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Un poco de historia


 

Las cenizas del Scala: intento del estado de cargarse a la CNT.

Extra�do de la Vanguardia

A las 13:15 horas del domingo 15 de enero de 1978, tras una manifestaci�n contra los Pactos de la Moncloa convocada por la CNT en el centro de Barcelona, un grupo de j�venes anarquistas lanzaba varias botellas incendiarias contra el restaurante espect�culo barcelon�s Scala, en la esquina de Consell de Cent y paseo Sant Joan, que ardi� como una pira. Las consecuencias de aquel acto, que tuvo una enorme repercusi�n, fueron la muerte de cuatro trabajadores �Ram�n Egea, Juan L�pez, Diego Montoro y Bernab� Bravo-, la destrucci�n de un local muy popular y el fin de la resurrecci�n de la CNT.

Casi 30 a�os despu�s, nadie pone en duda el trascendental papel desempe�ado por un confidente de la polic�a, Joaqu�n Gamb�n, "el Grillo", que se infiltr� en la CNT y dirigi� el atentado. Aquellos d�as, el centro de Barcelona era un hervidero mezcla de radicalismo y de personajes siniestros, que protagonizaban casi a diario duros enfrentamientos con la polic�a. Gamb�n, como "el Rubio" o "el Legionario", formaba parte de aquel oscuro submundo entre la delincuencia y la colaboraci�n policial.

El fiscal del caso Scala, que se juzg� en Barcelona en diciembre de 1980, Alejandro del Toro, escribe en "Cuadernos Jur�dicos" (noviembre de 1994) que la informaci�n extraprocesal que logr� sobre Gamb�n "era estupefaciente". Y a�ade que "carec�a de sentido que un delincuente profesional, casi cincuent�n, reclamado por diversos juzgados, hubiera sentido... tales ideolog�as libertarias, hubiera colaborado con ellos (los presuntos responsables) en conducirles por Barcelona en su SEAT 1430, en ense�arles la fabricaci�n de c�cteles molotov y en dirigirlos sabiamente". Pero lo cierto es que a las pocas horas del incendio, sigue escribiendo el fiscal Del Toro, "unos polic�as de Madrid comunicaron a sus colegas de Barcelona los nombres y se�as de los autores, omitiendo cualquier referencia al Grillo. M�s claro que el agua". El nombre de Joaqu�n Gamb�n aparecer�a despu�s, en las declaraciones de los detenidos.

El entonces ministro de Gobernaci�n, Rodolfo Mart�n Villa, present� la detenci�n del grupo en apenas 24 horas como un triunfo. La polic�a andaba necesitada de �xitos, temerosa de que la transici�n conllevara una purga en el cuerpo. Para los dirigentes de la CNT, estaba claro que hab�a sido un complot policial para acabar con la emergente central libertaria. Los condenados, que nunca han aceptado su participaci�n directa en los hechos pero s� en la preparaci�n de los c�cteles, se sienten v�ctimas de manipulaci�n por los servicios secretos.

La vista del caso Scala, en diciembre de 1980, no cont� con el testimonio de Mart�n Villa, solicitado por las defensas (Loperena, Palm�s, Krauel y Segu�), ni con la presencia de Gamb�n, fugado de la prisi�n de Elx en extra�as circunstancias. A pesar de varias �rdenes judiciales de captura, la polic�a no lograba dar con el Grillo. Pero s� la prensa. Fue el periodista Ferran Sales quien, en plena vista del juicio, dio con el confidente en Rinc�n de Seca (Murcia) y m�s tarde, Rafael Cid y D�a Herrera lo entrevistaban en "Cambio 16". El comisario Jos� Mar�a Escudero, alias �Escubi�, era mi jefe directo", declar�. Escudero era un polic�a de la "cuadra Conesa", un oscuro superagente implicado en diversos trabajos sucios. Gamb�n cobraba 45.000 pesetas mensuales por sus "trabajos" de infiltraci�n o por constituir el Ej�rcito Revolucionario de Ayuda al Trabajador (ERAT), grupo que practic� varios atracos antes de caer en otra "brillante" operaci�n policial. Por la delaci�n de Scala cobr� 100.000.

La sentencia conden� a Jos� Cuevas, Javier Ca�adas y Arturo Palma a 17 a�os de prisi�n como autores de homicidio involuntario y por fabricar explosivos. Luis Mu�oz fue condenado a dos a�os y seis meses por complicidad y Rosa L�pez, a cinco meses por encubrimiento. Estas penas indignaron a sectores de la extrema derecha por considerarlas demasiado suaves. El recurso presentado por los defensores, por quebrantamiento de forma y denegaci�n de pruebas por la no comparecencia de Mart�n Villa en la vista, fue rechazado por el Supremo.

La presi�n sobre la polic�a por el asunto Gamb�n se multiplic� a ra�z de la vista y de las exigencias, en aquel sentido, del indignado fiscal Del Toro, que desde instancias judiciales conservadores fue acusado de "simpatizar con los anarquistas". El representante del ministerio p�blico se defendi� a�os despu�s escribiendo que, ante "el esc�ndalo judicial" que representaba una vista sin el Grillo, "mi problema fundamental era no cubrir de rid�culo mi carrera". Porque "todo estaba cojo y propicio a las m�s desaforadas imaginaciones".

Gamb�n sigui� escabull�ndose. Se hizo pasar por un t�o suyo que muri� y se organiz� su propio entierro en Murcia, al que asistieron, incluso, algunos dirigentes de la CNT que le segu�an los pasos. Esta depurada t�cnica de camuflaje ya la hab�a practicado con ETA y una esquela que logr� que publicara "Egin". Finalmente, en diciembre de 1981, el Grillo era detenido, tras un tiroteo, en Valencia. Dijo que se entreg� harto de que la Brigada de Informaci�n le hubiera abandonado.

La segunda vista por el caso Scala se vio en diciembre de 1983, con un solo acusado: Joaqu�n Gamb�n. "La Vanguardia" inform� aquel d�a que "es la primera vez que se juzga en Espa�a a un confidente policial". La sentencia le conden� a siete a�os por concurrencia a manifestaci�n con armas y preparaci�n de explosivos. Las cenizas del incendio se posaron definitivamente.


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Recuperando la memoria hist�rica contempor�nea.
CGT y la falsedad como estrategia.

(Aplicable tambi�n a Solidaridad Obrera y todas las escisiones y subescisiones de �stas).

SOV Madrid de CNT-AIT [2-11-2006]

Hay algo mucho peor que servir a los intereses de los explotadores del mundo. Y es no tener el valor suficiente para llamar a las cosas por su nombre, para admitir lo que somos y lo que hacemos, para reconocer el papel que representamos. La verg�enza de intentar aparentar algo mucho m�s leg�timo y honrado de lo que en realidad hacemos. Ese papel lo representa fielmente CGT todos los d�as, y no hablamos de las personas, sino de la trayectoria consumada y contrastada de esta organizaci�n. CGT es el resultado del intento m�s burdo del poder por destruir la CNT.

Demasiados a�os llevamos desenmascarando la falacia y desfachatez de los sindicatos de Estado CC.OO., y UGT, de los sindicatos amarillos, corporativos y dem�s. Ninguno de ellos deber�a llamarse sindicato ni organizaci�n obrera, pues su acci�n es contraria a los intereses de los trabajadores/as y favorable a la patronal y el estado, enemigos declarados del movimiento obrero. Pero al menos esas organizaciones lucrativas (en definitiva empresas de servicios sindicales) no tienen el cinismo de proclamarse anarcosindicalistas. Es hora de poner las cosas en su sitio.

El intento de aniquilar CNT mediante su �institucionalizaci�n� empieza reci�n llegada la transici�n. El ministro fascista Mart�n Villa invita oficialmente al afamado anarquista Abad de Santill�n para que "reorganice" la CNT tras dos a�os de crecimiento confederal. Y seguidamente ofrecen todo tipo de beneficios al sindicato si �ste se institucionaliza, se convierte en fiel servidor del sistema, y olvida para siempre su car�cter revolucionario. A continuaci�n la estrategia del poder pasa por la m�xima infiltraci�n en los Comit�s de la Confederaci�n, desconociendo que el poder de �sta radica en la capacidad de decisi�n de sus asambleas, mientras que los Comit�s son solo instrumentos al servicio de ellas. Uno de los primeros �rganos infiltrados ser� la Comisi�n Regional de Catalu�a. Y su primera manipulaci�n, una campa�a junto a UGT, USO y la SOC catalana para establecer un �frente sindical� y frenar a CC.OO.

Pero en todo momento las bases del sindicato echan por tierra los planes reformistas de Mart�n Villa y sus ac�litos infiltrados, como se demuestra en el boicot a las jornadas de movilizaci�n convocadas por la COS (Coordinadora de Organizaciones Sindicales) o el tremendo trabajo de solidaridad con la huelga de Roca de Gav� en 1976. Tras ello vino la estrategia policial, de represi�n y detenciones. Pero la movilizaci�n anarcosindicalista no se detiene: el mitin de San Sebasti�n de los Reyes, la legalizaci�n, las Jornadas Libertarias Internacionales de Barcelona, los m�tines de Valencia y Montjuich y la huelga de gasolineras en Catalu�a son algunos ejemplos de la fren�tica actividad de relanzamiento que desarrolla CNT en esos momentos.

En 1977 la CNT es la �nica organizaci�n sindical que se niega a firmar los Pactos de la Moncloa, una estrategia para integrar a los sindicatos en el juego pol�tico y acabar para siempre con el sindicalismo revolucionario y asambleario. La CNT, fiel a sus principios, rechaza participar de las elecciones sindicales, comit�s de empresa, subvenciones, liberados y un largo etc. de privilegios que el estado ofreci� a todos aquellos que bajaran la cabeza ante el "pacto social", aceptando poner adem�s punto final a la "conciliaci�n" social tras la guerra civil y los 40 a�os de dictadura. M�s tarde, ante la negativa de la CNT a doblar su rodilla, los instrumentos del gobierno (primero UCD y despu�s PSOE) ponen en marcha todos sus recursos para desarticular la CNT a cualquier precio. En 1978 la Brigada Pol�tico Social organiza el atentado de la sala Scala e intenta inculpar a la CNT.

La estrategia de infiltrar los Comit�s no tiene �xito, gracias a la horizontalidad del sindicato. Por eso la siguiente maniobra es organizar reuniones �paralelas� de determinados afiliados de los sindicatos que son absolutamente inorg�nicas. Esto provoca la expulsi�n de muchos afiliados por no respetar los acuerdos y la org�nica de la Confederaci�n. Pero la estrategia del poder ya era evidente: romper la CNT provocando una inevitable escisi�n.

En este contexto comienza en 1979 en Madrid el V Congreso de la CNT En este congreso, el 90% de los 750 sindicatos federados ratifican los principios, t�cticas y fines del anarcosindicalismo. Se rechaza frontalmente todo colaboracionismo con el Estado, los comit�s de empresa, las subvenciones y todo planteamiento que contradiga los principios b�sicos de autogesti�n, acci�n directa, horizontalidad y apoyo mutuo. Literalmente en el acta del V Congreso se puede leer:
�Las elecciones sindicales suponen la implantaci�n del m�todo parlamentario burgu�s en el �mbito de la empresa, impuestas por el Gobierno con el apoyo de las centrales sindicales colaboracionistas.�

Durante el Congreso algunos delegados/as contin�an con las reuniones �paralelas�, ante la imposibilidad de imponer sus criterios al resto de la organizaci�n. Dichos delegados llegaron incluso a falsear los acuerdos de sus sindicatos para lograr su objetivo. De esta forma, tras los acuerdos adoptados, 53 delegados (de un total de 500), el sector reformista, decide abandonar libremente la Confederaci�n con el objeto de poder atacarla desde fuera. Las dudas sobre la transparencia y democraticidad del Congreso no tienen fundamento alguno, pues los delegados �escisionistas� formaron parte de las Comisiones, Mesas y debates de las sesiones. Gozaron de su voto proporcional como cualquier sindicato, e incluso tuvieron su propio candidato a Secretario General. Todo ello no solo est� recogido en las actas, sino tambi�n en m�s de cien horas de filmaciones en v�deo.

Los acontecimientos de despu�s hablan por s� solos. Los medios de comunicaci�n burgueses dan total publicidad al grupo escindido. El gobierno les proporciona ayuda administrativa y econ�mica, con lo que pueden celebrar el Congreso de Valencia, donde ratifican su reformismo y rechazan el comunismo libertario. En marzo de 1980 la CNT se re�ne en Conferencia de Sindicatos en Barcelona y denuncia el montaje escisionista a la vez que ratifica los acuerdos del V Congreso.

Pero a�n quedan en los Comit�s de CNT elementos que pretenden manipular la organizaci�n y dirigirla a su antojo. El Secretario del Comit� Nacional Jos� Bond�a mantiene una reuni�n secreta con Alfonso Guerra negociando una aut�ntica oferta de compra de la CNT. Todo resulta in�til para ellos, pues la horizontalidad de la CNT permite a los sindicatos desarticular todo intento de manipulaci�n jer�rquica. Como consecuencia se convoca el Congreso Extraordinario de Torrej�n en marzo de 1983 (continuaci�n del VI Congreso de Barcelona), donde de nuevo se ratifican los acuerdos y principios del V Congreso. Tras ello, 26 sindicatos abandonan la Confederaci�n.

Escindidos y expulsados convocan el �Congreso de Reunificaci�n� en 1984. Gracias al dinero recibido del estado, iglesia y dem�s poderes f�cticos (de otra manera hubiera sido imposible, pues era una organizaci�n sin recursos), pueden realizarlo en el Palacio de Congresos de Madrid, protegidos por la Polic�a (que ayuda a revisar las credenciales) ante la concentraci�n que fuera realizan los militantes de CNT. Todo ello est� reflejado en un acta notarial que CNT levant� para dejar constancia.

Tras ello vino la pugna por las siglas. No solo abandonaron por su cuenta CNT, sino que pretendieron llevarse con ellos el nombre y la historia del sindicato. La pretensi�n es tan repugnante que hasta el colectivo de presos libertarios de Carabanchel declar� estar dispuesto a realizar una huelga de hambre hasta la muerte si se intentaba arrebatar a la CNT su identidad. El litigio lo resuelve la despreciable justicia burguesa, proceso al que se llega de la misma forma que cuando se lucha contra un patr�n por la readmisi�n de un trabajador despedido. Pero la CNT nunca hubiera abandonado su identidad aunque hubiera tenido que volver a la clandestinidad.

No pueden existir ya dudas de que la escisi�n fue protagonizada por una peque�a minor�a de la Confederaci�n. No existen dudas de que abandonaron por no aceptar las reglas y acuerdos de la mayor�a que deseaba seguir fiel a los principios y finalidades. Desde entonces, llam�ndose ya CGT, este grupillo acept� todo el juego pol�tico y jer�rquico: elecciones sindicales, comit�s de empresa, subvenciones estatales, cursos de formaci�n, liberados� y todas las pr�cticas repulsivas que todos los d�as traicionan a los trabajadores. Hasta hoy ese ha sido su camino.

La anarqu�a es, entre otras cosas, ausencia de jerarqu�as. La CGT pretende llamarse anarcosindicalista sin creer en los principios del anarquismo. Los comit�s de empresa son estructuras jer�rquicas, pues unos pocos deciden por muchos otros. Los liberados son privilegiados respecto del resto de trabajadores. Las elecciones sindicales son la misma farsa estatal pero a una escala distinta. Recibir subvenciones significa venderse, pues nadie muerde la mano del que le da de comer. Se le puede dar las vueltas que se quiera, pero todo ello va en contra del anarcosindicalismo. No solo lo decimos nosotros/as; la AIT lo deja muy claro en sus estatutos. Jam�s un pseudosindicato como CGT podr�a entrar en la Internacional Anarcosindicalista.

La desfachatez de esta organizaci�n ha llegado al punto de que recientemente han reclamado al Estado la devoluci�n de 114 propiedades de CNT incautadas durante la Guerra Civil y la dictadura. Su verg�enza no tiene l�mites. Su comportamiento le priva de toda dignidad para te�ir de rojo y negro sus emblemas.

La unidad anarcosindicalista es una falacia. Los anarcosindicalistas siempre han estado unidos, pues nunca han tenido miedo a la horizontalidad de las decisiones. Nunca perdimos esa unidad. No puede haber entendimiento posible con quien se vende al estado y al patr�n. Quien quiera llamarse anarcosindicalista, que lo ponga en pr�ctica todos los d�as, y si no, que acepte su papel y condici�n de ruin servidor del estado.

SINDICATO DE OFICIOS VARIOS DE CNT-AIT MADRID


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La CNT en la transici�n: una ra�z profunda.

Alfredo Gonz�lez Mart�nez
Juan Pablo Calero Delso

Es un lugar com�n, incluso en la historiograf�a m�s progresista, identificar al Partido Comunista de Espa�a como el protagonista de la lucha antifranquista, otorg�ndole un papel tan destacado que, en ocasiones, parece convertir aquel combate democr�tico coral en un sencillo mon�logo. Esta falsa sinonimia llega al descaro en el caso de la lucha guerrillera, popularmente conocida como el maquis, que se prolong� hasta los primeros a�os sesenta, a pesar de que el PCE la abandon� antes de que acabase la d�cada de los cuarenta. Por otro lado, las necesidades pol�ticas de la Segunda Restauraci�n, han forzado la b�squeda desesperada de cualquier leve rastro del enfrentamiento con la dictadura de los tantas veces complacientes n�cleos mon�rquicos o han magnificado la d�bil oposici�n del socialismo democr�tico al r�gimen del general Francisco Franco.

Sin embargo, un espeso manto de silencio ha ca�do sobre el activismo clandestino del movimiento libertario espa�ol al que se trag� la tierra en los a�os posteriores al final de la Segunda Guerra Mundial. �Fue capaz el franquismo de aplastar al potente movimiento libertario, que llevaba d�cadas sufriendo sin desmayo una persecuci�n tan dura como tenaz? �Se mantuvo Espa�a al margen del rejuvenecido esp�ritu anarquista, redescubierto bajo los adoquines parisinos en la primavera de 1968? �Fue tan casual como espont�neo el resurgir de la acracia a partir del a�o 1975?

Es dif�cil contestar afirmativamente a todas estas preguntas, y sin embargo parece haber un acuerdo un�nime entre los historiadores para reconocer la importancia de la CNT en el periodo de la Segunda Rep�blica y la Guerra Civil, expresada en el Congreso confederal celebrado en Zaragoza en mayo de 1936, y el inesperado resurgimiento del movimiento libertario durante la transici�n, puesto de manifiesto en los actos convocados en San Sebasti�n de los Reyes y Montjuich cuarenta a�os despu�s, mientras se obvia con descaro la actividad de oposici�n anarquista al franquismo. La raz�n de este olvido es consecuencia obligada de la costumbre de investigar al movimiento anarquista hispano usando los medios y los m�todos empleados tradicionalmente para el estudio de la historia pol�tica y social, buceando en archivos oficiales y privados en busca de documentos org�nicos, listas de afiliados y comit�s o actas de comicios formales. Pero, como esperamos demostrar, no se puede conocer y estudiar a la CNT sin considerar su propia personalidad y sin tener en cuenta su ideolog�a, ejercicio imprescindible en una organizaci�n que hace bandera de la coherencia entre principios y fines.

La postguerra
El tr�gico final de la Guerra Civil, en abril de 1939, fue especialmente doloroso para los militantes anarcosindicalistas, que sufrieron tanto la derrota militar como la destrucci�n del proceso revolucionario que con tanto entusiasmo hab�an puesto en pie, en muchas ocasiones en contra de sus ocasionales aliados republicanos, socialistas y comunistas. Por otra parte, desarraigados entre los desterrados, no siempre contaron con la calurosa acogida que algunos pa�ses ofrecieron a los que compart�an ideas y proyectos con sus gobiernos, como ocurri� con la Uni�n Sovi�tica para los comunistas.

Por todo ello, los militantes anarcosindicalistas espa�oles no tuvieron m�s estrategia que la ca�da inmediata del r�gimen franquista, por la que combatieron con una urgencia que a veces fue causa de errores y precipitaciones. Adem�s, sacrificando sus m�s �ntimas convicciones, en muchas ocasiones renunciaron a la actividad sindical para combatir en la guerrilla con las armas en la mano o para colaborar con la acci�n pol�tica de todos aquellos que se opon�an a la dictadura del general Franco.

En julio de 1936 la Confederaci�n Nacional del Trabajo era la organizaci�n proletaria m�s numerosa del pa�s. Durante los tres a�os de Guerra Civil, si bien vio muy mermadas sus filas por la represi�n sufrida en las zonas que ocupaba el ej�rcito rebelde, tambi�n es cierto que de la mano del proceso revolucionario de las Colectivizaciones se alent� el crecimiento de la organizaci�n confederal en las zonas que permanecieron bajo control del gobierno republicano, permitiendo la implantaci�n del movimiento libertario m�s all� de sus tradicionales zonas de influencia.

Al finalizar la Guerra Civil, y a pesar de una feroz persecuci�n que hab�a diezmado sus filas y de la derrota que hab�a condenado al exilio a muchos de sus mejores afiliados, la CNT se reorganiz� clandestinamente en el interior del pa�s desde el primer momento. Los militantes anarcosindicalistas decidieron sostener un sindicato clandestino, por lo que lentamente reconstruyeron los sindicatos, regularizaron las cotizaciones, constituyeron los comit�s y coordinaron sus actividades. Como explica �ngel Herrer�n, �Su labor se inici� desde los mismos campos de concentraci�n donde fueron ingresados los luchadores antifascistas, y su ritmo de reorganizaci�n s�lo puede ser comparable a la velocidad con la que la polic�a franquista lograba desmantelar los diferentes �rganos representativos confederales�

A partir de 1943, con las primeras derrotas de las potencias del Eje en la Segunda Guerra Mundial, la actividad sindical de los militantes de la CNT se increment� notablemente, ante la perspectiva de una pr�xima capitulaci�n de Alemania y de sus aliados militares, que parec�a anticipar un pr�ximo final para la dictadura espa�ola. Adem�s, en buena parte como reflejo de este nuevo contexto internacional, a mediados de la d�cada de los a�os 40 fueron saliendo de las c�rceles muchos de los militantes libertarios m�s activos y conscientes, reforz�ndose extraordinariamente la red sindical clandestina.

En el mes de julio de 1945 la CNT fue capaz de organizar en el pueblo madrile�o de Caraba�a un Pleno Nacional de Regionales, su m�ximo �rgano de coordinaci�n, al que asistieron delegados de Andaluc�a, Norte, Galicia, Centro, Levante, Catalu�a y Arag�n, que representaban a unos treinta mil afiliados. All� se eligi� un nuevo Comit� Nacional, el octavo desde el final de la Guerra Civil, y se marcaron las l�neas generales de la actuaci�n de la central anarcosindicalista.

En los meses posteriores al Pleno de Caraba�a, la CNT relanz� su actividad y reforz� sus filas, en unos momentos especialmente dif�ciles, cuando la simple cotizaci�n a un sindicato confederal todav�a pod�a acarrear fuertes condenas de c�rcel. �ngel Herrer�n cifra en m�s de cincuenta mil el n�mero de afiliados en 1947 y una cifra muy similar se mantuvo hasta el final de esa d�cada.

La reorganizaci�n de los sindicatos confederales no ten�a como finalidad la mejora de las condiciones de vida y de trabajo de la clase obrera, a pesar de ser especialmente penosas, pues su principal objetivo era la ca�da de la dictadura. En un evidente ejercicio de posibilismo, que contrasta con su imagen de intransigencia revolucionaria, la CNT particip� en las conspiraciones pol�ticas que se produjeron en ese per�odo. Cabe destacar su intervenci�n en la Alianza Nacional de Fuerzas Democr�ticas, un frente amplio en el que tambi�n colaboraban los mon�rquicos, que fue causa de una amarga ruptura del movimiento libertario.

Simult�neamente, numerosos militantes confederales desarrollaban una intensa actividad guerrillera. Huidos desde los primeros d�as de la Guerra Civil, refugiados en el monte que escapaban de la represi�n y miembros de la Resistencia antifascista, que tras su victoria en la Segunda Guerra Mundial volvieron a su pa�s a continuar el combate, fueron muchos los cenetistas que lucharon en el maquis durante m�s de veinte a�os, una oposici�n armada muy pronto abandonada por socialistas y comunistas.

La traves�a del desierto.
Al comenzar los a�os sesenta las organizaciones del movimiento libertario estaban diezmadas y agotadas. La represi�n, que con tanta crueldad se hab�a ensa�ado con los militantes anarcosindicalistas, la acuciante falta de medios, en una organizaci�n que no ten�a el apoyo de Estados afines o de poderosas alianzas internacionales, y el fracaso de la resistencia antifranquista, tanto en el plano pol�tico como en el militar, hicieron mella en el �nimo de los cenetistas. Frente al derrotismo de tantos afiliados, algunos militantes decidieron continuar su combate contra el r�gimen franquista sin perder de vista la realidad del pa�s, por lo que decidieron cambiar de t�ctica: mantuvieron la lucha clandestina, pero no intentaron dotarse de una estructura sindical homog�nea y centralizada. La represi�n oblig� a la central anarcosindicalista a abandonar su tradicional organizaci�n interna, propia de un sindicato, y dotarse de un funcionamiento t�picamente anarquista, como son los grupos de afinidad.

El grupo de afinidad es la organizaci�n b�sica y genuina del movimiento anarquista. Es un conjunto peque�o de militantes, normalmente entre cuatro y diez, que trabajan unidos y se conocen. En el grupo no se da la figura del �simple afiliado� o del simpatizante; los componentes de un grupo son todos militantes, y se mantienen dentro de su estructura mientras sigan si�ndolo. El grupo de afinidad tiene una vaga inspiraci�n en las sociedades conspirativas decimon�nicas.

Cuando en 1864 se cre� la Asociaci�n Internacional de los Trabajadores (AIT), Mijail Bakunin, el gran te�rico del anarquismo, ya hab�a fundado la Alianza para la Democracia Socialista (ADS), organizaci�n internacional conspirativa libertaria que muy pronto se integr� en la AIT. Para Bakunin resultaban seguras y eficaces las agrupaciones secretas formadas por personas convencidas y de absoluta confianza, que en determinados momentos favorables pudieran ponerse a la cabeza de los acontecimientos, pero s�lo para inspirar y esclarecer, pues la revoluci�n s�lo la hace el pueblo. Con este esp�ritu se hab�a creado la ADS; su programa era en apariencia coincidente con el de la AIT y, de hecho, muchas secciones europeas de la Internacional estaban creadas y animadas por miembros de la ADS, como fue el caso de Espa�a.

Cuando las diferencias ideol�gicas hicieron imposible la convivencia en el seno de la AIT de los sectores anarquista y marxista, se produjo la ruptura de la Primera Internacional. Para entonces, la ADS, sin haberse disuelto de facto, estaba en gran medida diluida dentro de las distintas secciones de la Internacional obrera. En 1872 localidad suiza de Saint-Imier acogi� el primer congreso de la nueva,Internacional libertaria. Se consumaba as� la escisi�n en el movimiento obrero.

La represi�n de los distintos gobiernos contra las secciones internacionalistas libertarias hizo casi imposible que pudiesen desarrollar una actuaci�n abierta, por lo que sus militantes volvieron a organizarse en n�cleos secretos. Surgieron entonces los grupos de afinidad, con una clara diferencia de la pr�ctica anterior: se constituyeron por afinidades personales, de ah� su nombre, y no por centros de trabajo o, necesariamente, de localidad de residencia. Los grupos, como ya dijimos, son peque�os y todos los miembros se conocen entre s�, de manera que la infiltraci�n policial es poco menos que imposible. El inconveniente de esta afinidad es que cuando uno de sus miembros es detenido, si sucumbe a las torturas policiales, puede llegar a proporcionar mucha informaci�n. Los grupos de afinidad siempre cuentan a su alrededor con cierto n�mero de simpatizantes, gente con una ideolog�a af�n pero que no desarrolla una militancia constante. Estos simpatizantes van a ser fundamentales para la realizaci�n de las tareas del grupo; por ejemplo, la publicaci�n de un peri�dico es primordial en la acci�n de los grupos, y los simpatizantes ayudar�n a su distribuci�n.

Los principales objetivos de los grupos de afinidad son propagar la ideolog�a anarquista, la agitaci�n popular y la consiguiente organizaci�n de revueltas y motines, aparte de, en momentos de permisividad legal, la creaci�n de centros culturales, sociedades obreras y todo aquello que suponga un paso adelante en la emancipaci�n delas clases trabajadoras. Por otro lado, los grupos mantienen relaciones entre s� para extender su acci�n o, las m�s de las veces, para ejercer la solidaridad con los represaliados, organizar las fugas de sus presos, etc.

En Espa�a los grupos de afinidad surgieron a partir de 1874, con la ilegalizaci�n de la secci�n nacional de la Primera Internacional, y su n�mero y actividad se increment� a partir del a�o 1888, cuando los anarquistas hispanos decidieron disolver su organizaci�n sindical: la Federaci�n de Trabajadores de la Regi�n Espa�ola (FTRE). Sin embargo, la coordinaci�n de estos grupos de afinidad �cratas fue decisiva en la formaci�n y sostenimiento de numerosas sociedades obreras, cuya convergencia dar�a como resultado la fundaci�n en 1910 de la Confederaci�n Nacional del Trabajo (CNT).

A partir de ese momento, el peso de la lucha social en Espa�a lo llevaron las diferentes federaciones y sindicatos de la CNT, si bien los grupos de afinidad anarquista no se disolvieron, pues siguieron desarrollando una intensa actividad social que no era estrictamente laboral, publicando peri�dicos y revistas y creando centros educativos, como los ateneos libertarios y las escuelas racionalistas. Tambi�n tuvieron una coordinaci�n estable de �mbito nacional que, desde el Congreso de Amsterdam de 1907, fue tambi�n internacional.

Por eso, cuando a partir de los a�os sesenta del siglo pasado, la organizaci�n del movimiento libertario hab�a sido destrozada por la represi�n, y no ten�a muchas posibilidades a corto plazo de crecimiento ni de estructuraci�n, con la mayor�a de la militancia veterana sin posibilidades de incidencia en el medio obrero, resurgi� la necesidad de organizarse de nuevo en peque�os grupos de afinidad con el doble fin de mantener m�nimamente la estructura org�nica y ser m�s impermeables a la infiltraci�n policial. Se crearon grupos en todas las localidades donde quedaban militantes. Las actividades de estos grupos iban desde el apoyo mutuo, tan necesario a la hora de encontrar trabajo o vivienda en la sociedad del momento, hasta la edici�n de propaganda. La organizaci�n obrera (CNT) y los grupos anarquistas (FAI) tuvieron trayectorias paralelas con constantes coincidencias, lleg�ndose a la total fusi�n de ambas modalidades organizativas al final de la Guerra Civil, por lo que los nuevos grupos de afinidad representaban por igual a todas las formas org�nicas del movimiento libertario espa�ol.

En las �reas m�s castigadas por la represi�n franquista, como era el caso de las provincias en las que desde el primer momento hab�a triunfado el golpe militar, la militancia libertaria fue masacrada con m�s intensidad que en otras zonas, por lo que pocos militantes pudieron formar grupos. Salamanca, Vigo, Zamora, Valladolid, Santander o Palencia son ciudades en la que se mantuvieron grupos de afinidad con escasa actividad; se limitaban a reunirse peri�dicamente para comentar la situaci�n pol�tica e intercambiar noticias, organizaban una comida para celebrar el Primero de Mayo y recib�an la prensa libertaria editada en el exilio pero ni publicaban ni apenas difund�an propaganda.
Seg�n el testimonio de Jos� Dom�nguez, anarquista de Carmona, hacia el a�o 1962 se celebr� una reuni�n en la campi�a sevillana de los militantes de Andaluc�a occidental que se encontraban en libertad. Se decidi� dejar de hacer afiliaciones y mantener las m�nimas relaciones org�nicas, de hecho, dejaron de actuar en nombre de la CNT y se constituyeron en grupos de afinidad. Pr�cticamente la �nica actividad que tuvieron en com�n fue el apoyo a los presos. Parad�jicamente, tuvieron m�s relaciones con los viejos militantes andaluces emigrados a Catalu�a y el Pa�s Vasco que con los que se quedaron en la regi�n.

Muy similar era la situaci�n en la regional de Levante, que englobaba a las provincias de Castell�n, Valencia, Alicante y Murcia. En septiembre de 1965, la CNT del exilio emiti� en Francia un informe sobre la situaci�n del movimiento confederal en el interior de Espa�a en el que, entre otras cosas, se�ala que en la regional levantina �se ven�an manteniendo relaciones muy superficiales a causa de la psicolog�a especial de la mayor�a de los militantes, que sustentaban el criterio de que todo esfuerzo era in�til porque la soluci�n vendr�a por s� misma. Manten�an la convicci�n de que era vano todo sacrificio, porque la CNT renacer�a espont�neamente en el instante en que la democratizaci�n irreversible del pa�s se hiciera patente. Lo prudente, seg�n ellos, era mantener en la reserva la militancia que nos queda para que en dicho momento sumaran todos los esfuerzos en la reconstrucci�n de las instituciones obreras�.

La intenci�n del informe era despistar a la polic�a franquista, que se sospechaba que acabar�a conociendo este texto, sobre lo que de verdad estaba ocurriendo en Levante: se hab�an roto las relaciones org�nicas entre la militancia porque se hab�a optado por organizarse en grupos de afinidad. Era una regi�n con fuerte implantaci�n de la CNT, con sindicatos en cerca del cincuenta por ciento de los pueblos y, por supuesto, en todas las capitales de provincia. La reorganizaci�n en grupos de afinidad permiti�, una vez muerto Franco, la inmediata creaci�n de sindicatos de la CNT en much�simos pueblos, sobre todo en las provincias de Castell�n y Valencia.

En el �rea metropolitana de Barcelona la militancia confederal se vio reforzada por la emigraci�n andaluza, pero los reci�n llegados no ten�an posibilidades reales de actuaci�n sindical, pues se trataba de militantes conocidos por la polic�a, que vigilaba de cerca sus pasos, por lo que debieron juntarse en grupos de afinidad atendiendo a sus localidades de procedencia. No tuvieron mucha relaci�n con los compa�eros catalanes, cuyos sindicatos clandestinos estaban atravesando malos momentos en cuanto a afiliaci�n; pronto imitaron el ejemplo de las dem�s regiones y se constituyeron grupos de afinidad en toda Catalu�a. La cercan�a de la frontera permiti� que las relaciones con los exiliados siguieran siendo fluidas; adem�s, la casi inexistente relaci�n de estos grupos entre s� hizo disminuir mucho el n�mero de detenciones.

En Asturias, Rioja y Pa�s Vasco tambi�n la militancia cre� grupos de afinidad. Algunos de ellos estuvieron implicados en el proceso de creaci�n de Comisiones Obreras (CC.OO.), aunque muy pronto abandonaron esta organizaci�n, ante su creciente burocratizaci�n y el dirigismo ejercido por el Partido Comunista. En Extremadura y en Castilla la Nueva (Talavera, Cuenca, Puertollano, Guadalajara) se mantuvieron algunos grupos que, aunque en modo alguno se insertaron en las nuevas luchas sociales, sirvieron de referencia para toda una generaci�n que buscaba una alternativa diferente a la que ofrec�an las organizaciones marxistas y las cristianas.

En Madrid se cre� el Grupo Anselmo Lorenzo, que naci� con la idea de ser el germen de la reconstrucci�n de la CNT cuando las circunstancias lo permitiesen; de momento se dedicaron a estudiar la situaci�n socio-laboral, editando algunos interesantes documentos, entre los que cabe destacar Problemas presentes y futuros del Sindicalismo Revolucionario en Espa�a, editado en 1969, y Cuestiones del sindicalismo: La Ley Sindical y las elecciones sindicales, que vio la luz en 1971. Simult�neamente, se mantuvieron otros muchos grupos de afinidad en la capital espa�ola. Uno de ellos, fue constituido por militantes que llevaban pocos meses en libertad tras soportar largas condenas, entre 15 y 20 a�os, y que volvieron a ser r�pidamente detenidos, aunque no arrastraron a nadie m�s en su ca�da. Su proceso fue el primero del reci�n creado Tribunal de Orden P�blico y todos los encausados eran veteranos de los comit�s clandestinos de la CNT: L�zaro Arjona, Miguel Flores, Fidel Gorr�n, Juan Mart�nez, Emiliano Mier...

As� pues, aparentemente desmantelada la CNT, el movimiento libertario sigui� vivo y activo durante los �ltimos a�os del franquismo gracias a los numerosos grupos de afinidad que se extend�an por toda la geograf�a nacional. El fen�meno del cincopuntismo es la mejor prueba no s�lo de la pujanza del nuevo movimiento obrero, b�sicamente articulado en torno a las Comisiones Obreras, sino tambi�n de la fuerza de un movimiento libertario al que desde el poder a�n se le consideraba con fuerza para modificar el panorama sindical espa�ol del momento.

Desde el sindicalismo vertical franquista se tent� a un pu�ado de viejos militantes cenetistas de prestigio a los que se les ofreci� la posibilidad de influir en la Confederaci�n Nacional de Sindicatos (CNS), la central sindical del r�gimen, integr�ndose en el seno de unos renovados sindicatos. La burda maniobra no ten�a m�s objetivo que utilizar el prestigio de la CNT para combatir al nuevo sindicalismo animado por las j�venes generaciones obreras que estaba poniendo en jaque el modelo franquista de relaciones laborales. El se�uelo era un sindicalismo pol�ticamente neutro y el anticomunismo heredero de los sucesos del mes de mayo de 1937, pero s�lo unos pocos afiliados picaron el anzuelo: Lorenzo I�igo, Francisco Royano, Saturnino Carot, Sebasti�n Clavo, Florian Calle, Ram�n �lvarez.... En el verano de 1965 firmaron unos acuerdos con los representantes de la CNS que fueron desautorizados por la pr�ctica totalidad de la militancia anarcosindicalista, tanto del interior como del exilio.

Fracasado su desembarco en el sindicalismo vertical franquista, al ponerse en evidencia su falta de representatividad, aislados del conjunto del movimiento libertario y desbordados por los acontecimientos nacionales, los cincopuntistas continuaron a pesar de todo con sus actividades y mantuvieron una cierta coordinaci�n entre sus dispersos y escasos seguidores. En los �ltimos meses del franquismo fueron de nuevo utilizados por el entonces gobernador civil de Barcelona, Rodolfo Mart�n Villa, y el Delegado Provincial de la CNS en la capital catalana, Jos� Mar�a Socias Humbert, cosechando un fracaso similar.

Pero la prolongada represi�n franquista no s�lo forz� a los grupos clandestinos de la CNT a enmascarar su actividad, impidi�ndoles dotarse de una estructura sindical centralizada, tambi�n dificult� el ingreso en la organizaci�n confederal de las nuevas generaciones anarquistas. Muchos j�venes fueron conmovidos por la experiencia libertaria vivida en Par�s en mayo de 1968, cuyos ecos llegaron a una Espa�a que estaba viviendo un proceso de creciente radicalizaci�n pol�tica. Aislados e inconexos, estos j�venes formaron nuevos n�cleos disgregados de la red libertaria clandestina.

En algunos de ellos militaban antiguos afiliados cenetistas. Era el caso de una corriente que fue denominada �humanista� que ten�a como principal polo de atracci�n a F�lix Carrasquer, un destacado dirigente anarcosindicalista que hab�a sido miembro del Comit� Nacional de la CNT desmantelado en el mes de noviembre de 1947, a pesar de que era ciego y precisaba de la compa��a de un lazarillo. En esta corriente se inclu�an los llamados Grupos de Solidaridad, que estaban presentes en Madrid, Barcelona y, sobre todo, Valencia. Uno de sus militantes m�s destacados era el madrile�o Carlos Ramos, que jug� un importante papel en el proceso escisionista de la CNT.

Incluso en �mbitos tradicionalmente alejados de la ideolog�a anarquista se fueron formando grupos con una ideolog�a m�s o menos vagamente anarcosindicalista. El proyecto de renovaci�n experimentado por la Iglesia Cat�lica a partir del Concilio Vaticano II hizo posible la apertura pol�tica hacia la izquierda de los sectores confesionales con m�s inquietudes sociales, encorsetados hasta ese momento por la llamada Doctrina Social de la Iglesia. Mucho se debati�, desde una y otra orilla, sobre la confluencia de cristianos y marxistas, pero muy poco se conoce sobre las relaciones entre anarquismo y cristianismo.

El mejor representante de esta corriente de opini�n que pretend�a conjugar la ideolog�a libertaria con la espiritualidad cristiana fue Carlos D�az, un joven profesor de Filosof�a, que public� en esos a�os numerosos art�culos sobre anarquismo11. Pero no fue el �nico, otros autores como Heleno Sa�a, que hab�a nacido en el seno de una familia de tradici�n cenetista, tambi�n ofrec�an una visi�n m�stica del anarquismo. En torno a estas ideas se fue formando una pl�yade de grupos anarquistas cohesionados por el �elemento cristiano, utilizando categor�as, esquemas, estrategias de indudable corte marxista, encubiertos por lenguaje libertario como simple imagen epid�rmica, superficial y formal�.

Uno de estos grupos cristianos atra�dos por la ideolog�a libertaria que se mostraban m�s activos animaba en Bilbao y Madrid la editorial ZYX. Mantuvieron contactos frecuentes con algunos destacados militantes anarcosindicalistas, como Juan G�mez Casas, y en los �ltimos a�os del franquismo editaron varios libros sobre tem�tica anarquista, entre los que merece la pena destacar una breve biograf�a de Mijail Bakunin publicada en 1966 y firmada por Carlos L�pez Cortezo. A pesar de que sostienen que �en los �ltimos 60 a�os los cristianos han editado m�s publicaciones libertarias que todos los grupos anarquistas juntos�14, las sucesivas ediciones de ZYX, lejos de revelar la sinton�a entre anarquistas y cristianos, mostraban la permisividad del r�gimen franquista para con la Iglesia Cat�lica, aut�ntico poder f�ctico bajo cuyo paraguas se refugi� el colectivo que animaba este proyecto editorial para publicar obras que nunca hubiesen podido salir a la calle si hubiesen sido escritas, impresas o distribuidas por militantes anarquistas.

EL grupo de ZYX no fue el �nico. Del seno de Vanguardia Obrera Social y Vanguardia Obrera Juvenil, las organizaciones del catolicismo social impulsadas por los jesuitas, naci� en 1962 una nueva organizaci�n denominada Acci�n Sindical de Trabajadores que, en 1970, decidi� �convertirse en una organizaci�n pol�tica del proletariado [lo que exig�a] adoptar la ideolog�a cient�fica que es el marxismo-leninismo, y elaborar una L�nea Pol�tica que, ajustada a las condiciones concretas, sea gu�a para dirigir y organizar la lucha de clases del proletariado�, propuesta que no fue asumida por �los anarco-sindicalistas (empe�ados en anclar el desarrollo de la conciencia de clase no m�s all� de la lucha econ�mica) y los pol�ticos peque�o-burgueses trosquistas (empe�ados en imponer sus propios prejuicios ideol�gicos reaccionarios a la clase obrera) [que] formar�an un bloque para que la Organizaci�n Revolucionaria de Trabajadores se cerrara el paso a su conversi�n en organizaci�n marxista-leninista. No conseguir�n sus prop�sitos y a mediados de 1971 se separar�n de la Organizaci�n. �sta, salvado este obst�culo, emprende una marcha ininterrumpida hacia el marxismo-leninismo�. Purgados estos grupos despectivamente calificados como anarcosindicalistas, presentes hasta entonces en el seno de la AST, la mayor�a de sus afiliados adopt� las posiciones m�s intransigentes del marxismo, en la l�nea de Josif Stalin y Mao Zedong.

Al margen de cualquier otra asociaci�n o tendencia, a partir de los primeros a�os de la d�cada de los 70 fueron surgiendo al calor de las cada d�a m�s numerosas luchas obreras una serie de grupos de f�brica o taller con una marcada ideolog�a libertaria que se mostraban bastante cohesionados, aunque carec�an de cualquier estructura organizativa. Se denominaban Grupos Aut�nomos y llegaron a tener cierta fuerza en algunos �mbitos, como por ejemplo en las empresas metal�rgicas del cintur�n industrial de Madrid. Arribaron al anarquismo de forma autodidacta, sin ning�n contacto con los militantes veteranos, y su proceso de maduraci�n ideol�gica fue fruto de su particular experiencia cotidiana en las luchas obreras, por lo que estos grupos se caracterizaron por su fuerte cr�tica a las formas burocr�ticas y reformistas de Comisiones Obreras y de los partidos marxistas, especialmente del PCE.

En los �ltimos a�os del franquismo la Universidad se convirti� en la punta de lanza de la agitaci�n opositora y en un �mbito abierto para el ejercicio de las libertades p�blicas. Por eso mismo, con mayor fuerza si cabe que en el mundo laboral, los planteamientos libertarios empezaron a cuajar entre los estudiantes, en buena parte bajo la influencia directa de la revuelta del mayo del 68 parisino. En numerosas localidades de todo el pa�s se crearon espont�neamente grupos de afinidad de j�venes anarquistas, tanto en Institutos y Universidades, como veremos m�s adelante que ocurri� en Zaragoza, como en los barrios, como sucedi� en Madrid, donde incluso llegaron a estructurarse territorialmente en la llamada Federaci�n Anarquista de Barrios (FAB), un �mbito de actividad pol�tica por entonces animado por las Asociaciones de Vecinos.

La reconstrucci�n
Aunque fuese lentamente, a partir de 1973 todos estos grupos comenzaron a coordinarse para reconstruir las estructuras sindicales de la CNT cuando llegase el esperado colapso del r�gimen franquista, que a esas alturas todos ve�an inminente. As� por ejemplo, en Madrid los Grupos Aut�nomos empezaron a tomar contacto con los veteranos; el Grupo Anselmo Lorenzo tuvo un papel esencial en este acercamiento.
(15 Editorial de En Lucha, 28 de abril de 1974.)
(16 Ver los dos tomos del Colectivo Estatal Autonom�a Obrera, Luchas aut�nomas en la Transici�n democr�tica. Editorial Zero, Madrid, 1977.)

Seg�n los testimonios de Leandro Quevedo y Vicente D�az, en octubre de 1975, cuando tan s�lo faltaba un mes para la muerte del general Franco, se aprovech� el entierro en Madrid de la madre de Vicente D�az, una antigua y conocida militante libertaria, para hacer una asamblea de militantes anarcosindicalistas en el propio cementerio, libre de cualquier presencia policial, que puede considerarse el pistoletazo de salida de la reconstrucci�n de la CNT; all� mismo se decidi� disolver los grupos de afinidad y volver a estructurarse por sindicatos de oficio. Al sepelio asistieron militantes cenetistas de otras ciudades que, a la vuelta a sus lugares de residencia, plantearon hacer lo mismo a sus respectivos grupos. Como reconoce uno de los protagonistas, �la militancia veterana, dispersa pr�cticamente tras el apag�n de los a�os cincuenta debido a la enorme represi�n realizada por el franquismo sobre la organizaci�n confederal, empieza a reagruparse�.

A partir de la muerte del dictador, la reconstrucci�n de la Confederaci�n Nacional del Trabajo se aceler�. En diciembre de 1975 se celebr� en Madrid una asamblea, a la que asistieron m�s de doscientas personas, en la que se decidi� reconstruir la organizaci�n anarcosindicalista y se nombr� un nuevo Comit� Regional de Centro que, provisionalmente, funcionar�a como Comit� Nacional hasta que pudiese celebrarse un Pleno Nacional de Regionales.

En muy poco tiempo se restablecieron las relaciones con todos los grupos de afinidad que, repartidos por toda la geograf�a nacional, se hab�an mantenido m�s o menos activos en los �ltimos a�os, aunque mientras tanto hab�an muerto bastantes de los veteranos militantes libertarios. Los grupos de afinidad, nacidos para evitar la represi�n policial, se convirtieron autom�ticamente en Sindicatos de Ramo o de Oficios Varios. En enero de 1976 se celebr� un Pleno Nacional de Regionales de la CNT, en el que se dio por reconstruida la Confederaci�n y, entre otras cosas, se expuso que �convencidos los trabajadores de que debemos luchar en sindicatos libres e independientes de los partidos, como �nico medio para alcanzar la verdadera revoluci�n social, proponemos:
-la solidaridad y respeto absoluto del hombre;
-la participaci�n directa en la actuaci�n y en la lucha;
-rechazo del liderismo y de la burocracia en los sindicatos;
(Juan G�mez Casas, El relanzamiento de la CNT. 1975-1979. Editorial CNT, Madrid, 1984.)
-independencia econ�mica de los sindicatos respecto de cualquier partido o Estado;
-derecho a la objeci�n de conciencia;
-abolici�n de la pena de muerte y m�todos represivos;
-eliminaci�n del paro obrero y nivelaci�n de sueldos con respecto al nivel de vida;
-abolici�n de la duplicidad de empleos fijos y eventuales, as� como del trabajo a destajo, primas y horas extras;
-una educaci�n racional e integral sin discriminaci�n alguna.

La Confederaci�n Nacional del Trabajo (CNT) considera que la presi�n revolucionaria de las conquistas reivindicativas de la clase obrera en rebeld�a contra los sistemas de explotaci�n y opresi�n, debe manifestarse permanentemente con una din�mica de lucha creciente, cada vez m�s radical, apoy�ndose siempre en la clase trabajadora, promoviendo su concurso y acci�n directa�.

Al mes siguiente, en la ciudad de Barcelona, cuna de la CNT, se reunieron m�s de seiscientos militantes que eligieron un Comit� Regional de Catalu�a, y encuentros similares se celebraron en Asturias, Andaluc�a o Valencia. En los tres meses posteriores a la muerte del general Franco, el proceso de reconstrucci�n de los sindicatos confederales y la coordinaci�n entre los diferentes n�cleos locales para vertebrar de nuevo toda la estructura org�nica cenetista, era ya una realidad indiscutible. Al final de esta etapa, salieron a la luz incluso los grupos de afinidad que se hab�an ido constituyendo en las d�cadas precedentes en muchas peque�as ciudades de provincias, como Cuenca o Guadalajara, permitiendo un r�pido resurgir de la CNT.

La ciudad de Zaragoza, uno de los bastiones anarcosindicalistas antes de la Guerra Civil, nos ofrece un caso paradigm�tico de la reconstrucci�n de la organizaci�n confederal. En los primeros meses de 1975 �un grupo no peque�o, pero tampoco numeroso, de compa�eros libertarios� se reunieron clandestinamente en la denominada I Asamblea Anarquista de Zaragoza, con el objetivo de �clarificarnos y preparar las bases que condugese (sic) a una reaparici�n real de los libertarios y de sus alternativas�. La vieja militancia confederal hab�a sido duramente reprimida a lo largo del franquismo, por lo que esta reconstrucci�n descansaba principalmente sobre los j�venes militantes �cratas organizados en diferentes �mbitos, entre los que destacaban los Grupos Aut�nomos formados por estudiantes de la Universidad de Zaragoza, que llegaron a editar su propio bolet�n, "Prohibido prohibir", desde finales de 1974 hasta la primavera de 1975. Naci� de esta Asamblea la decisi�n de los diversos grupos e individualidades asistentes de realizar una acci�n mancomunada tanto en el plano de formaci�n te�rica como de actividad propagand�stica. Se dedic� especial atenci�n a la presencia anarquista en las luchas de la clase obrera de Zaragoza, fuesen de �mbito empresarial (Gaysa, Monta��s o Vicente Garc�s) o sectorial (Metal y Construcci�n).

Con la experiencia adquirida y a la vista de las nuevas posibilidades surgidas tras la muerte del general Franco, se convoc� en la primavera de 1976 la II Asamblea Anarquista de Zaragoza, en la que se tom� la decisi�n de reconstruir la Federaci�n Regional del Valle del Ebro de la CNT: se asum�a que �es evidente que el movimiento antiautoritario de Zaragoza y regi�n han dado un paso de cuyas implicaciones somos todos conscientes�. En el mes de junio de 1976 ve�a la luz el n�mero 6 de la publicaci�n Acci�n Libertaria, que ya reclamaba desde la cabecera su nueva condici�n de portavoz de esta reconstruida Federaci�n Regional. En su n�mero 10, publicado en el mes de septiembre de ese mismo a�o, se informaba de la celebraci�n de un Pleno de la Federaci�n Local de Zaragoza de la CNT a la que hab�an asistido m�s de dos centenares de afiliados; con raz�n pudo escribirse en las calles de la capital aragonesa aquella c�lebre pintada: �Animo abuelos, que ya volvemos�.

Como vemos, tanto los grupos de afinidad anarcosindicalistas, formados por los veteranos militantes cenetistas, como los nuevos grupos de diferentes tendencias y procedencias, nutridos sobre todo por j�venes �cratas, convergieron en la CNT a lo largo de esos primeros meses de 1976; pr�cticamente nadie qued� excluido de este proceso. Por ejemplo, en Madrid, la FAB se debat�a entre continuar como agrupaci�n espec�ficamente anarquista, siguiendo el modelo de la Federaci�n Anarquista Ib�rica (FAI), o disolverse en la estructura de la naciente CNT o entrar en Comisiones Obreras para hacerlas avanzar hacia planteamientos libertarios. Finalmente, aconsejados por el Grupo Anselmo Lorenzo, decidieron ingresar en la CNT y disolver la FAB. En esa misma asamblea se cre� el Movimiento Autogestionario de Barrios para incidir en el �mbito ciudadano, pero este acuerdo nunca se lleg� a hacer realidad porque el trabajo de reconstrucci�n cenetista acapar� todas las tareas militantes.

El proceso de reconstrucci�n puede darse por definitivamente concluido el 25 de julio de 1976. con la celebraci�n del segundo Pleno Nacional de Regionales despu�s de la muerte del general Franco; a �l asistieron delegaciones de Andaluc�a, Asturias, Catalu�a, Centro, Euskadi y Pa�s Valenciano. Se eligi� el primer Comit� Nacional regular de la CNT, se acord� dotarse de un carnet confederal y se estableci� una cotizaci�n m�nima, adem�s de aprobarse la publicaci�n de un bolet�n informativo y de una revista que fuese el portavoz oficioso de la Confederaci�n, aunque estos dos acuerdos nunca se llevaron a la pr�ctica.

El 27 de marzo de 1977 se autoriz� la celebraci�n de un mitin de la CNT en la Plaza de Toros de San Sebasti�n de los Reyes que supuso la primera salida a la luz p�blica del movimiento libertario despu�s de que ese mismo mes fuesen legalizadas las diferentes centrales sindicales, tras cuarenta a�os de forzosa clandestinidad. La masiva asistencia al acto de San Sebasti�n de los Reyes sorprendi� a propios y extra�os; nadie ni dentro ni fuera de la CNT esperaba que varias decenas de miles de personas acudiesen al llamamiento realizado por una anta�o potente organizaci�n a la que muchos daban por muerta. El 2 de julio de ese mismo a�o, m�s de ciento cincuenta mil personas asist�an a un mitin cenetista en Montjuich, mostrando la pujanza del movimiento libertario en Barcelona, la antigua Rosa de Fuego.

Detr�s de estos �xitos se encontraba la fruct�fera reconstrucci�n de la central anarcosindicalista. En el mes de abril de 1977 se celebr� una reuni�n Plenaria del Comit� Nacional a la que asistieron las distintas Confederaciones Regionales que agrupaban a 176 Federaciones Locales: 50 en Andaluc�a, 42 en Catalu�a, 30 en el Pa�s Valenciano, 13 en las provincias de Murcia y Albacete, 12 en Arag�n y Rioja, 8 en la zona Centro, 7 en Euskadi, 4 en Cantabria y otras 4 en Extremadura, 3 en Galicia y el mismo n�mero en Canarias, adem�s de las existentes en Asturias y Le�n que no ofrecieron datos concretos.

En el mes de septiembre de 1977 el proceso de Transici�n democr�tica parec�a haber superado un punto de inflexi�n, despu�s de la concesi�n de una amnist�a casi total, de la legalizaci�n de casi todos los partidos pol�ticos y sindicatos obreros y de la celebraci�n de las primeras elecciones democr�ticas. En ese momento, la CNT ten�a m�s de 50.000 afiliados organizados en 13 Confederaciones Regionales y m�s de 250 Federaciones Locales; solamente en Catalu�a se hablaba de 8 Federaciones Comarcales y 70 Federaciones Locales, con m�s de 300 sindicatos formalmente constituidos y una cifra que se aproximaba a los 70.000 cotizantes. La reconstrucci�n de la Confederaci�n Nacional del Trabajo era un �xito.

La escisi�n
Este importante crecimiento org�nico no pudo darse sin practicar una estrategia generosa de puertas abiertas que acog�a por igual a todos los grupos e individualidades que se reclamaban a s� mismos como libertarios y que aseguraban identificarse con los postulados tradicionales de la CNT. A nadie se le excluy� en este proceso de reconstrucci�n anarcosindicalista, ni a ninguna de las tendencias en que se hab�a dividido el exilio confederal, ni a los cincopuntistas que acudieron de nuevo a las filas cenetistas.

Junto a estos grupos, en la renacida Confederaci�n Nacional del Trabajo se integraron colectivos muy heterog�neos: GOA, Autonom�a Obrera, Liberaci�n, Movimiento Comunista Libertario... Entre ellos merece la pena resaltar la entrada de n�cleos marxistas heterodoxos, que buscaban en las ra�ces hist�ricas del marxismo respuestas a la compleja situaci�n que viv�an los pa�ses de la �rbita sovi�tica, y que hab�an sido puestos de manifiesto por los acontecimientos de la llamada Primavera de Praga. Grupos partidarios de la formaci�n de Consejos Obreros, popularmente llamados consejistas, seguidores de Rosa Luxemburgo, n�cleos del resurgido Partido Obrero de Unificaci�n Marxista (POUM) y otras distintas heterodoxias del marxismo nutrieron en un primer momento las filas de los sindicatos de la CNT.

Algunos de estos colectivos abandonaron muy pronto la organizaci�n confederal. Es el caso de la tendencia anarco-nacionalista presente en Euskadi, articulada en torno a la revista Askatasuna y encabezada por Mikel Orrantia, autor de un libro titulado Por una alternativa libertaria y global, que salieron de la CNT cuando vieron frustrado su proyecto de constituir una organizaci�n sindical espec�fica para Euskadi que adem�s deb�a ser reconocida como secci�n nacional por la AIT. Igual situaci�n se dio en Catalu�a con buena parte de los Grupos Aut�nomos, que abandonaron la CNT antes de 1979 para dar vida a una nueva organizaci�n sindical, los Colectivos Aut�nomos de Trabajadores, presentes en aquellos momentos en sectores laborales tan dispares como los astilleros gaditanos o los funcionarios de Catalu�a.

Perdida la cultura tradicional libertaria, interrumpida la herencia hist�rica de la Primera Internacional y hu�rfana del necesario debate de decantaci�n ideol�gica, la CNT decidi� clarificar con calma y sosiego su situaci�n convocando un Congreso, el quinto de los celebrados hasta esa fecha, que se realiz� del 8 al 16 de diciembre de 1979 en Madrid, y m�s concretamente en su Casa de Campo, cuarenta y tres a�os despu�s del anterior. Ya desde el per�odo precongresual se hab�an empezado a decantar las diferentes tendencias que hab�an convergido en el sindicato.

En Barcelona fueron expulsados del Sindicato de la Construcci�n los miembros de los autodenominados Grupos de Afinidad Anarcosindicalista, que nada ten�an que ver con los grupos de afinidad creados en los a�os 60, por su pr�ctica sindical reformista y, sobre todo, por constituir una organizaci�n paralela dentro de la CNT. Al poco tiempo, cerca de ochenta militantes se van del Sindicato de Artes Gr�ficas de la misma ciudad. En Madrid se intent� desfederar al Sindicato de Ense�anza en solidaridad con los expulsados de Barcelona; no se consigui� y abandonaron el sindicato los diecisiete militantes que lo propugnaban.

Son los primeros escarceos del pulso que algunos sectores de la CNT echaron al conjunto de la organizaci�n confederal. Para ganar este pulso, y para ganar el Congreso, estos sectores van a coordinarse progresivamente hasta el punto de establecer una estructura propia en el seno de la CNT, paralela a la armaz�n sindical org�nica: de ah� su nombre de �paralelos�. El objetivo era controlar el mayor n�mero de sindicatos para copar las delegaciones que asistieron al V Congreso Confederal e imponer sus propuestas al resto de corrientes y tendencias.

�Qui�nes nutrieron esta estructura �paralela�? Una compleja amalgama de sindicalistas cristianos, marxistas heterodoxos, posibilistas libertarios, los �ltimos cincopuntistas... que ten�an en com�n la idea de que era imprescindible forzar un cambio en la estrategia sindical de la CNT para adecuarla a la pol�tica de pacto y reforma que ya estaba orientando la Transici�n democr�tica. El camino a seguir lo marcar� la SAC, una central sindical minoritaria de Suecia que abandon� el anarcosindicalismo en los a�os cincuenta del siglo pasado.

Quedaban al margen los militantes de algunos partidos de la izquierda comunista, fundamentalmente trostkistas fieles a su t�ctica del �entrismo�, que buscaban en la CNT una cantera para su menguada militancia y un altavoz para sus propuestas. Por su radicalismo, en buena medida provocado por su empacho de teor�a marxista, y por su escaso n�mero, a pesar de considerarse a s� mismos el �partido de la clase obrera�, sus posibilidades de hacerse con el control de la CNT eran insignificantes pero su actividad cooper� para crear el clima de conspiraci�n que ensombreci� la convocatoria del V Congreso.

Los veteranos militantes anarcosindicalistas, que hab�an encabezado la reconstrucci�n cenetista desde sus grupos de afinidad, y los j�venes que m�s se identificaban con el anarquismo cl�sico, se sab�an mayoritarios en el seno de la organizaci�n confederal y formaron un bloque anarcosindicalista para impedir el anunciado cambio de rumbo de la CNT.

Para estos anarcosindicalistas no cab�a duda de que �al surgimiento p�blico de la CNT nos encontramos con la presencia de varios grupos de presi�n que de buen principio se infiltran en las estructuras org�nicas de la CNT�. Por su parte, los �paralelos� acusaron a los militantes de la reconstruida Federaci�n Anarquista Ib�rica de actuar con autoritarismo ejerciendo un dominio dictatorial en el seno de los sindicatos cenetistas: al bloque anarcosindicalista le denominaban, con desprecio, �exilio-FAI�.

En este comicio se debati� sobre todo lo que concern�a a la Confederaci�n, volviendo a tratar asuntos que ya hab�an sido aprobados en comicios anteriores: parec�a como si la CNT, emulando a S�sifo, empezara de cero otra vez. Se aprob� una ponencia sobre principios, t�cticas y finalidades que concordaba en todo con los postulados tradicionales de la Confederaci�n; una nueva normativa org�nica que era muy similar, en esencia, a la anterior; una resoluci�n sobre el patrimonio hist�rico de la CNT y el patrimonio acumulado por la organizaci�n sindical franquista; una ponencia sobre
Trayectoria hist�rica del cincopuntismo, sus consecuencias, la traici�n, delaci�n y colaboraciones.�para prensa, propaganda y formaci�n; resoluciones sobre el paro y sobre los presos... Se fijaron las relaciones que la CNT hab�a de tener con otras organizaciones, y se ratific� su adhesi�n a la AIT, la Internacional sindical reconstruida en 1922.

Pero el punto m�s conflictivo era el que se refer�a a la estrategia laboral y sindical. Aqu� se produjeron los mayores choques entre los anarcosindicalistas y los �paralelos�. Finalmente, la moci�n aprobada por amplia mayor�a en el Congreso estaba en consonancia con el sindicalismo revolucionario cl�sico defendido tradicionalmente por la CNT: se abogaba por la acci�n directa, se rechazaban los Comit�s de Empresa y la participaci�n en las Elecciones Sindicales, as� como se desaprobaban la existencia de liberados en los sindicatos y la percepci�n de subvenciones estatales.
Al conocerse los resultados de la votaci�n, parte de las delegaciones asistentes abandonaron el Congreso con la intenci�n de impugnar sus acuerdos alegando defectos de forma y presiones del grupo �exilio-FAI�. No dieron por v�lido el Congreso y consiguieron consumar una escisi�n al desfederar a los sindicatos que controlaban. Crearon una CNT �paralela� que tuvo su primer congreso al a�o siguiente, en la ciudad de Valencia, en el que establecieron una estrategia sindical completamente distinta a la que hab�a sido aprobada en el V Congreso de la CNT: aceptaron subvenciones, se presentaron a las Elecciones Sindicales, los diferentes comit�s ten�an poder de decisi�n y contaban con militantes profesionales o liberados, tanto en los Comit�s de Empresa como en la propia estructura confederal.

Conclusiones
La Confederaci�n Nacional del Trabajo en particular, y el movimiento libertario en general, fueron derrotados en la Guerra Civil. Sin embargo este descalabro, lejos de desalentarles, dio alas a sus militantes para reemprender la lucha contra la dictadura desde las mismas c�rceles. Fieles a la coherencia entre fines y medios que siempre ha caracterizado al anarquismo, se dedicaron con ah�nco a la reconstrucci�n en la clandestinidad de los sindicatos confederales. En muy pocos a�os, hab�an conseguido poner en pie una s�lida organizaci�n que acog�a a m�s de cincuenta mil afiliados.
Esta renacida CNT ten�a como primer objetivo la ca�da de la dictadura franquista y la recuperaci�n de las libertades ciudadanas, y para alcanzar este prop�sito no dud� en adoptar todas las formas de lucha, desde la colaboraci�n con fuerzas pol�ticas que hab�an apoyado al general Franco durante la Guerra Civil, y que interesadamente hab�an evolucionado hacia posiciones democr�ticas, hasta el mantenimiento de una lucha guerrillera que se negaba a aceptar el final del conflicto b�lico, sin olvidar una sorda acci�n sindical en campos, f�bricas y talleres.

Al comenzar la d�cada de los a�os 50, la represi�n hab�a castigado con fuerza a las nutridas filas cenetistas por lo que se hizo imprescindible un cambio de estrategia en la lucha contra el r�gimen franquista. Por coherencia entre fines y medios y por fidelidad a la ideolog�a libertaria que compart�an, los militantes anarcosindicalistas rechazaron dotarse de unos cuadros conspirativos profesionales o dedicarse m�s intensamente a una lucha armada que algunos compa�eros todav�a ejerc�an.

Como ya hab�a sucedido en �pocas anteriores, los anarquistas espa�oles decidieron dejar de actuar en nombre de la CNT y abandonando la organizaci�n en sindicatos estructurarse a trav�s de los grupos de afinidad �cratas. Aunque carec�an de cualquier estructura centralizada, aunque muchos de estos n�cleos estuviesen sometidos a una fuerte presi�n policial que les imped�a ejercer un activismo social muy destacado y aunque no cej� la represi�n sobre los militantes libertarios, por todo el pa�s fueron surgiendo numerosos grupos de afinidad.

Junto a ellos, se fueron incorporando a la corriente anarcosindicalista miembros de las j�venes generaciones de estudiantes y trabajadores, algunos llegados desde el cristianismo militante postconciliar, otros desde el marxismo heterodoxo, �stos desde un pr�ctica sindical que les alejaba de unas Comisiones Obreras cada vez m�s reformistas y burocr�ticas, aqu�llos impactados por las propuestas revolucionarias del parisino Mayo de 1968. Sin contacto con los militantes cenetistas m�s conscientes y capaces, su visi�n del anarquismo no siempre se correspond�a con la tradici�n ideol�gica �crata.

Cuando la muerte del general Franco se vio pr�xima, toda esta amalgama de grupos fueron entrando en contacto, recomponiendo sus incipientes organizaciones y convergiendo en una renacida CNT. Pero, por su propio origen heterog�neo, este proceso de reconstrucci�n de la vieja confederaci�n anarcosindicalista llevaba en su seno el germen de su destrucci�n; solamente el entusiasmo de los primeros a�os de la Transici�n permite explicar la alegr�a con que se vivi� este fugaz espejismo unitario.

Desde que la CNT se vio confrontada con la realidad cotidiana del pa�s, y sobre todo desde que tuvo que realizar la necesaria clarificaci�n ideol�gica convocando su V Congreso Confederal, esta alianza provisional de grupos, corrientes y tendencias salt� por los aires. Aquellos militantes que se hab�an arrimado al anarcosindicalismo al calor de la reconstrucci�n de la anta�o prestigiosa CNT, la abandonaron r�pidamente cincopuntistas, cristianos, nacionalistas, marxistas heterodoxos... Fracasados sus intentos de controlar la estructura org�nica confederal por medio de un organizaci�n paralela y, por eso mismo, derrotados en el Congreso, tomaron su propio camino.

La CNT retom� sus esencias, pero pagando un alto precio: una dolorosa ruptura sindical, una sensible p�rdida de militantes y una sensaci�n de amargo desencanto.

FUENTES HEMEROGRAFICAS
Construcci�n, Sindicato de la Construcci�n de Madrid, n� 1: noviembre 1975
Acci�n libertaria, Regional de Arag�n, n� 6: junio de 1976
La colmena obrera, Federaci�n Local de Badalona, julio de 1976
Martillo, Sindicato del Metal de Barcelona, n� 1: agosto de 1976
Vibracions, Federaci�n Comarcal del Alto Ampurd�n, septiembre de 1976
CNT, Sindicato de la Construcci�n de Zaragoza, octubre de 1976
Catalunya, revista d�opini� confederal, n� 1: octubre de 1976
Acci�n directa, Federaci�n Local de Matar�, n� 1: octubre de 1976
Andaluc�a libertaria, Regional de Andaluc�a, n� 1: octubre de 1976
Confederaci�n, Regional Murcia-Albacete, n� 1: diciembre de 1976
Apoyo mutuo, Sindicato de Oficios Varios de Cu�llar, n� 1: diciembre de 1976
El escaparate libertario, Sindicato de Comercio de Madrid, n� 1: marzo de 1977
Tierra y libertad, Federaci�n Anarquista Ib�rica, Barcelona
CNT, Portavoz de la Confederaci�n Nacional del Trabajo, Madrid
Solidaridad Obrera, Regional de Catalu�a, Barcelona
Fragua Social, Regional del Pa�s Valenciano, Valencia
Bicicleta, Madrid y Valencia
Ajoblanco, Barcelona


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CNT: la �nica organizaci�n anarcosindicalista de Espa�a.

Los primeros a�os.

El movimiento anarquista espa�ol carec�a de una organizaci�n nacional estable en sus primeros a�os. El anarquista Juan G�mez Casas discuti� la evoluci�n de la organizaci�n anarquista antes de la creaci�n de la CNT:

Despu�s de un periodo de dispersi�n, la Federaci�n de Trabajadores de la Regi�n Espa�ola desapareci�, para ser reemplazada por la Organizaci�n Anarquista de la Regi�n Espa�ola... Esta organizaci�n entonces cambi�, en 1890, al Pacto de Ayuda y Solidaridad, el cual fue por s� mismo disuelto en 1896 debido a la represiva legislaci�n en contra del anarquismo separandose en varios n�cleos y sociedades de trabajadores aut�nomas... Los restos que quedaron del FRE dieron origen a la Solidaridad Obrera en 1907, la antecesora directa de la CNT. �Juan G�mez Casas

Existi� un consenso general entre los anarquistas a principios del siglo XX de que una nueva organizaci�n laboral nacional se necesitaba para traer coherencia y fuerza al movimiento. Esta situaci�n se enmarcaba dentro del proceso natural de la revoluci�n industrial . Durante la restauraci�n borb�nica , a los partidos tradicionales y din�sticos representados por C�novas del Castillo y Pr�xedes Mateo Sagasta , el movimiento obrero emergente se uni� alrededor del PSOE como fuerza pol�tica y de la UGT como sindicato obrero. No faltaban tampoco los movimientos republicanos y con m�s acento dem�crata que parte de la nueva burgues�a apoyaba.

As�, la CNT naci� hacia el a�o 1910 en Barcelona en un congreso del sindicato catal�n Solidaridad Obrera con el objetivo de constituir una fuerza relevante opositora al sindicato mayoritario por entonces, la socialista UGT y " apresurar la emancipaci�n econ�mica de la clase trabajadora a trav�s de la expropiaci�n revolucionaria de la burgues�a... ". La CNT comenz� siendo peque�a, con alrededor de 30.000 miembros a trav�s de varios sindicatos y otras confederaciones.

En 1911 con ocasi�n de su primer congreso se convoc� una huelga general lo que provoc� que el sindicato fuese ilegalizado hasta 1914 . En ese mismo a�o de 1911, el sindicato recibi� oficialmente su nombre.

A partir de 1916 la CNT cambi� de estrategia con respecto a la UGT estableciendo relaciones con este sindicato, lo que hizo que ambas organizaciones convocaran conjuntamente la huelga general de 1917 . En el segundo congreso de la CNT en 1919 se estudi� la posibilidad de la fusi�n de las organizaciones para contribuir a una mayor unidad del movimiento obrero espa�ol . En el mismo congreso se aprob� la vinculaci�n provisional de la CNT a la Tercera Internacional , pero tras la visita de �ngel Pesta�a a la URSS y por consejo de �ste, la CNT se apartar� de ella definitivamente en 1922 .

Auge de la CNT

A partir de 1918 la CNT se fortaleci� por una crisis en la industria catalana, lo que llev� a muchos obreros a afiliarse al sindicato. El sindicato tuvo un papel destacado en el desarrollo de la huelga de La Canadiense . Entonces empez� a cundir el p�nico entre los patrones, siendo el origen del pistolerismo que propici� un auge de la violencia y afect� significativamente al sindicato.

En 1922 se forma en Berl�n la Asociaci�n Internacional de los Trabajadores , organizaci�n a la que se adheire la CNT. En 1923 , con el advenimiento de la dictadura de Miguel Primo de Rivera , el sindicato es ilegalizado.

En 1927 y ante el posicionamiento "moderado" de algunos cenetistas , se crea en Valencia la Federaci�n Anarquista Ib�rica (FAI), una asociaci�n de grupos de afinidad anarquistas, que desempe�ar� un papel importante en los siguientes a�os a trav�s de la denominada trabaz�n con la CNT, es decir la presencia de elementos fa�stas en la anarcosindical. La intenci�n era que el sindicato no se alejase de los postulados �cratas .

La Segunda Rep�blica

Tras la ca�da del antiguo r�gimen hay un inicial apoyo a la Segunda Rep�blica que ir� disminuyendo durante el per�odo del 1931 - 1933 por los constantes enfrentamientos con las autoridades republicanas en las sucesivas huelgas sectoriales y generales, al final del cual incluso se llevar�n a cabo las llamadas revoluciones de Enero y de Diciembre , ambas r�pidamente controladas por el Estado, y a los sucesos de Casas Viejas . En aquel entonces, el n�cleo principal de la CNT estaba en Catalu�a , pero en otras regiones ganaba importancia como en Arag�n (donde era mayoritario frente a UGT) o Andaluc�a .

Las tensiones entre el "ala moderada" ( no fa�stas ) y el "ala radical" ( fa�stas ) son constantes y complejas de analizar dado el car�cter descentralizado y sectorial de la organizaci�n. Finalmente en 1931 un grupo de no fa�stas publica el Manifiesto de los Treinta que dar� lugar al treintismo y en 1932 �ngel Pesta�a crea el Partido Sindicalista .

El bienio negro supuso una etapa de clandestinidad que atac� profundamente las bases del anarcosindicalismo a nivel nacional, durante el que la CNT participar�a en un plano secundario frente a la iniciativa socialista en la llamada Revoluci�n de Octubre de 1934 . En Asturias , sin embargo, la Confederaci�n Regional del Trabajo de Asturias, Le�n y Palencia de la CNT participar� activamente en la revoluci�n como consecuencia de su postura m�s proclive a la alianza obrera formalizada a trav�s de la UHP con el pacto con la UGT y la FSA . De esta manera, en La Felguera, Langreo y en el barrio de El Llano de Gij�n se llegaron a dar breves experiencias de comunismo libertario :

En la barriada de El Llano se procedi� a regularizar la vida de acuerdo con los postulados de la CNT: socializaci�n de la riqueza, abolici�n de la autoridad y el capitalismo. Fue una breve experiencia llena de inter�s, ya que los revolucionarios no dominaron la ciudad.

"Se sigui� un procedimiento parecido al de La Felguera. Para la organizaci�n del consumo se cre� un Comit� de Abastos, con delegados por calles, establecidos en las tiendas de comestibles, que controlaban el n�mero de vecinos de cada calle y proced�an a la distribuci�n de los alimentos. Este control por calle permit�a establecer con facilidad la cantidad de pan y de otros productos que se necesitaban. El Comit� de Abastos llevaba el control general de las existencias disponibles, particularmente de la harina". �Manuel Villar. El anarquismo en la insurrecci�n de Asturias: la CNT y la FAI en octubre de 1934

Se considera que hubo hasta 30.000 encarcelados durante este periodo. La exitosa huelga de transportes en Zaragoza , continuada por huelga general, que dur� m�s de dos semanas, se convoc� en unidad con la UGT en 1935 . Sin embargo, la colaboraci�n no cuaj� en siguientes acciones.

Las elecciones de 1936 tras el desmoronamiento del gobierno de Lerroux colocaron en una compleja tesitura a la CNT. Las opiniones dentro de la organizaci�n se repart�an entre el tradicional abstencionismo , el dejar v�a libre a los obreros para votar, o directamente a pedir el voto para el Frente Popular . �ste ten�a entre sus promesas electorales la amnist�a para los presos.

Se considera que una parte del crecimiento del Frente Popular sobrevino precisamente por el voto libertario .

La Guerra Civil

En 1936 , la CNT ser�a finalmente legalizada, tras per�odos de clandestinidad seguidos de otros m�s cortos de legalizaci�n, hasta su aplastamiento al final de la Guerra Civil , donde el sindicato colabor� con otra fuerzas del llamado Bando republicano para oponerse al Bando nacional , llegando incluso durante el desarrollo de la contienda a formar parte del gobierno de la Rep�blica con varios ministerios y altos cargos de la administraci�n.

En Barcelona los anarquistas se hicieron con el control, colectivizando gran parte de las actividades, hecho del que fue testigo George Orwell :

"Por primera vez en mi vida, me encontraba en una ciudad donde la clase trabajadora llevaba las riendas. Casi todos los edificios, cualquiera que fuera su tama�o, estaban en manos de los trabajadores y cubiertos con banderas rojas o con la bandera roja y negra de los anarquistas; las paredes ostentaban la hoz y el martillo y las iniciales de los partidos revolucionarios; casi todos los templos hab�an sido destruidos y sus im�genes, quemadas. Por todas partes, cuadrillas de obreros se dedicaban sistem�ticamente a demoler iglesias. En toda tienda y en todo caf� se ve�an letreros que proclamaban su nueva condici�n de servicios socializados; hasta los limpiabotas hab�an sido colectivizados y sus cajas estaban pintadas de rojo y negro. Camareros y dependientes miraban al cliente cara a cara y lo trataban como a un igual. Las formas serviles e incluso ceremoniosas del lenguaje hab�an desaparecido. Nadie dec�a se�or, o don y tampoco usted; todos se trataban de �camarada� y �t��, y dec�an �salud! en lugar de buenos d�as". �George Orwell, Homenaje a Catalu�a

En agosto de 1936 cuando el frente en Arag�n comenz� a estabilizarse, dos quintos de la regi�n estaban bajo control de los rebeldes, aunque comprendiendo a la mitad de la poblaci�n puesto que controlaban las tres capitales de provincia y Calatayud . A pesar de la importancia de la CNT en esta regi�n no fue capaz de responder y la represi�n pronto fue acabando con la organizaci�n en las zonas controladas por el bando nacional.

En la otra parte del Arag�n dividido, el Estado republicano qued� igualmente anulado. Las milicias de la CNT que ocuparon el Bajo Teruel y Huesca , establecieron comit�s de defensa que sustitu�an a los antiguos ayuntamientos. En las zonas con mayor presencia anarquista previa a la guerra comenz� con fuerza el proceso de colectivizaci�n de la tierra. Estas primeras colectivizaciones eran voluntarias y se establec�an a partir de las tierras propiedad de los miembros y las requisadas a los hu�dos o desaparecidos. Aquellos que quisieran mantener la propiedad de la tierra no pod�an contratar a terceras personas, que no fueran de su familia, y las tierras que no labraran pasaban a control de la colectividad.

George Orwell coment� acerca de las caracter�sticas de la nueva sociedad que se cre� en las colectividades:

"Yo estaba integrando, m�s o menos por azar, la �nica comunidad de Europa occidental donde la conciencia revolucionaria y el rechazo del capitalismo eran m�s normales que su contrario. En Arag�n se estaba entre decenas de miles de personas de origen proletario en su mayor�a, todas ellas viv�an y se trataban en t�rminos de igualdad. En teor�a, era una igualdad perfecta, y en la pr�ctica no estaba muy lejos de serlo. En algunos aspectos, se experimentaba un pregusto de socialismo, por lo cual entiendo que la actitud mental prevaleciente fuera de �ndole socialista. Muchas de las motivaciones corrientes en la vida civilizada �ostentaci�n, af�n de lucro, temor a los patrones, etc�tera� simplemente hab�an dejado de existir. La divisi�n de clases desapareci� hasta un punto que resulta casi inconcebible en la atm�sfera mercantil de Inglaterra; all� s�lo est�bamos los campesinos y nosotros, y nadie era amo de nadie". �George Orwell, Homenaje a Catalu�a

Algunas de las colectividades m�s importantes fueron las de Alca�iz , Calanda , Alcorisa , Valderrobres , Fraga o Alcampel . No s�lo se colectivizaron las tierras, sino que se empredieron labores colectivas como la residencia de ancianos de Fraga o la recuperaci�n de hospitales (como en Barbastro o Bin�far , La Casa de Salud Durruti ); as� como la fundaci�n de escuelas, entre ellas la Escuela de Militantes Libertarios . Estas obras ser�an destruidas durante la guerra por las tropas nacionales.

Para proteger las nuevas organizaciones rurales el comit� organiza un pleno regional extraordinario de representantes sindicales de los pueblos liderados, respaldado por Buenaventura Durruti . En contra de la opini�n del comit� nacional de la CNT, fundamentalmente catal�n , se crea el Consejo Regional de Defensa de Arag�n .

El 23 de diciembre de 1936 , tras recibir en Madrid una comitiva formada por Joaqu�n Ascaso , Miguel Chueca y tres l�deres republicanos e independientes, el gobierno de Largo Caballero en el que se hab�an integrado como ministros cuatro anarquistas ( Joan Garc�a Oliver , Juan L�pez , Federica Montseny y Juan Peir� ), reconoce la formaci�n del Comit� de Defensa Nacional, �rgano revolucionario en que estaban representados tanto anarquistas como socialistas y republicanos .

A mediados de febrero de 1937 se celebra un congreso en Caspe con el prop�sito de crear una federaci�n de colectividades regional al que asisten 500 delegados que representan a 80.000 colectivistas del Arag�n libertario .

En un pleno de la CNT de marzo de 1937 , el comit� nacional ped�a un voto de censura para la supresi�n del Consejo Regional. La amenaza de dimisi�n de todo el comit� regional aragon�s lo impidi�. Las Jornadas de Mayo en Barcelona y la ca�da del gobierno de Largo Caballero seguida del gobierno de Juan Negr�n precipitaron el derrumbe de la experiencia libertaria.

A principios de julio las organizaciones aragonesas del Frente Popular apoyaron p�blicamente al Consejo a su presidente, Franciso Ascaso . Cuatro semanas despu�s la 11� Divisi�n de Enrique L�ster entr� en la regi�n. El 10 de agosto de 1937 el gobierno repubicano establecido en Valencia disolv�a el Consejo Regional de Defensa de Arag�n. La divisi�n de L�ster se dispon�a a una ofensiva en el frente de Arag�n, pero tambi�n fueron utilizadas para someter a la organizaci�n anarquista y desmontar las estructuras colectivas creadas en los doce meses anteriores.

Otras figuras clave de la �poca son Fernando Ascaso y Miguel Garc�a Vivancos .

Existi� tambi�n un esp�ritu de revoluci�n sexual. La organizaci�n Mujeres Libres estableci� liberatorios para la prostituci�n en donde se daba una alternativa a las mujeres que quer�an dejar esa actividad. La mujer adquiri� un papel que nunca hab�a tenido en la sociedad espa�ola hasta entonces, combatiendo en el frente y trabajando en los tajos, lugares que hasta entonces les hab�an sido vedados. El amor libre se populariz�, aunque las suspicacias de algunos padres hicieron que se creasen los casamientos revolucionarios , ceremonias informales en las que se hac�a constar los emparejamientos, y que pod�an ser anulados si las partes afectadas no quer�an continuar la relaci�n.

La CNT bajo la dictadura franquista

En 1939 la Ley de responsabilidades pol�ticas ilegalizaba la organizaci�n y se expropiaban sus bienes; inmuebles, material, veh�culos, cuentas bancarias, empresas colectivizadas y documentaci�n. Por aquel entonces la CNT contaba con un mill�n de afiliados y la infraestructura que la soportaba era amplia.

La CNT funcion� de forma clandestina dentro del Estado espa�ol durante el franquismo , d�ndose tambi�n actividades de cenetistas en el exilio y sigui� la lucha contra el r�gimen de Francisco Franco hasta 1948 a trav�s de algunos maquis . A partir de entonces, posturas divergentes propiciaron un debilitamiento de la organizaci�n que hizo que �sta perdiese influencia entre la poblaci�n. En 1961 se revitaliz� consolid�ndose a lo largo de las d�cadas de 1960 y 1970 gracias a la penetraci�n del ideario anarcosindicalista en organizaciones obreras cat�licas antifranquistas como Hermandad Obrera de Acci�n Cat�lica (HOAC) y Juventud Obrera Cat�lica (JOC).

Durante la Transici�n

Tras la muerte de Franco en noviembre de 1975 y el comienzo de la Transici�n , la CNT celebra su primer congreso desde 1936 as� como diversos mitines multitudinarios, el m�s destacado en Montju�c . De sus conclusiones surgir�n algunas de las l�neas de actuaci�n que marcan su actividad en los centros de trabajo. No participaci�n en las elecciones sindicales , no reconocimiento de los comit�s de empresa , no aceptaci�n de subvenciones estatales o empresariales, apoyo a la formaci�n de secciones sindicales .

En este primer congreso, celebrado en 1979 en Madrid , un sector minoritario, partidario de las elecciones sindicales, se escinde y pasa a llamarse CNT Congreso de Valencia (en referencia al Congreso alternativo realizado en esa ciudad) y posteriormente, perdidas judicialmente las siglas en abril de 1989 , a CGT . Un a�o despu�s un grupo de afiliados de la CGT se marcha de este sindicato por recibir subvenciones, y funda Solidaridad Obrera (SO).

La CNT se vio afectada un a�o antes, en 1978 , por el Caso Scala , un incendio provocado en una sala de fiestas barcelonesa . Los cenetistas han mantenido que se busc� criminalizar a la organizaci�n:

"Resultaba evidente que la polic�a no buscaba nada ni a nadie �ya ten�an a los culpables� se trataba simplemente de amedrentar a los cenetistas y de ahuyentar de la organizaci�n a miles de trabajadores afiliados que, si bien se identificaban con la l�nea sindical de los anarconsindicalistas, no estaban dispuestos a llegar demasiado lejos en su adhesi�n, ni mucho menos a desafiar una represi�n policial de aquella envergadura. La cosa no era de broma, las noticias de nuevas detenciones crearon un ambiente de inseguridad en gran parte de la afiliaci�n. Por otra parte, la certeza de la implicaci�n de la CNT en el atentado fue afianz�ndose en la opini�n p�blica, lo que provoc� un serio deterioro en la imagen de la organizaci�n y de los anarquistas por extensi�n. Si a esto a�adimos las noticias de agresiones y asaltos por parte de grupos fascistas, que en aquellos d�as se incrementaron de forma muy considerable, podemos hacemos una imagen aproximada de la situaci�n. Ser libertario en aquellos momentos se convirti� en algo bastante desagradable. Los medios de comunicaci�n lo hicieron impopular, la polic�a y los grupos de la ultraderecha lo hicieron peligroso". �Revista Pol�mica: El Caso Scala. Un proceso contra el anarcosindicalismo

A partir de su legalizaci�n, se inicia un movimiento para la reparaci�n de las expropiaciones de 1939 , que se concretar� en la ley 4/1986 que obligaba a la devoluci�n de los bienes incautados y el derecho a la cesi�n y uso de inmuebles por parte de los sindicatos. Desde entonces, la CNT viene reclamando la devoluci�n de bienes por parte del Estado.

En la d�cada de 1990 se procedi� a la ocupaci�n de las instalaciones del Consejo Econ�mico y Social , con sede en Madrid , organismo encargado de la repartici�n del patrimonio sindical acumulado. En el a�o 2004 se lleg� a un acuerdo entre la fiscal�a y la CNT por el cual el centenar de procesados por dicha ocupaci�n quedaban libres con cargos.

En la actualidad

La CNT se opone al modelo de las elecciones sindicales y comit�s de empresa , y es cr�tica con los sindicatos mayoritarios UGT y CC.OO. y las reformas laborales, a la vez que mantiene una plataforma reivindicativa.

En el a�o 2005 , el gobierno del Estado espa�ol continu� la devoluci�n del patrimonio sindical incautado durante y tras la Guerra Civil a los sindicatos UGT y CNT. Desde algunos colectivos sociales y medios de comunicaci�n, se calific� esta devoluci�n como una muestra de favoritismo a UGT, pues en la anarcosindical en 1936 la afiliaci�n era similar a la del otro sindicato y el gobierno devuelve en ese a�o a la CNT cuatro millones de euros mientras que a UGT devolv�a una cantidad realmente superior. La CNT sigue reclamando a d�a de hoy la devoluci�n de su patrimonio hist�rico incautado.

En julio de 2006 se celebra el 70 aniversario de la Revoluci�n Espa�ola de 1936 , motivo por el cual la CNT y la FAI organizan unas jornadas conmemorativas con distintos eventos como ponencias, debates, proyecciones, exposiciones y actuaciones musicales.


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