vieron frustrado
su proyecto de constituir una organizaci�n
sindical espec�fica para Euskadi que adem�s
deb�a ser reconocida como secci�n nacional
por la AIT. Igual situaci�n se dio en
Catalu�a con buena parte de los Grupos
Aut�nomos, que abandonaron la CNT antes de
1979 para dar vida a una nueva organizaci�n
sindical, los Colectivos Aut�nomos de
Trabajadores, presentes en aquellos momentos
en sectores laborales tan dispares como los
astilleros gaditanos o los funcionarios de
Catalu�a.
Perdida la cultura tradicional libertaria,
interrumpida la herencia hist�rica de la
Primera Internacional y hu�rfana del
necesario debate de decantaci�n ideol�gica,
la CNT decidi� clarificar con calma y
sosiego su situaci�n convocando un Congreso,
el quinto de los celebrados hasta esa fecha,
que se realiz� del 8 al 16 de diciembre de
1979 en Madrid, y m�s concretamente en su
Casa de Campo, cuarenta y tres a�os despu�s
del anterior. Ya desde el per�odo
precongresual se hab�an empezado a decantar
las diferentes tendencias que hab�an
convergido en el sindicato.
En Barcelona fueron expulsados del Sindicato
de la Construcci�n los miembros de los
autodenominados Grupos de Afinidad
Anarcosindicalista, que nada ten�an que ver
con los grupos de afinidad creados en los
a�os 60, por su pr�ctica sindical reformista
y, sobre todo, por constituir una
organizaci�n paralela dentro de la CNT. Al
poco tiempo, cerca de ochenta militantes se
van del Sindicato de Artes Gr�ficas de la
misma ciudad. En Madrid se intent�
desfederar al Sindicato de Ense�anza en
solidaridad con los expulsados de Barcelona;
no se consigui� y abandonaron el sindicato
los diecisiete militantes que lo
propugnaban.
Son los primeros escarceos del pulso que
algunos sectores de la CNT echaron al
conjunto de la organizaci�n confederal. Para
ganar este pulso, y para ganar el Congreso,
estos sectores van a coordinarse
progresivamente hasta el punto de establecer
una estructura propia en el seno de la CNT,
paralela a la armaz�n sindical org�nica: de
ah� su nombre de �paralelos�. El objetivo
era controlar el mayor n�mero de sindicatos
para copar las delegaciones que asistieron
al V Congreso Confederal e imponer sus
propuestas al resto de corrientes y
tendencias.
�Qui�nes nutrieron esta estructura
�paralela�? Una compleja amalgama de
sindicalistas cristianos, marxistas
heterodoxos, posibilistas libertarios, los
�ltimos cincopuntistas... que ten�an en
com�n la idea de que era imprescindible
forzar un cambio en la estrategia sindical
de la CNT para adecuarla a la pol�tica de
pacto y reforma que ya estaba orientando la
Transici�n democr�tica. El camino a seguir
lo marcar� la SAC, una central sindical
minoritaria de Suecia que abandon� el
anarcosindicalismo en los a�os cincuenta del
siglo pasado.
Quedaban al margen los militantes de algunos
partidos de la izquierda comunista,
fundamentalmente trostkistas fieles a su
t�ctica del �entrismo�, que buscaban en la
CNT una cantera para su menguada militancia
y un altavoz para sus propuestas. Por su
radicalismo, en buena medida provocado por
su empacho de teor�a marxista, y por su
escaso n�mero, a pesar de considerarse a s�
mismos el �partido de la clase obrera�, sus
posibilidades de hacerse con el control de
la CNT eran insignificantes pero su
actividad cooper� para crear el clima de
conspiraci�n que ensombreci� la convocatoria
del V Congreso.
Los veteranos militantes
anarcosindicalistas, que hab�an encabezado
la reconstrucci�n cenetista desde sus grupos
de afinidad, y los j�venes que m�s se
identificaban con el anarquismo cl�sico, se
sab�an mayoritarios en el seno de la
organizaci�n confederal y formaron un bloque
anarcosindicalista para impedir el anunciado
cambio de rumbo de la CNT.
Para estos anarcosindicalistas no cab�a duda
de que �al surgimiento p�blico de la CNT nos
encontramos con la presencia de varios
grupos de presi�n que de buen principio se
infiltran en las estructuras org�nicas de la
CNT�. Por su parte, los �paralelos� acusaron
a los militantes de la reconstruida
Federaci�n Anarquista Ib�rica de actuar con
autoritarismo ejerciendo un dominio
dictatorial en el seno de los sindicatos
cenetistas: al bloque anarcosindicalista le
denominaban, con desprecio, �exilio-FAI�.
En este comicio se debati� sobre todo lo que
concern�a a la Confederaci�n, volviendo a
tratar asuntos que ya hab�an sido aprobados
en comicios anteriores: parec�a como si la
CNT, emulando a S�sifo, empezara de cero
otra vez. Se aprob� una ponencia sobre
principios, t�cticas y finalidades que
concordaba en todo con los postulados
tradicionales de la Confederaci�n; una nueva
normativa org�nica que era muy similar, en
esencia, a la anterior; una resoluci�n sobre
el patrimonio hist�rico de la CNT y el
patrimonio acumulado por la organizaci�n
sindical franquista; una ponencia sobre
Trayectoria hist�rica del cincopuntismo, sus
consecuencias, la traici�n, delaci�n y
colaboraciones.�para prensa, propaganda y
formaci�n; resoluciones sobre el paro y
sobre los presos... Se fijaron las
relaciones que la CNT hab�a de tener con
otras organizaciones, y se ratific� su
adhesi�n a la AIT, la Internacional sindical
reconstruida en 1922.
Pero el punto m�s conflictivo era el que se
refer�a a la estrategia laboral y sindical.
Aqu� se produjeron los mayores choques entre
los anarcosindicalistas y los �paralelos�.
Finalmente, la moci�n aprobada por amplia
mayor�a en el Congreso estaba en consonancia
con el sindicalismo revolucionario cl�sico
defendido tradicionalmente por la CNT: se
abogaba por la acci�n directa, se rechazaban
los Comit�s de Empresa y la participaci�n en
las Elecciones Sindicales, as� como se
desaprobaban la existencia de liberados en
los sindicatos y la percepci�n de
subvenciones estatales.
Al conocerse los resultados de la votaci�n,
parte de las delegaciones asistentes
abandonaron el Congreso con la intenci�n de
impugnar sus acuerdos alegando defectos de
forma y presiones del grupo �exilio-FAI�. No
dieron por v�lido el Congreso y consiguieron
consumar una escisi�n al desfederar a los
sindicatos que controlaban. Crearon una CNT
�paralela� que tuvo su primer congreso al
a�o siguiente, en la ciudad de Valencia, en
el que establecieron una estrategia sindical
completamente distinta a la que hab�a sido
aprobada en el V Congreso de la CNT:
aceptaron subvenciones, se presentaron a las
Elecciones Sindicales, los diferentes
comit�s ten�an poder de decisi�n y contaban
con militantes profesionales o liberados,
tanto en los Comit�s de Empresa como en la
propia estructura confederal.
Conclusiones
La Confederaci�n Nacional del Trabajo en
particular, y el movimiento libertario en
general, fueron derrotados en la Guerra
Civil. Sin embargo este descalabro, lejos de
desalentarles, dio alas a sus militantes
para reemprender la lucha contra la
dictadura desde las mismas c�rceles. Fieles
a la coherencia entre fines y medios que
siempre ha caracterizado al anarquismo, se
dedicaron con ah�nco a la reconstrucci�n en
la clandestinidad de los sindicatos
confederales. En muy pocos a�os, hab�an
conseguido poner en pie una s�lida
organizaci�n que acog�a a m�s de cincuenta
mil afiliados.
Esta renacida CNT ten�a como primer objetivo
la ca�da de la dictadura franquista y la
recuperaci�n de las libertades ciudadanas, y
para alcanzar este prop�sito no dud� en
adoptar todas las formas de lucha, desde la
colaboraci�n con fuerzas pol�ticas que
hab�an apoyado al general Franco durante la
Guerra Civil, y que interesadamente hab�an
evolucionado hacia posiciones democr�ticas,
hasta el mantenimiento de una lucha
guerrillera que se negaba a aceptar el final
del conflicto b�lico, sin olvidar una sorda
acci�n sindical en campos, f�bricas y
talleres.
Al comenzar la d�cada de los a�os 50, la
represi�n hab�a castigado con fuerza a las
nutridas filas cenetistas por lo que se hizo
imprescindible un cambio de estrategia en la
lucha contra el r�gimen franquista. Por
coherencia entre fines y medios y por
fidelidad a la ideolog�a libertaria que
compart�an, los militantes
anarcosindicalistas rechazaron dotarse de
unos cuadros conspirativos profesionales o
dedicarse m�s intensamente a una lucha
armada que algunos compa�eros todav�a
ejerc�an.
Como ya hab�a sucedido en �pocas anteriores,
los anarquistas espa�oles decidieron dejar
de actuar en nombre de la CNT y abandonando
la organizaci�n en sindicatos estructurarse
a trav�s de los grupos de afinidad �cratas.
Aunque carec�an de cualquier estructura
centralizada, aunque muchos de estos n�cleos
estuviesen sometidos a una fuerte presi�n
policial que les imped�a ejercer un
activismo social muy destacado y aunque no
cej� la represi�n sobre los militantes
libertarios, por todo el pa�s fueron
surgiendo numerosos grupos de afinidad.
Junto a ellos, se fueron incorporando a la
corriente anarcosindicalista miembros de las
j�venes generaciones de estudiantes y
trabajadores, algunos llegados desde el
cristianismo militante postconciliar, otros
desde el marxismo heterodoxo, �stos desde un
pr�ctica sindical que les alejaba de unas
Comisiones Obreras cada vez m�s reformistas
y burocr�ticas, aqu�llos impactados por las
propuestas revolucionarias del parisino Mayo
de 1968. Sin contacto con los militantes
cenetistas m�s conscientes y capaces, su
visi�n del anarquismo no siempre se
correspond�a con la tradici�n ideol�gica
�crata.
Cuando la muerte del general Franco se vio
pr�xima, toda esta amalgama de grupos fueron
entrando en contacto, recomponiendo sus
incipientes organizaciones y convergiendo en
una renacida CNT. Pero, por su propio origen
heterog�neo, este proceso de reconstrucci�n
de la vieja confederaci�n anarcosindicalista
llevaba en su seno el germen de su
destrucci�n; solamente el entusiasmo de los
primeros a�os de la Transici�n permite
explicar la alegr�a con que se vivi� este
fugaz espejismo unitario.
Desde que la CNT se vio confrontada con la
realidad cotidiana del pa�s, y sobre todo
desde que tuvo que realizar la necesaria
clarificaci�n ideol�gica convocando su V
Congreso Confederal, esta alianza
provisional de grupos, corrientes y
tendencias salt� por los aires. Aquellos
militantes que se hab�an arrimado al
anarcosindicalismo al calor de la
reconstrucci�n de la anta�o prestigiosa CNT,
la abandonaron r�pidamente cincopuntistas,
cristianos, nacionalistas, marxistas
heterodoxos... Fracasados sus intentos de
controlar la estructura org�nica confederal
por medio de un organizaci�n paralela y, por
eso mismo, derrotados en el Congreso,
tomaron su propio camino.
La CNT retom� sus esencias, pero pagando un
alto precio: una dolorosa ruptura sindical,
una sensible p�rdida de militantes y una
sensaci�n de amargo desencanto.
FUENTES HEMEROGRAFICAS
Construcci�n, Sindicato de la Construcci�n
de Madrid, n� 1: noviembre 1975
Acci�n libertaria, Regional de Arag�n, n� 6:
junio de 1976
La colmena obrera, Federaci�n Local de
Badalona, julio de 1976
Martillo, Sindicato del Metal de Barcelona,
n� 1: agosto de 1976
Vibracions, Federaci�n Comarcal del Alto
Ampurd�n, septiembre de 1976
CNT, Sindicato de la Construcci�n de
Zaragoza, octubre de 1976
Catalunya, revista d�opini� confederal, n�
1: octubre de 1976
Acci�n directa, Federaci�n Local de Matar�,
n� 1: octubre de 1976
Andaluc�a libertaria, Regional de Andaluc�a,
n� 1: octubre de 1976
Confederaci�n, Regional Murcia-Albacete, n�
1: diciembre de 1976
Apoyo mutuo, Sindicato de Oficios Varios de
Cu�llar, n� 1: diciembre de 1976
El escaparate libertario, Sindicato de
Comercio de Madrid, n� 1: marzo de 1977
Tierra y libertad, Federaci�n Anarquista
Ib�rica, Barcelona
CNT, Portavoz de la Confederaci�n Nacional
del Trabajo, Madrid
Solidaridad Obrera, Regional de Catalu�a,
Barcelona
Fragua Social, Regional del Pa�s Valenciano,
Valencia
Bicicleta, Madrid y Valencia
Ajoblanco, Barcelona
|
CNT: la �nica organizaci�n
anarcosindicalista de Espa�a.
Los primeros a�os.
El movimiento anarquista espa�ol carec�a de
una organizaci�n nacional estable en sus
primeros a�os. El anarquista Juan G�mez
Casas discuti� la evoluci�n de la
organizaci�n anarquista antes de la creaci�n
de la CNT:
Despu�s de un periodo de dispersi�n, la
Federaci�n de Trabajadores de la Regi�n
Espa�ola desapareci�, para ser reemplazada
por la Organizaci�n Anarquista de la Regi�n
Espa�ola... Esta organizaci�n entonces
cambi�, en 1890, al Pacto de Ayuda y
Solidaridad, el cual fue por s� mismo
disuelto en 1896 debido a la represiva
legislaci�n en contra del anarquismo
separandose en varios n�cleos y sociedades
de trabajadores aut�nomas... Los restos que
quedaron del FRE dieron origen a la
Solidaridad Obrera en 1907, la antecesora
directa de la CNT. �Juan G�mez Casas
Existi� un consenso general entre los
anarquistas a principios del siglo XX de que
una nueva organizaci�n laboral nacional se
necesitaba para traer coherencia y fuerza al
movimiento. Esta situaci�n se enmarcaba
dentro del proceso natural de la revoluci�n
industrial . Durante la restauraci�n
borb�nica , a los partidos tradicionales y
din�sticos representados por C�novas del
Castillo y Pr�xedes Mateo Sagasta , el
movimiento obrero emergente se uni�
alrededor del PSOE como fuerza pol�tica y de
la UGT como sindicato obrero. No faltaban
tampoco los movimientos republicanos y con
m�s acento dem�crata que parte de la nueva
burgues�a apoyaba.
As�, la CNT naci� hacia el a�o 1910 en
Barcelona en un congreso del sindicato
catal�n Solidaridad Obrera con el objetivo
de constituir una fuerza relevante opositora
al sindicato mayoritario por entonces, la
socialista UGT y " apresurar la emancipaci�n
econ�mica de la clase trabajadora a trav�s
de la expropiaci�n revolucionaria de la
burgues�a... ". La CNT comenz� siendo
peque�a, con alrededor de 30.000 miembros a
trav�s de varios sindicatos y otras
confederaciones.
En 1911 con ocasi�n de su primer congreso se
convoc� una huelga general lo que provoc�
que el sindicato fuese ilegalizado hasta
1914 . En ese mismo a�o de 1911, el
sindicato recibi� oficialmente su nombre.
A partir de 1916 la CNT cambi� de estrategia
con respecto a la UGT estableciendo
relaciones con este sindicato, lo que hizo
que ambas organizaciones convocaran
conjuntamente la huelga general de 1917 . En
el segundo congreso de la CNT en 1919 se
estudi� la posibilidad de la fusi�n de las
organizaciones para contribuir a una mayor
unidad del movimiento obrero espa�ol . En el
mismo congreso se aprob� la vinculaci�n
provisional de la CNT a la Tercera
Internacional , pero tras la visita de �ngel
Pesta�a a la URSS y por consejo de �ste, la
CNT se apartar� de ella definitivamente en
1922 .
Auge de la CNT
A partir de 1918 la CNT se fortaleci� por
una crisis en la industria catalana, lo que
llev� a muchos obreros a afiliarse al
sindicato. El sindicato tuvo un papel
destacado en el desarrollo de la huelga de
La Canadiense . Entonces empez� a cundir el
p�nico entre los patrones, siendo el origen
del pistolerismo que propici� un auge de la
violencia y afect� significativamente al
sindicato.
En 1922 se forma en Berl�n la Asociaci�n
Internacional de los Trabajadores ,
organizaci�n a la que se adheire la CNT. En
1923 , con el advenimiento de la dictadura
de Miguel Primo de Rivera , el sindicato es
ilegalizado.
En 1927 y ante el posicionamiento "moderado"
de algunos cenetistas , se crea en Valencia
la Federaci�n Anarquista Ib�rica (FAI), una
asociaci�n de grupos de afinidad
anarquistas, que desempe�ar� un papel
importante en los siguientes a�os a trav�s
de la denominada trabaz�n con la CNT, es
decir la presencia de elementos fa�stas en
la anarcosindical. La intenci�n era que el
sindicato no se alejase de los postulados
�cratas .
La Segunda Rep�blica
Tras la ca�da del antiguo r�gimen hay un
inicial apoyo a la Segunda Rep�blica que ir�
disminuyendo durante el per�odo del 1931 -
1933 por los constantes enfrentamientos con
las autoridades republicanas en las
sucesivas huelgas sectoriales y generales,
al final del cual incluso se llevar�n a cabo
las llamadas revoluciones de Enero y de
Diciembre , ambas r�pidamente controladas
por el Estado, y a los sucesos de Casas
Viejas . En aquel entonces, el n�cleo
principal de la CNT estaba en Catalu�a ,
pero en otras regiones ganaba importancia
como en Arag�n (donde era mayoritario frente
a UGT) o Andaluc�a .
Las tensiones entre el "ala moderada" ( no
fa�stas ) y el "ala radical" ( fa�stas ) son
constantes y complejas de analizar dado el
car�cter descentralizado y sectorial de la
organizaci�n. Finalmente en 1931 un grupo de
no fa�stas publica el Manifiesto de los
Treinta que dar� lugar al treintismo y en
1932 �ngel Pesta�a crea el Partido
Sindicalista .
El bienio negro supuso una etapa de
clandestinidad que atac� profundamente las
bases del anarcosindicalismo a nivel
nacional, durante el que la CNT participar�a
en un plano secundario frente a la
iniciativa socialista en la llamada
Revoluci�n de Octubre de 1934 . En Asturias
, sin embargo, la Confederaci�n Regional del
Trabajo de Asturias, Le�n y Palencia de la
CNT participar� activamente en la revoluci�n
como consecuencia de su postura m�s proclive
a la alianza obrera formalizada a trav�s de
la UHP con el pacto con la UGT y la FSA . De
esta manera, en La Felguera, Langreo y en el
barrio de El Llano de Gij�n se llegaron a
dar breves experiencias de comunismo
libertario :
En la barriada de El Llano se procedi� a
regularizar la vida de acuerdo con los
postulados de la CNT: socializaci�n de la
riqueza, abolici�n de la autoridad y el
capitalismo. Fue una breve experiencia llena
de inter�s, ya que los revolucionarios no
dominaron la ciudad.
"Se sigui� un procedimiento parecido al de
La Felguera. Para la organizaci�n del
consumo se cre� un Comit� de Abastos, con
delegados por calles, establecidos en las
tiendas de comestibles, que controlaban el
n�mero de vecinos de cada calle y proced�an
a la distribuci�n de los alimentos. Este
control por calle permit�a establecer con
facilidad la cantidad de pan y de otros
productos que se necesitaban. El Comit� de
Abastos llevaba el control general de las
existencias disponibles, particularmente de
la harina". �Manuel Villar. El anarquismo en
la insurrecci�n de Asturias: la CNT y la FAI
en octubre de 1934
Se considera que hubo hasta 30.000
encarcelados durante este periodo. La
exitosa huelga de transportes en Zaragoza ,
continuada por huelga general, que dur� m�s
de dos semanas, se convoc� en unidad con la
UGT en 1935 . Sin embargo, la colaboraci�n
no cuaj� en siguientes acciones.
Las elecciones de 1936 tras el
desmoronamiento del gobierno de Lerroux
colocaron en una compleja tesitura a la CNT.
Las opiniones dentro de la organizaci�n se
repart�an entre el tradicional
abstencionismo , el dejar v�a libre a los
obreros para votar, o directamente a pedir
el voto para el Frente Popular . �ste ten�a
entre sus promesas electorales la amnist�a
para los presos.
Se considera que una parte del crecimiento
del Frente Popular sobrevino precisamente
por el voto libertario .
La Guerra Civil
En 1936 , la CNT ser�a finalmente
legalizada, tras per�odos de clandestinidad
seguidos de otros m�s cortos de
legalizaci�n, hasta su aplastamiento al
final de la Guerra Civil , donde el
sindicato colabor� con otra fuerzas del
llamado Bando republicano para oponerse al
Bando nacional , llegando incluso durante el
desarrollo de la contienda a formar parte
del gobierno de la Rep�blica con varios
ministerios y altos cargos de la
administraci�n.
En Barcelona los anarquistas se hicieron con
el control, colectivizando gran parte de las
actividades, hecho del que fue testigo
George Orwell :
"Por primera vez en mi vida, me encontraba
en una ciudad donde la clase trabajadora
llevaba las riendas. Casi todos los
edificios, cualquiera que fuera su tama�o,
estaban en manos de los trabajadores y
cubiertos con banderas rojas o con la
bandera roja y negra de los anarquistas; las
paredes ostentaban la hoz y el martillo y
las iniciales de los partidos
revolucionarios; casi todos los templos
hab�an sido destruidos y sus im�genes,
quemadas. Por todas partes, cuadrillas de
obreros se dedicaban sistem�ticamente a
demoler iglesias. En toda tienda y en todo
caf� se ve�an letreros que proclamaban su
nueva condici�n de servicios socializados;
hasta los limpiabotas hab�an sido
colectivizados y sus cajas estaban pintadas
de rojo y negro. Camareros y dependientes
miraban al cliente cara a cara y lo trataban
como a un igual. Las formas serviles e
incluso ceremoniosas del lenguaje hab�an
desaparecido. Nadie dec�a se�or, o don y
tampoco usted; todos se trataban de
�camarada� y �t��, y dec�an �salud! en lugar
de buenos d�as". �George Orwell, Homenaje a
Catalu�a
En agosto de 1936 cuando el frente en Arag�n
comenz� a estabilizarse, dos quintos de la
regi�n estaban bajo control de los rebeldes,
aunque comprendiendo a la mitad de la
poblaci�n puesto que controlaban las tres
capitales de provincia y Calatayud . A pesar
de la importancia de la CNT en esta regi�n
no fue capaz de responder y la represi�n
pronto fue acabando con la organizaci�n en
las zonas controladas por el bando nacional.
En la otra parte del Arag�n dividido, el
Estado republicano qued� igualmente anulado.
Las milicias de la CNT que ocuparon el Bajo
Teruel y Huesca , establecieron comit�s de
defensa que sustitu�an a los antiguos
ayuntamientos. En las zonas con mayor
presencia anarquista previa a la guerra
comenz� con fuerza el proceso de
colectivizaci�n de la tierra. Estas primeras
colectivizaciones eran voluntarias y se
establec�an a partir de las tierras
propiedad de los miembros y las requisadas a
los hu�dos o desaparecidos. Aquellos que
quisieran mantener la propiedad de la tierra
no pod�an contratar a terceras personas, que
no fueran de su familia, y las tierras que
no labraran pasaban a control de la
colectividad.
George Orwell coment� acerca de las
caracter�sticas de la nueva sociedad que se
cre� en las colectividades:
"Yo estaba integrando, m�s o menos por azar,
la �nica comunidad de Europa occidental
donde la conciencia revolucionaria y el
rechazo del capitalismo eran m�s normales
que su contrario. En Arag�n se estaba entre
decenas de miles de personas de origen
proletario en su mayor�a, todas ellas viv�an
y se trataban en t�rminos de igualdad. En
teor�a, era una igualdad perfecta, y en la
pr�ctica no estaba muy lejos de serlo. En
algunos aspectos, se experimentaba un
pregusto de socialismo, por lo cual entiendo
que la actitud mental prevaleciente fuera de
�ndole socialista. Muchas de las
motivaciones corrientes en la vida
civilizada �ostentaci�n, af�n de lucro,
temor a los patrones, etc�tera� simplemente
hab�an dejado de existir. La divisi�n de
clases desapareci� hasta un punto que
resulta casi inconcebible en la atm�sfera
mercantil de Inglaterra; all� s�lo est�bamos
los campesinos y nosotros, y nadie era amo
de nadie". �George Orwell, Homenaje a
Catalu�a
Algunas de las colectividades m�s
importantes fueron las de Alca�iz , Calanda
, Alcorisa , Valderrobres , Fraga o Alcampel
. No s�lo se colectivizaron las tierras,
sino que se empredieron labores colectivas
como la residencia de ancianos de Fraga o la
recuperaci�n de hospitales (como en
Barbastro o Bin�far , La Casa de Salud
Durruti ); as� como la fundaci�n de
escuelas, entre ellas la Escuela de
Militantes Libertarios . Estas obras ser�an
destruidas durante la guerra por las tropas
nacionales.
Para proteger las nuevas organizaciones
rurales el comit� organiza un pleno regional
extraordinario de representantes sindicales
de los pueblos liderados, respaldado por
Buenaventura Durruti . En contra de la
opini�n del comit� nacional de la CNT,
fundamentalmente catal�n , se crea el
Consejo Regional de Defensa de Arag�n .
El 23 de diciembre de 1936 , tras recibir en
Madrid una comitiva formada por Joaqu�n
Ascaso , Miguel Chueca y tres l�deres
republicanos e independientes, el gobierno
de Largo Caballero en el que se hab�an
integrado como ministros cuatro anarquistas
( Joan Garc�a Oliver , Juan L�pez , Federica
Montseny y Juan Peir� ), reconoce la
formaci�n del Comit� de Defensa Nacional,
�rgano revolucionario en que estaban
representados tanto anarquistas como
socialistas y republicanos .
A mediados de febrero de 1937 se celebra un
congreso en Caspe con el prop�sito de crear
una federaci�n de colectividades regional al
que asisten 500 delegados que representan a
80.000 colectivistas del Arag�n libertario .
En un pleno de la CNT de marzo de 1937 , el
comit� nacional ped�a un voto de censura
para la supresi�n del Consejo Regional. La
amenaza de dimisi�n de todo el comit�
regional aragon�s lo impidi�. Las Jornadas
de Mayo en Barcelona y la ca�da del gobierno
de Largo Caballero seguida del gobierno de
Juan Negr�n precipitaron el derrumbe de la
experiencia libertaria.
A principios de julio las organizaciones
aragonesas del Frente Popular apoyaron
p�blicamente al Consejo a su presidente,
Franciso Ascaso . Cuatro semanas despu�s la
11� Divisi�n de Enrique L�ster entr� en la
regi�n. El 10 de agosto de 1937 el gobierno
repubicano establecido en Valencia disolv�a
el Consejo Regional de Defensa de Arag�n. La
divisi�n de L�ster se dispon�a a una
ofensiva en el frente de Arag�n, pero
tambi�n fueron utilizadas para someter a la
organizaci�n anarquista y desmontar las
estructuras colectivas creadas en los doce
meses anteriores.
Otras figuras clave de la �poca son Fernando
Ascaso y Miguel Garc�a Vivancos .
Existi� tambi�n un esp�ritu de revoluci�n
sexual. La organizaci�n Mujeres Libres
estableci� liberatorios para la prostituci�n
en donde se daba una alternativa a las
mujeres que quer�an dejar esa actividad. La
mujer adquiri� un papel que nunca hab�a
tenido en la sociedad espa�ola hasta
entonces, combatiendo en el frente y
trabajando en los tajos, lugares que hasta
entonces les hab�an sido vedados. El amor
libre se populariz�, aunque las suspicacias
de algunos padres hicieron que se creasen
los casamientos revolucionarios , ceremonias
informales en las que se hac�a constar los
emparejamientos, y que pod�an ser anulados
si las partes afectadas no quer�an continuar
la relaci�n.
La CNT bajo la dictadura franquista
En 1939 la Ley de responsabilidades
pol�ticas ilegalizaba la organizaci�n y se
expropiaban sus bienes; inmuebles, material,
veh�culos, cuentas bancarias, empresas
colectivizadas y documentaci�n. Por aquel
entonces la CNT contaba con un mill�n de
afiliados y la infraestructura que la
soportaba era amplia.
La CNT funcion� de forma clandestina dentro
del Estado espa�ol durante el franquismo ,
d�ndose tambi�n actividades de cenetistas en
el exilio y sigui� la lucha contra el
r�gimen de Francisco Franco hasta 1948 a
trav�s de algunos maquis . A partir de
entonces, posturas divergentes propiciaron
un debilitamiento de la organizaci�n que
hizo que �sta perdiese influencia entre la
poblaci�n. En 1961 se revitaliz�
consolid�ndose a lo largo de las d�cadas de
1960 y 1970 gracias a la penetraci�n del
ideario anarcosindicalista en organizaciones
obreras cat�licas antifranquistas como
Hermandad Obrera de Acci�n Cat�lica (HOAC) y
Juventud Obrera Cat�lica (JOC).
Durante la Transici�n
Tras la muerte de Franco en noviembre de
1975 y el comienzo de la Transici�n , la CNT
celebra su primer congreso desde 1936 as�
como diversos mitines multitudinarios, el
m�s destacado en Montju�c . De sus
conclusiones surgir�n algunas de las l�neas
de actuaci�n que marcan su actividad en los
centros de trabajo. No participaci�n en las
elecciones sindicales , no reconocimiento de
los comit�s de empresa , no aceptaci�n de
subvenciones estatales o empresariales,
apoyo a la formaci�n de secciones sindicales
.
En este primer congreso, celebrado en 1979
en Madrid , un sector minoritario,
partidario de las elecciones sindicales, se
escinde y pasa a llamarse CNT Congreso de
Valencia (en referencia al Congreso
alternativo realizado en esa ciudad) y
posteriormente, perdidas judicialmente las
siglas en abril de 1989 , a CGT . Un a�o
despu�s un grupo de afiliados de la CGT se
marcha de este sindicato por recibir
subvenciones, y funda Solidaridad Obrera
(SO).
La CNT se vio afectada un a�o antes, en 1978
, por el Caso Scala , un incendio provocado
en una sala de fiestas barcelonesa . Los
cenetistas han mantenido que se busc�
criminalizar a la organizaci�n:
"Resultaba evidente que la polic�a no
buscaba nada ni a nadie �ya ten�an a los
culpables� se trataba simplemente de
amedrentar a los cenetistas y de ahuyentar
de la organizaci�n a miles de trabajadores
afiliados que, si bien se identificaban con
la l�nea sindical de los
anarconsindicalistas, no estaban dispuestos
a llegar demasiado lejos en su adhesi�n, ni
mucho menos a desafiar una represi�n
policial de aquella envergadura. La cosa no
era de broma, las noticias de nuevas
detenciones crearon un ambiente de
inseguridad en gran parte de la afiliaci�n.
Por otra parte, la certeza de la implicaci�n
de la CNT en el atentado fue afianz�ndose en
la opini�n p�blica, lo que provoc� un serio
deterioro en la imagen de la organizaci�n y
de los anarquistas por extensi�n. Si a esto
a�adimos las noticias de agresiones y
asaltos por parte de grupos fascistas, que
en aquellos d�as se incrementaron de forma
muy considerable, podemos hacemos una imagen
aproximada de la situaci�n. Ser libertario
en aquellos momentos se convirti� en algo
bastante desagradable. Los medios de
comunicaci�n lo hicieron impopular, la
polic�a y los grupos de la ultraderecha lo
hicieron peligroso". �Revista Pol�mica: El
Caso Scala. Un proceso contra el
anarcosindicalismo
A partir de su legalizaci�n, se inicia un
movimiento para la reparaci�n de las
expropiaciones de 1939 , que se concretar�
en la ley 4/1986 que obligaba a la
devoluci�n de los bienes incautados y el
derecho a la cesi�n y uso de inmuebles por
parte de los sindicatos. Desde entonces, la
CNT viene reclamando la devoluci�n de bienes
por parte del Estado.
En la d�cada de 1990 se procedi� a la
ocupaci�n de las instalaciones del Consejo
Econ�mico y Social , con sede en Madrid ,
organismo encargado de la repartici�n del
patrimonio sindical acumulado. En el a�o
2004 se lleg� a un acuerdo entre la fiscal�a
y la CNT por el cual el centenar de
procesados por dicha ocupaci�n quedaban
libres con cargos.
En la actualidad
La CNT se opone al modelo de las elecciones
sindicales y comit�s de empresa , y es
cr�tica con los sindicatos mayoritarios UGT
y CC.OO. y las reformas laborales, a la vez
que mantiene una plataforma reivindicativa.
En el a�o 2005 , el gobierno del Estado
espa�ol continu� la devoluci�n del
patrimonio sindical incautado durante y tras
la Guerra Civil a los sindicatos UGT y CNT.
Desde algunos colectivos sociales y medios
de comunicaci�n, se calific� esta devoluci�n
como una muestra de favoritismo a UGT, pues
en la anarcosindical en 1936 la afiliaci�n
era similar a la del otro sindicato y el
gobierno devuelve en ese a�o a la CNT cuatro
millones de euros mientras que a UGT
devolv�a una cantidad realmente superior. La
CNT sigue reclamando a d�a de hoy la
devoluci�n de su patrimonio hist�rico
incautado.
En julio de 2006 se celebra el 70
aniversario de la Revoluci�n Espa�ola de
1936 , motivo por el cual la CNT y la FAI
organizan unas jornadas conmemorativas con
distintos eventos como ponencias, debates,
proyecciones, exposiciones y actuaciones
musicales.
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