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Art�culos de opini�n |
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Atenci�n: nuevas definiciones sobre
anarcosindicalismo.
Juan G�mez Casas
Extra�do de "Solidaridad Obrera" n� 128 (especial VI Congreso)
Al
abordar este tema con objetividad, pero con preocupaci�n, deseo
referirme a los an�lisis desarrollados por Jos� Bond�a en el n� 72
de "CNT" correspondiente al mes de marzo. Movido por un af�n de
coherencia en la argumentaci�n, quiero referirme a ese p�rrafo en
que el compa�ero afirma que muchos olvidan, o desconocen, "Que el
mismo concepto de anarcosindicalismo
entra�a una neta contradicci�n al tratar de conjugar dos conceptos
cercanos al antagonismo: el sindicalismo, necesariamente reformista
e integrador, y el anarquismo, necesariamente revolucionario y
trascendente". Por esta raz�n, dice el compa�ero, la acci�n social o
sindical de la CNT y su propia existencia se desarrolla en la
frontera entre lo reformista y lo revolucionario, entre lo
integrador y lo trascendente respecto al sistema. Se deduce as� que
el anarcosindicalismo por su propia realidad constitutiva tendr� dos
fuerzas impulsoras, dos naturalezas en lucha susceptibles de
inclinarse del lado del reformismo o del revolucionarismo. Habr�a
una lucha del "bien y del mal" dentro de la CNT. El razonamiento del
compa�ero es una elucubraci�n. Este olvida, o desconoce, y �stas son
las consecuencias de no leer historia, que la proyecci�n directa de
anarquismo en el movimiento obrero por medio de asociaciones,
primero y luego de sindicatos, cre� el sindicalismo revolucionario.
Esto es lo que ocurri� con la Primera Internacional en Espa�a en
1870, primer congreso obrero celebrado en Barcelona. All�, el
anarquismo hecho ya asociaci�n obrera, se decant� por la federaci�n
de libres asociaciones de obreros como f�rmula de sustituci�n
revolucionaria al Capitalismo y al Estado. El sindicalismo
revolucionario de la vieja CGT francesa sirvi� de pauta, junto con
los antecedentes y las experiencias hist�ricas de la Internacional,
para la creaci�n de la CNT espa�ola.
El anarquismo contribu�a a crear un sindicalismo revolucionario por
sus contenidos, que no ser�a otra cosa que anarcosindicalismo. Es
por esto que la CNT anarcosindicalista no tienen problemas de
personalidad, pues ese sindicalismo neutro que puede ser fascista,
comunista, socialista, o reformista, no es un componente de la
organizaci�n. Ello se traduce en que la CNT pueda tener unos
principios, t�cticas y finalidades �nicos que no podr�an darse si
estuviera la pobre fluctuando siempre en precario entre el
reformismo y la anarqu�a. Ese supuesto dualismo s�lo existe en la
confusi�n de algunos amigos. Porque la coherencia del
anarcosindicalismo cenetista impide que pueda haber contradicci�n
entre los principios, las t�cticas y las finalidades. Si esta
condici�n aparece y se institucionaliza, entonces e s cuando debemos
empezar a temer por la propia existencia del anarcosindicalismo. La
tremenda ventaja de la coherencia, que por abulia no aplicamos
eficazmente, en el campo del socialismo gen�ricamente hablando, nos
permite prefigurar dentro de la CNT una realidad anticipatoria de
una sociedad sin Estado y sin clases, con militantes responsables
que no delegan su responsabilidad personal e intransferible y toman,
por ello, las decisiones.
Independientemente de sus finalidades, la CNT sabe que se han de
crear las condiciones objetivas para el cambio radical. Que esto no
es una broma, que se act�a contra corriente y que s�lo se lograr�
haciendo crecer la conciencia revolucionaria de los trabajadores y
de los ciudadanos en los �mbitos donde �stos se desenvuelven: en el
h�bitat donde viven y en los lugares en que trabajan (los que
pueden). La CNT, cuya concepci�n del sindicalismo es revolucionaria
por provenir del anarquismo, sabe tambi�n que en el per�odo hasta la
transici�n tendr� que defender las reivindicaciones obreras como
siempre lo hizo en el curso de la historia, utilizando la acci�n
directa, o no mediada, de acuerdo con sus fuerzas. Esto explica que
unas veces haya obtenido �xitos en su empe�o y otras fracasos. En la
historia de la CNT ha habido tambi�n graves contradicciones
circunstancialistas, como durante la guerra civil. La profunda
coherencia de que hablo debe servir para evitar repeticiones de
estos hechos.
A ver si nos aclaramos
El compa�ero
Bond�a afirma que la CNT, como los dem�s sindicatos entra en el
ranking de las fuerzas sindicales del Estado y como tal favorece la
evoluci�n del sistema en �ste o aquel sentido y se convierte se
quiera o no en evolucionista en ausencia de situaciones
revolucionarias. S�, en cierto modo. Es evolucionista en el sentido
de que durante la preparaci�n al dilatado tr�nsito revolucionario es
o debe ser un formidable factor de impregnaci�n y contagio que haga
evolucionar al pueblo hacia las condiciones que van a propiciar el
cambio radical. Esa evoluci�n es lo que yo llamo el crecimiento de
la conciencia revolucionaria dentro y fuera de los lugares de
trabajo (algunos sonr�en al o�r hablar de esto) De cualquier manera,
el compa�ero Bond�a se equivoca cuando nos llama "est�ticos", porque
s�lo esa nueva conciencia significa un cambio real. La imitaci�n
clara de lo que hacen otros, con pretensiones de originalidad es
como pretender avanzar pedaleando en esas bicicletas inm�viles que
se utilizan para hacer ejercicios f�sicos en el interior de una
habitaci�n. Pero, acto seguido, se perfila una actitud mucho m�s
ambigua en el trabajo de Bond�a, al afirmar �ste que para equilibrar
la balanza y para reencontrarse con el anarcosindicalismo habr�a que
ir a posiciones m�s sindicalistas. Un peque�o galimat�as. Porque si
por definici�n somos anarcosindicalistas y no otra cosa, �tenemos
que ir al sindicalismo para luego regresar a lo que somos por
naturaleza? �Qu� significa esto?
Vaciamiento de los contenido de la CNT. El problema de la
integraci�n.
Como a Bond�a no le agrada mucho la historia, sobre todo cuando va
contra sus improvisaciones, puede que no sepa que situaciones
confusas como �sta ya se dieron en la CNT durante la dictadura de
Primo de Rivera y posteriormente con las pol�micas entre Santill�n,
Pesta�a y Peir�, sobre todo en las de estos dos �ltimos. Pesta�a
acab� definiendo a la CNT como un continente m�s que como un
contenido. Un continente sirve para meter cosas dentro. Habi�ndose
agarrado al sindicalismo neutro acab� fundando un partido para
infundir a aqu�l desde fuera un cierto contenido. Cierto que la
postura de Bond�a no es esto, pero las implicaciones de cuanto dice
son imprevisibles.
Tras afirmar que, descartando la integraci�n pol�tica o de
participaci�n en la lucha por el poder, queda nuestra necesaria e
inevitable integraci�n en el tejido de la sociedad espa�ola, termina
diciendo que porque tenemos voluntad de constituirnos en fuerza
social, esta no marginaci�n (enti�ndase integraci�n, digo yo) ha de
ser lo m�s profunda posible, siendo una parte fundamental en el
entramado social. Pero la sociedad espa�ola o el entramado como lo
conocemos hoy es el sistema. Y la sociedad espa�ola, o el sistema es
todo, es decir, los que trabajan, los parados, los marginados, los
oprimidos, los opresores, los cuerpos represivos, los pol�ticos, la
pluralidad de instituciones, el Estado. �Es aqu� donde hemos de
integrarnos de una forma "potente" se nos dice? Ante todo, qu� es
estar integrados? Integrar es reunir .las partes de un todo,
armonizarlas, para que ese todo pueda cumplir sus funciones
naturales. Tales funciones reconocen incluso discrepancias,
diversidad y oposici�n hasta ciertos l�mites, pero todo ello en
raz�n de que es necesario para el funcionamiento normal del todo.
Por consiguiente, para la consolidaci�n del todo es decir, del
sistema. As� es como entiende la cuesti�n el reformismo pol�tico.
�Est�n la CNT y el movimiento libertario integrados as� en el
sistema? NO. Estamos dentro del entramado del sistema. Esto nos
condiciona ciertamente, nos limita, nos reprime, se nos impone por
medio de regulaciones autoritarias. Pero estamos contra el sistema,
no somos una pieza indispensable para el desarrollo del sistema. De
hecho, estamos en una situaci�n real de marginaci�n conscientemente
asumida. Desde �sta intentamos contagiar nuestros valores y nuestras
ideas-fuerza, penetrar hasta el coraz�n mismo de esta sociedad por
nuestra teor�a y nuestra pr�ctica. La integraci�n-colaboraci�n, como
la entiende, quiera o no, Bond�a, nos dejar�a inermes y desarmados
para la defensa de alternativas tendentes al cambio radical y
profundo de la sociedad y convertidos en simple tejido del sistema.
Bases para una estrategia.
En el apartado Bases para una estrategia se nos da a entender qu�
podr�a ser una profunda integraci�n en el entramado social, que no
deber�a ser pol�tica. Se empieza por decir que habr�a que empezar
por demostrar "que en el ocaso del siglo XX puede existir una
organizaci�n anarcosindicalista capaz de desenvolverse con realismo
y eficacia en la resoluci�n de las problem�ticas laborales o
sociales". �Esto quiere decir resolver las enormes contradicciones
del capitalismo que terminan en crisis econ�mica, paro, marginaci�n,
represi�n? �Un movimiento anarcosindicalista integrado va a resolver
todo esto sin hacer la revoluci�n social? Luego se nos dice, entre
otras cosas, que se deber�an "controlar aquellos procesos
estrictamente laborales o sindicales donde est�n en juego intereses
directos, no pol�ticos, del mundo del trabajo: Seguridad Social,
Desempleo, etc". A esto hay que hacer extensivo, pues, todos los
organismos t�cnicos y sociales que se relacionan con aquel: el IMAC,
el JSP, el INEM, el INSS, el Consejo Econ�mico y Social, donde se
instalan las burocracias sindicales junto a los funcionarios del
Estado. Los tinglados pol�ticos de que dependen todos estos
mecanismos "econ�micos y sociales" se encargan de controlarlos los
partidos gu�a de esos sindicatos.
En la segunda conferencia de militantes de Madrid, se le dijo a Pepe
Bond�a que las instituciones y organismos sociales y econ�micos son
inseparables de los pol�ticos que los crean y condicionan. De manera
que para ser coherentes, esa pol�tica de presencia en algunos
�mbitos pronto estar�a proyectando una presencia complementaria en
los organismos pol�ticos, desde donde, de acuerdo con la l�gica que
anima todo el an�lisis, se podr�an defender las primeras "con
eficacia y realismo".
Con lo dicho, creo que es suficiente para sacar algunas conclusiones
sobre las f�rmulas nuevas que se nos proponen. �Estar�a aleteando a
nuestro alrededor el sindicalismo pol�tico?
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Reformismo: el peor enemigo de la CNT.
[26-8-2008]
Para ser afiliado
a la CNT no es obligatorio ser anarcosindicalista, aunque la CNT si
lo sea, tambi�n es cierto que en la confederaci�n hay libertad de
pensamientos, cada uno tiene el derecho a pensar como quiera, la
libertad de pensamiento y de expresi�n es ilimitada, siempre dentro
del respeto mutuo, uno tiene derecho incluso a exponer
planteamientos que puedan considerarse reformistas, siempre que lo
haga con lealtad y respetando los causes org�nicos, pero esto se
quiebra cuando se recurre a la mentira o al enga�o para imponer unas
tesis, cuando se vulnera la normativa y los principios, cuando
paralelamente se confabula para alcanzar unos objetivos en vez de
exponerlos abiertamente por los cauces org�nicos establecidos, que
para eso est�n las asambleas de los sindicatos, los plenos y los
congresos que garantizan que cada uno pueda exponer en igualdad de
condiciones sus ideas, su visi�n de las cosas, lo que no es
leg�timo, y sobre todo lo que no es admisible de ninguna manera es
querer controlar, planificar, ocupar cargos para llevar las cosas a
donde uno quiere, este tipo de conducta fraudulenta es a la que han
recurrido hist�ricamente la mayor�a de los reformistas dentro en la
CNT.
Ni si quiera una
mayor�a moment�nea tiene legitimidad suficiente sino est� basada en
el respeto a los principios, a la normativa, y a la raz�n, porque la
raz�n del voto exclusivamente, no es suficiente para tomar un
acuerdos; si no se cumplen estas premisas a la hora de tomar
decisiones estar�amos propiciando la desintegraci�n de la
organizaci�n.
Los reformistas
siempre han intentado que la CNT abandone sus principios, y sus
armas siempre han sido la conspiraci�n y la manipulaci�n, nunca han
dado la cara abiertamente hasta no estar seguros de conseguir sus
objetivos, y llegado este caso podr�a ser ya demasiado tarde para
reaccionar.
El reformismo no
es una ideolog�a, ni siquiera una idea, es simplemente la renuncia a
la lucha, es la muerte de las ideas y de la esperanza, es adaptarse
al sistema y a sus reglas, a su juego, por eso es est�ril y pudre
todo cuanto toca. Los reformistas no creen en la transformaci�n de
la sociedad, solo aspiran aunque a veces lo oculten a la conquista
del poder, no buscan ni siquiera las mejoras de las condiciones
laborales y sociales de los trabajadores aunque s� la utilizan como
pretexto para alcanzar sus objetivos y sus ambiciones personales:
ocupar cargos y poltronas, alcanzar el estatus de l�der, de
liberado, de bur�crata, de jefe.
El principio
fundamental de todos reformistas es que el fin justifica los medios,
pero su fines en el fondo no son la transformaci�n de la sociedad,
sus fines son alcanzar el poder y para obtenerlo no dudan en
utilizar los medios m�s sucios y rastreros, la mentira y el enga�o
son sus mejores armas, se inventan falsas situaciones, realidades
virtuales, que nada tienen que ver con la verdadera realidad, sus
espurios argumentos se basan fundamentalmente en el pragmatismo en
el posibilismo y la heterodoxia, desgraciadamente han sido muchos
los incautos que han sucumbido a los encantos de sus mentiras y de
sus manipulaciones. A lo largo de la historia son muchos los
trabajadores y compa�eros de buena fe que han sido enga�ados por
estos embaucadores y que se han perdido para siempre para la causa
de la defensa de la clase obrera y de la emancipaci�n social.
Los reformistas
no creen en la asamblea ni en la democracia directa, ni en la
autogesti�n ni en la acci�n directa, su visi�n del mundo es
centralista, jer�rquica y autoritaria, en el fondo carecen de
principios, por eso desprecian la raz�n y la justicia, nunca
intentan convencer con argumentos sino con enga�os y si no lo
consiguen recurren a la imposici�n.
Son muchos los
reformistas que ha habido en la CNT aunque, afortunadamente, siempre
han sido derrotados, pero han hecho mucho da�o a la organizaci�n.
Algunos podemos decir, sin exageraciones, que han alcanzado el
despreciable honor de haberse elevado a la categor�a de traidores
como el caso de Enrique Marcos, el que fuera secretario general de
la CNT hasta el V congreso quien, al ser rechazadas sus tesis
reformistas y ratificase los principios t�cticas y finalidades del
anarcosindicalismo como concepci�n ideol�gica general y definir a
las secciones sindicales y la asamblea como garant�a de
participaci�n de los trabajadores y desarrollo del sindicalismo,
promovi� la Comisi�n Impugnadora, dando paso primero a la escisi�n y
despu�s al engendro reformista CGT y a uno de los periodos m�s
amargos de la confederaci�n a lo largo de su historia.
Este funesto
personaje volvi� a la palestra en el 2005 como presidente de Amical
Mauthausen, asociaci�n por la recuperaci�n de la memoria hist�rica
de v�ctimas del holocausto nazi, llegando a inventarse un pasado
heroico como ex prisionero de los campos de concentraci�n nazis,
falsedad que quedo al descubierto por el historiador B. Bermejo, y
que �l mismo, abrumado por la evidencia, acab� reconociendo, lo que
ven�a a demostrar que a pesar de los a�os segu�a conservando
�ntegramente sus dotes de sofista. Esta noticia tuvo una gran
difusi�n en todos los medios de comunicaci�n. Para colmo alguien
public� un art�culo exaltando la figura de tan nefasto personaje en
el peri�dico CNT, sin que el director del peri�dico diera
explicaciones ni dimitiera, para verg�enza de todos los
anarcosindicalistas.
Otro destacado
reformista que traicion� vilmente a la organizaci�n fue Jos� Bond�a,
el que fuera Secretario General en el periodo que mantuvo contactos
con Alfonso Guerra de espaldas a la organizaci�n. Las promesas del
PSOE fueron una oferta de compra de la CNT. Bond�a se sirvi� del
cargo para intentar imponer sus planteamientos reformistas a la
organizaci�n y desviarla de sus principios, al finalizar su gesti�n
como secretario general, en su informe de gesti�n despu�s de hacer
una apolog�a del reformismo lleg� a decir que el problema de la CNT
es que est�bamos excesivamente ideologizados.
Otros reformistas
no menos despreciables fueron: Antonio P�rez, quien fuera secretario
hasta el congreso monogr�fico de Torrej�n de Ardoz, y Jos� Marc de
la regional catalana. Todos ellos fueron expulsados de la CNT.
En el extremo
opuesto est�n los aut�nticos anarcosindicalistas, los que aman y
permanecen fieles a las ideas hasta la muerte, generaciones de
magn�ficos compa�eros que con inquebrantable voluntad han combatido
para que la CNT permanezca fiel a sus principios y a su historia,
contra las intentonas desviacionistas y contra todos los reformistas
de uno u otro signo que siempre en mayor o menor medida han pululado
por la organizaci�n. Entre los verdaderos anarcosindicalistas
podemos citar a: Juan G�mez Casas un compa�ero digno de elogio que
luch� hasta las extenuaci�n para que la CNT continuara permaneciendo
tan anarcosindicalista y revolucionaria como siempre; es
imprescindible leer sus libros para comprender el pasado, el
presente y el futuro de la CNT. Otro buen compa�ero, tal vez menos
conocido pero no por eso con menos m�rito, fue Fernando Montero. �l,
como Juan, tambi�n fue Secretario General de la CNT en una situaci�n
dif�cil que asumi� con dedicaci�n y responsabilidad. Otro compa�ero
fue Juan Castillo de la CNT de M�laga, compa�ero de una gran
capacidad y de unas cualidades humanas extraordinarias, de firmes
convicciones, fue siempre fiel a los principios anarcosindicalistas
y dedic� toda su vida a la organizaci�n. Otro gran
anarcosindicalista fue Antonio Salvador de Sabadell, otro
irreducible, discreto pero fiel hasta la muerte. Tambi�n eran
verdaderos anarcosindicalistas los compa�eros del Sindicato de
Jubilados y Pensionistas de Sevilla, pero a pesar de ello y de haber
dedicado toda su vida a la organizaci�n y a la defensa de la clase
obrera, tras toda una vida de militancia anarcosindicalista fueron
expulsados, y aunque en un pleno regional posterior se aprob� su
readmisi�n, esta nunca se llevo a efecto, perpetr�ndose en su
contra, un acto de indignidad y desprecio incalificable. La CNT
tiene una deuda pendiente con ellos que jam�s podr� pagar. Estos
compa�eros junto con muchos miles m�s, han sido y son la esencia y
el alma de la CNT.
Viva la CNT y el anarcosindicalismo.
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Estamos ideologizados.
[26-8-2008]
Estamos asistiendo en los �ltimos tiempos a unas cr�ticas,
tanto de organizaciones o grupos ajenos a la Confederaci�n como
desde la propia CNT, contra las secciones de la AIT y contra la
mayor�a de los sindicatos de La CNT, a los que se les acusa de ser
peque�os grup�sculos ideologizados y politizados, de no tener
ninguna realidad social, de vivir de espaldas a la sociedad y a los
trabajadores. Muchos de estos ataques vienen de la CGT y otras
organizaciones, algunas de las cuales pertenecieron en su d�a a la
AIT y han constituido un frente com�n para destruir a la AIT y de
paso a la CNT. A este frente es al que se ha denominado
internacional paralela y lo componen entre otras organizaciones: CGT
de Espa�a, la SAC sueca, la CNT- Vignoles (Francia) y la IWW (USA).
Ellos, que nos acusan de vivir ajenos a la realidad, no
dudan de inventar la realidad si es preciso para adaptarla a sus
prop�sitos. Pero la realidad es la que es, lo que se trata en el
fondo es de enga�ar, de manipular de confundir, de echar arena sobre
los ojos de los dem�s para que no vean el enga�o y la traici�n, se
inventan datos, se inventan conflictos, todo en pro de conseguir la
cuadratura del circulo; han llegado a la conclusi�n de que las
ideolog�as estorban, sobre todo la anarquista. Est�n por la
conquista del poder dentro y fuera de la organizaci�n y presentan
como una novedad la anacr�nica formula de conquistar el poder para
cambiarlo desde dentro. Abogan por un sindicalismo neutro sin
ataduras ideol�gicas, critican a la CNT y a la AIT de ser peque�os
grup�sculos ideol�gicos y pol�ticos. Si estamos ideologizados es
porque tenemos una ideolog�a, la anarquista; si estamos
politizados, es en el sentido de que luchamos por unas ideas de
transformaci�n social, una alternativa a la sociedad capitalista
actual, por el comunismo libertario, pero no en el sentido de lucha
por el poder ni de participar en las instituciones burguesas,
parlamentos, ayuntamientos o comit�s de empresa. Esto s� que ser�a
una lucha est�ril que nos llevar�a inevitablemente a la integraci�n
en el sistema. Los que tanto nos critican no s�lo han perdido la
ideolog�a sino tambi�n la verg�enza. Quieren asociar la ideolog�a
anarquista al fanatismo, al dogmatismo y al estancamiento, se quiere
hacer creer sutilmente que las ideolog�as son un lastre, un
impedimento para el crecimiento, para que las masas de trabajadores
acudan a los sindicatos. Ahora de lo que se trata es de ser
modernos, plurales, flexibles y heterodoxos para adaptase a los
nuevos tiempos, para lo cual hay que sumar y unirse con quien haga
falta, incluso con la CGT. Hay que abrirse al exterior, perder el
temor a contaminarse, esto nos dar� la uni�n y la fuerza, y, si es
preciso, prescindir de esos elementos anarquistas ortodoxos anclados
en el pasado, incapaces de adaptase a los nuevos tiempos. Hay que
dejar a un lado las ideas, las utop�as y los viejos sue�os; ahora,
de lo que se trata es de hacer un sindicalismo de verdad adaptado a
la nueva realidad social, para salir de la marginalidad y del
ostracismo y adaptarse una sociedad flexible y cambiante.
La CGT, ejemplo
flagrante de adaptaci�n a la realidad capitalista, de abandono y
traici�n a todos los principios anarquistas y anarcosindicalistas,
despu�s de varias d�cadas de consumar su traici�n a la CNT y al
anarcosindicalismo, �tal vez han conseguido atraer a las masas
obreras y tener los locales repletos de trabajadores con cientos de
miles de afilados? La respuesta es no, s�lo han conseguido ser el
furg�n de cola de los sindicatos institucionalizados, incapaces de
competir con los sindicatos amarillos, con las grandes burocracias
sindicales, CCOO - UGT, a los que intentan imitar. Y despu�s de
tanta adaptaci�n a la realidad y de haberse quitado el cors� de las
ideas, �a d�nde han llegado? A nada. A tener estructuras
burocr�ticas y jerarquizadas, a tener jefes y liberados, a afiliar
cargos pol�ticos, polic�as y carceleros y aceptar subvenciones del
estado, al que en el fondo sirven o pertenecen. Despu�s de todo esto
tienen la desfachatez y la poca verg�enza de seguir utilizando la
terminolog�a y los s�mbolos anarcosindicalistas como disfraz, como
algo folkl�rico de lo que aprovecharse para enga�ar a los
trabajadores, y tienen el descaro de reclamar la historia y el
patrimonio de la CNT, de la que tanto han renegado y han
traicionado. Si existen todav�a es porque al estado le interesa
utilizarlos para generar confusi�n, como freno del
anarcosindicalismo y de la CNT, que es la �nica organizaci�n que a�n
continua siendo verdaderamente anarcosindicalista
Viva la CNT la AIT y el anarcosindicalismo.
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�Sindicalismo revolucionario o reformismo?
J. Casado
[26-8-2008]
La internacional
paralela Desde hace unos ocho o nueve a�os y con insistencia
creciente asistimos con estupor a la reagrupaci�n de ciertas
organizaciones que, mal disfrazadas de anarcosindicalistas y
adoptando simulados pujos de radicalidad frente a los sindicatos
oficialistas, vienen planeando una estrategia de acoso a las
secciones de la AIT con diversos pasos t�cticos, uno de los cuales,
el actual, se configura como un intento baboso de envolvimiento de
nuestras secciones en acciones inventadas por los reformistas, al
objeto de extraer de esa "colaboraci�n" una suerte de aval de
"anarcosindicalismo" que les sirva para poder moverse con cierta
holgura en el mundo libertario y seguir de este modo intentando
involucrar a compa�eros incautos y poco avisados en sus pr�cticas de
sindicato integrado por el estado en las elecciones sindicales y
Comit�s de Empresa , en las subvenciones sistem�ticas de los
gobiernos, en la sindicaci�n de miembros de seguridad del Estado y
de los patronos y de funcionarios de c�rcel etc., y tambi�n camino
de otras integraciones pol�ticas, como, de momento, son las
elecciones municipales. Componen el n�cleo de este batiburrillo con
pretensiones de extensi�n internacional la SAC sueca, la llamada CNT
de Vignoles (Paris) y la CGT de Espa�a. Estos son los principales
autores de esta atrocidad planeada y representada por sectores que
poco tienen de obreros y nada de libertarios. Se podr�an comentar
muchas cosas de todos estos pseudo-burguesitos amaestrados por la
patronal, pero prefiero hablar de los que nos tocan m�s de cerca que
son los de la CGT.
Estos pretendidos "anarcosindicalistas" toman a la asamblea del
sindicato como un apunte folkl�rico para encubrir el car�cter de las
decisiones tomadas por las altas esferas cegetistas, compuestas por
aburguesados traidores a la clase obrera que, para m�s inri, se
ponen la pegatina de anarcosindicalistas. Su estrategia es una m�s
de las que dan cobertura a la clase explotadora para confundir a los
obreros sobre cu�les son la organizaciones que genuinamente
defienden a las clases desheredadas del mundo. Los anarquistas
siempre han tenido claro qu� modelo de organizaci�n sindical han
querido para llegar a la emancipaci�n de los trabajadores, y
construyeron sindicatos que fueron como baluartes inexpugnables para
la difusi�n de la idea. Ning�n anarquista puede colaborar en una
organizaci�n que, con su voto, delega la acci�n y la palabra en
alguien que se dedica a chupar del bote y a comer la sopa boba
mientras dure su candidatura. Y produce tambi�n esc�ndalo que alguna
gente, que deber�a tener las cosas claras y que han elegido ellos
mismos una forma antiautoritaria de organizarse, caigan en la trampa
de colaborar en ciertas campa�as con ese tipo de gente, llegando a
un acercamiento realmente repulsivo del que nada bueno se puede
esperar. Lo que yo, por mi parte, tengo claro es que combatir� hasta
el final cualquier tendencia reformista que se preste a
desarrollarse en mi organizaci�n, ya que el desarrollo de ciertas
pr�cticas dentro del sindicato eliminar�an el elemento libertario,
esencia del proyecto de emancipaci�n obrera. Con su colaboraci�n en
el sistema de control obrero del estado espa�ol, la CGT, en su
intento, primero, de acercarse y luego de copar el campo de CCOO y
UGT, lo �nico que ha conseguido fue afianzar aun m�s ese sistema de
control por parte del estado. Est� claro que meterse en pr�cticas
reformistas a lo �nico que llevar�a es a la paulatina
autodestrucci�n de la CNT como �nica fuerza sindical que,
hist�ricamente y en su pr�ctica habitual del d�a a d�a, ha
demostrado ser digna y consecuente con sus planteamientos. Es, por
ello, iluso y rid�culo intentar tomar posturas en com�n con
organizaciones radicalmente opuestas con nuestro ideario
emancipador. A poco que se analice el contenido militante de CGT, y
ello se ve claramente en la pr�ctica de sus congresos y en la �ltima
reuni�n secreta denunciada incluso en La Campana, el peso de los
elementos de IU, marxistas y comunistas, dentro de esa organizaci�n,
es decisivo. Gente que, no hace tanto, rindi� homenaje a Enrique
Lister en su muerte, Lister, el fat�dico personaje encargado por el
P.C. de destruir, por orden de Stalin, las colectividades
libertarias de Arag�n en 1937. Creo que lo que yo quer�a decir ha
quedado suficientemente claro, esperando que reflexiones lo aqu�
expuesto y pensando en la actuaci�n inteligente de la militancia
confederal, frente a los intentos de destruir nuestra Confederaci�n
y nuestra Internacional.
� Viva la CNT ! En rumbo
constante hacia la emancipaci�n de la clase trabajadora.
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Representatividad.
Jos� Luis Garc�a
R�a y Jos� G�mez Gonz�lez
Una correcta
representatividad.
Partiendo siempre del principio de que asamblea sin sindicato es
ciega y sindicato sin asamblea es vac�o, somos conscientes de que,
cuando son los obreros los que promueven la representatividad, �sta
deriva directamente de sus propias y exclusivas decisiones en el
fondo yen la forma, y, de este modo, sus representantes son los que,
en cada caso, deciden las asambleas obreras, otorgando a aqu�llos un
mandato concreto y sin ning�n car�cter permanente.
La libertad sindical por
la que la clase obrera viene luchando desde el nacimiento de su
conciencia de la misma, debe ser plena, y debe permitir a todos los
sindicatos trabajar libremente y en igualdad de condiciones en las
empresas, moverse entre los trabajadores, hacer entre ellos su
propaganda y el planteamiento de sus propuestas, cuya diversidad
habr� de ser contrastada en las asambleas de tajo, para decidir su
parecer mayoritario en la asamblea general. Justamente �se es el
cometido de la Secciones Sindicales de Empresa: estar al tanto de
todos los problemas obreros, tanto particulares como generales,
denunciar las arbitrariedades patronales, defender, en toda
situaci�n de agresi�n e injusticia, a individuos y grupos obreros y
convencerlos de la raz�n de sus planteamientos, tanto en los casos
concretos como en la visi�n general del movimiento obrero y de sus
finalidades. Las asambleas son las que deben decidir, en cada caso,
sus propuestas y nombrar a sus representantes para plante�rselas a
la Patronal.. Estos representantes tendr�n un margen de negociaci�n
fijado por la asamblea y, en ning�n caso, deben poder tomar decisi�n
alguna sin la aprobaci�n mayoritaria de la asamblea general. Para
negociaciones que rebasen el marco de la empresa, se habr� de
proceder a coordinaciones previas entre asambleas de ramo, que
deber�n proceder seg�n la metodolog�a ya descrita. Si hablamos de
esto, estamos hablando de un movimiento trabajador real y vivo y del
m�todo directo inexcusable de sus acciones. Naturalmente, con esta
metodolog�a, que es la �nica y propia para la canalizaci�n y defensa
de los intereses de los trabajadores, las reivindicaciones obreras
son m�s duras y radicales y pueden y deben, adem�s, integrar
planteamientos final�sticos de superaci�n del sistema.
La reacci�n de la Patronal y el Estado.
Es claro que ni a la Patronal ni al Estado les conviene tal
metodolog�a que define a la clase obrera como competidor antag�nico
del Capital y no como su colaborador productivo. Por y para promover
formas de relaci�n a la medida de su conveniencia, Capital y Estado
siempre han tendido a intervenir en la definici�n "legal" de
representatividad obrera, coaccionando, forzando o aniquilando el
derecho de los trabajadores a decidir la forma y el fondo de su
propia representaci�n. Las presiones de Capital y Estado, as� como
su estrategia de mediatizar una parte del movimiento obrero vienen
manifest�ndose en Espa�a desde los a�os 20 y 30 del siglo pasado,
cuando el dictador Primo de Rivera asocia a su causa al partido
socialista y a la UGT en el intento de hacer prevalecer la pr�ctica
de los "Comit�s Paritarios" entre patronos y obreros, y cuando, ya
en la II Rep�blica, los socialistas en el Poder, y por su vergonzosa
ley de abril de 1932, tratan de imponer la misma estructura de Primo
con el nombre de "Jurados Mixtos". En ambos casos, tales intentos
fracasaron por la oposici�n y la fuerza de la CNT, pero, visto con
ojos de hoy, podemos afirmar que esos antecedentes primorriveristas
y socialo-ugetistas fueron el germen de los actuales Comit�s de
Empresa y similares, despu�s de haber recibido la santificaci�n de
los mismos por el dictador Franco y por sus sucesores de la
"transici�n".
Los medios patronales y estatales han sido siempre los mismos:
dividir a los trabajadores, privilegiar a unos grupos determinados y
erigirlos no s�lo en interlocutores v�lidos sino incluso en
interlocutores �nicos, interlocutores que han de aceptar la
"racionalidad" del lenguaje del Capitalismo y que, por ello, se
convierten en sus servidores. Es el medio por el que capitalistas y
gobernantes intentan desposeer a la clase obrera del protagonismo
que le corresponde, elimin�ndola, como sujeto f�sico y moral, del
campo de la acci�n en la reivindicaci�n de sus derechos, e
imponi�ndole un sistema "parlamentario", falso de ra�z, en el que
los representantes compadres del Patronato pueden hacerse
"representantes" con el voto del dos o tres por ciento de los
"representados" y hasta con menos. Se trata con esto, por parte de
las clases explotadoras, de crear unas estructuras formales donde
ese dos o tres por ciento en las urnas sea el medio instrumental del
travestimiento de una "participaci�n" inexistente.
Claro que, para lograr esos prop�sitos, patronales y gobiernos
necesitan sus propios sindicatos, los "amarillos", pero sobre todo
requieren una complicidad fundamental, la de aquellos sindicatos
que, t�cita o expresamente, son correa de transmisi�n de partidos
pol�ticos, y/o la de aquellos grupos de actividad sindical puramente
tradeunionista, actuantes en el campo de reivindicaciones
perfectamente asumibles por el sistema. En ambos casos y dentro de
la tensi�n obrero-patronal, el sistema sale siempre no s�lo intacto
sino permanente y progresivamente fortalecido, bien porque ninguno
de esos "contendientes" propone modelo alguno de recambio del
sistema, o bien porque, si por pura forma lo propusiera, tal
"proposici�n" resultar�a vac�a e inoperativa, desde el momento en
que, ya por principio, se acepta el medio, el modo y el instrumento
que la Patronal y el Estado deciden, lo que hace que la acci�n de
aqu�llos no puede dejar de ser puramente reproductora del sistema.
La representatividad corrompida.
Todo lo anteriormente dicho se materializa en una operaci�n de
compra-venta por la que se convierte a esos grupos (la "fuerzas o
agentes sociales", seg�n la fraseolog�a medi�ticopol�tica) en
lobbies, grupos de presi�n pol�tica en el campo econ�mico y
adyacentes, asegur�ndoles "un lugar al sol" capitalista, con todos
los privilegios que se derivan de tal integraci�n en el sistema
capitalista-burgu�s. As� nace el yuppy profesionalizado que se quita
la corbata en per�odo de campa�a, que se inviste de interlocutor
�nico, que se libera del trabajo, que asegura y blinda su puesto de
trabajo en cualquier avatar de reconversi�n econ�mica de la empresa
o de despido de trabajadores, que se dota de tiempo libre de
car�cter privado, de un status de excepcional consideraci�n social,
preparativo todo ello del primer pelda�o de una "carrera pol�tica"
posterior, etc, etc. Y lo m�s sangrante de la cosa es que tal
compra-venta, y por lo tanto tal derrota de la clase obrera como
tal, se pretende presentar como una "conquista" de clase tanto por
los beneficiadores como por los beneficiados de tal trato o trueque.
�El colmo de la desfachatez y del cinismo!.
La operaci�n aqu� descrita es de lo m�s inteligente por parte del
capitalismo. Su bicoca consiste en obtener as� una organizaci�n del
trabajo donde, formalmente, aparece como actuante la figura del
"agente social", a la vez que, en t�rminos reales, tal "agente"
act�a s�lo de garante de todas las limitaciones reivindicativas de
cualquier �ndole, a la vez que de terminator de la operatividad
transformativa de la clase obrera como tal. Su misi�n efectiva es la
de vaciar de contenido las reivindicaciones de transformaci�n, a la
vez que la de provocar en la mente del trabajador el convencimiento
de que organizarse es inconveniente y hasta absurdo, ya que, con el
tiempo, se genera la cultura de la delegaci�n y dependencia que
impide el protagonismo obrero, y, por contrapartida, se potencia el
egoismo del personal y su insolidaridad de clase, en beneficio de la
"paz social", en la que el empresariado medra y el sistema se
fortalece.
Efectividad propatronal de los Comit�s de Empresa.
Por lo que se refiere a Espa�a y a la eficacia propatronal de los
Comit�s de Empresa, es muy elocuente el ejemplo de Euskalduna
(Bilbao), donde el Gobierno, durante la reconversi�n naval de los
a�os 86-87, cerr� el astillero con el acuerdo de los sindicatos CCOO,
UGT y ELASTV, m�s el inestimable apoyo desmovilizador de los Comit�s
de Empresa de los restantes astilleros de la naci�n. En los seis
meses de enfrentamiento que mantuvieron los obreros de Euskalduna,
jam�s se dio una huelga de solidaridad en el sector.
Otro ejemplo, m�s elocuente aun por ser m�s general, es el que se
deriva del an�lisis de las luchas entre los a�os 82 y 87 de siglo
pasado: En ese tiempo, el tiempo del gran desmantelamiento
industrial para nuestra entrada en Europa, todos recordamos las
luchas contra las reconversiones del campo, de la pesca, de la
miner�a, de la industria en general. Eran los tiempos de la lucha en
la siderurgia, abanderada por Sagunto y Reinosa, la de los
astilleros en Puerto Real, Euskalduna, Gij�n y otros, la de los
campesinos con sus interminables caminatas y sus huelgas de hambre,
las violentas respuestas de la miner�a asturiana, las luchas del
textil y en el sector del autom�vil... Eran, pues, los tiempos
apropiados para la lucha conjunta, para la huelga general. Pues,
bien, los "sindicatos", esos interlocutores v�lidos y �nicos que se
busc� el capitalismo, supieron bien hurtarse a ese imperativo de la
clase y a esa coyuntura hist�rica. �Y c�mo lo hicieron ? Pues
apoy�ndose en sus "brazos largos", los Comit�s de Empresa, que
impidieron la solidaridad y la lucha en com�n entre todos los
sectores, en suma, la huelga general que se hac�a manifiestamente
necesaria. Medio empleado: el arma del miedo y el fomento del
ego�smo localista.
Veamos ahora de qu� tipo de "representatividad" se trata. Por mucha
minor�a y archiminor�a que sean los votantes, la ley les permite
componer los Comit�s de Empresa y les otorga la representaci�n de
todo el colectivo. Por ejemplo, en el a�o 1983 y en el astillero de
Puerto Real, el m�ximo de votos recibido por el presidente del
Comit� fue de 125, y de 71 el del m�ximo l�der de la UGT. La
plantilla obrera superaba entonces los 3.000 trabajadores. La
pregunta sale sola: �a qui�n representaba esa gente?. Queda, pues,
claro que la representatividad de los Comit�s de Empresa no se la
dan los trabajadores sino la ley del Estado y la voluntad de los
empresarios que la promueven.
Otra de las grandes artima�as de las que se valen los "sindicatos
oficiales" (que lo son unos m�s que otros, pero que, en conjunto,
son todos aquellos que aceptan las elecciones sindicales) es la de
utilizar a su antojo y en su propio beneficio su doble condici�n de
"representatividad", como Secciones Sindicales de Empresa y como
Comit�s de Empresa, habida cuenta de que la ley pro- patronal s�lo
reconoce derechos de representatividad funcional a las Secciones
Sindicales que se hayan presentado a las elecciones sindicales. Pues
bien, cuando tales "sindicatos" encuentran dificultades como Comit�s
de Empresa para sacar adelante sus propuestas, echan entonces mano
de su otro tipo de "representatividad" como Secciones Sindicales
para hacer pasar lo que los trabajadores rechazan. Un ejemplo de la
pr�ctica de tal triqui�uela se dio, en el astillero de Puerto Real
con motivo de la votaci�n del Convenio Colectivo del a�o 91-92,
cuando la propuesta del Comit� de Empresa fue totalmente rechazada
por los trabajadores, que aceptaban palmariamente, en la asamblea,
las propuestas de CNT, donde se conten�a una estrategia de lucha de
bajo rendimiento indefinido en la producci�n. En esa situaci�n, al
ver el Comit� la imposibilidad de sacar adelante su propuesta a mano
alzada y enpresencia, forz� la votaci�n secreta, y se encontr� con
que de 2500 trabajadores s�lo votaron 480, y de ellos s�lo dijeron
s� 439, 38 dijeron no y tres nulos. O sea que m�s de 2000
trabajadores, siguiendo la l�nea de la propuesta de CNT, se
abstuvieron. �Renunci� entonces el Comit� de Empresa a su propuesta
ante la negativa de la inmensa mayor�a de los trabajadores?. De
ninguna manera. Era una propuesta que conven�a la Patronal y hab�a
que sacarla adelante. El medio fue dimitir como Comit� de Empresa y
votar el convenio como Secciones Sindicales. Para esto les sirve su
dualidad "representativa". Y, como bot�n de muestra, v�ase el
siguiente fragmento de un documento circular de la empresa, fechado
el 7-8-91 y expuesto en el tabl�n de anuncios del astillero:
"El 23 de agosto se
abonar� un anticipo de 50.000 pts., a cuenta de los atrasos de los
salarios devengados, a todos los afiliados de las Centrales
Sindicales firmantes, as� como al resto del personal, excepto a
aquellos que, expresamente, manifiesten su rechazo al Convenio
Colectivo 1991-1992, antes del 16 de los corrientes".
Pero que nadie se
escandalice creyendo que �ste es un caso de particular corrupci�n
entre patronos y Comit� de Empresa de la Bah�a de C�diz. Es, por el
contrario, la pr�ctica habitual de ese gran contubernio
"representativo". Una vez impuesto el Convenio de la manera
referida, los dimitidos del Comit� siguieron actuando como secci�n
sindical durante varios meses, luego forzaron unas elecciones
sindicales y volvieron a salir Comit� de Empresa en las condiciones
descritas m�s arriba.
La �ltima reconversi�n naval del 2004 es igualmente aleccionadora
sobre la estrategia y misi�n real de los Comit�s de Empresa. Se
trataba por parte del sector de un recorte dr�stico, mortal, de la
mano de obra, manteniendo, naturalmente, la exigencia de dejar a
salvo los intereses militares en su �rea naval. El papel de los
Comit�s fue el de siempre: tratar de continuo con la SEPI a espaldas
de los trabajadores; garantizar la salvaguardia de la construcci�n
naval militar; aprovecharse -ya que no pod�a impedirla- de la
espectacularidad de la movilizaci�n obrera, a fin de fortalecer sus
propios intereses de grupo de presi�n; dejar llegar la cuesti�n al
agotamiento, a la sensaci�n de esterilidad de las acciones, a la v�a
muerta, y, finalmente, a la ruptura de la solidaridad por el
procedimiento de los favorecimientos localistas, con abandono a su
suerte de los dem�s, o sea, a la privatizaci�n, antesala de la
desaparici�n. Y, tanto en un caso como en el otro, consagrar el
desmantelamiento de la mitad de la mano de obra: cinco mil pu�eteros
obreros a la calle.
Necesidad del rechazo absoluto de los Comit�s de Empresa y de los
propulsores de los mismos.
Si queremos, ahora, abundar en la cuesti�n del "precio" de esa
venta, veamos unos pocos datos m�s que ilustran esa operaci�n. El
Estatuto del Trabajador concede a cada delegado de 15 a 40 horas de
liberaci�n del trabajo, seg�n el n�mero de obreros de la industria,
pero las empresas, a la vista de lo lucrativo del sistema-comit�s,
permiten a esos delegados la liberaci�n a jornada completa. Al mismo
tiempo, los sujetos de los Comit�s pueden acumular horas sindicales
de varios delegados y liberar a otros miembros del Comit� para
dedicarlos como funcionarios de los sindicatos fuera de las
empresas. Se les permite entrar y salir de la empresa como y cuando
quieran, y aprovechan dichas horas para cuestiones personales del
gusto de cada uno.
En la pelea por ser mayoritarios en el Comit� se practica
normalmente la mendicidad del voto o la promesa de favores
futuribles por el mismo. Se crea as� el h�bito del clientelismo en
el que el "cliente" exige la prioridad de sus intereses. Se enfrenta
a unos trabajadores con otros; el deterioro de la moral obrera es,
as�, creciente y, con frecuencia, la p�rdida de dignidad llega a
hacer irrespirable el aire de la empresa, un ambiente que hace casi
imposible el mantenimiento de cualquier identidad ideol�gica.
El sistema de las elecciones sindicales est� envenenado y envenena
por necesidad a cualquiera que lo acepte y entre dentro de �l. Esto
debe tenerlo muy en cuenta la CNT y el anarcosindicalismo en
general. Los escisionistas de la CNT de los a�os 80, hoy CGT, dec�an
ir a las elecciones sindicales para vaciar de contenido a los
Comit�s de Empresa y destruirlos. Hace mucho tiempo que, ya
totalmente envenenados, son los mayores defensores del sistema de
comit�s. Otras secuelas de la CGT, que tambi�n insisten en llamarse
"libertarios", los de "Solidaridad", pretenden justificar su
asistencia a las elecciones sindicales diciendo que los Comit�s de
Empresa favorecen la formaci�n de secciones sindicales. Seguramente
se est�n refiriendo a ese tipo de secciones que, como vimos m�s
arriba, alternan con los Comit�s, y ya sabemos lo que da de s� esa
dualidad "representativa". Con ese lenguaje, ambiguo a veces y falso
siempre a todas luces, pretenden esos "libertarios" llevarnos al
huerto de la "unidad" �De qu� "unidad", c�mo, con qui�n, en nombre
de qui�n, a costa de qu�? Quien no sea capaz de ver la falsedad de
las elecciones sindicales y de los Comit�s de Empresa, y que
di�fanamente constituyen una estrategia patronal, lo llevan mal, muy
mal. As� que, si no quieren enmendarse y dudamos ya de que puedan,
sigan por donde van, afianzando el sistema e integraditos en �l, y
d�jennos tranquilos, que conocemos muy bien su intenci�n de
inficionar nuestra coherencia para justificarse a s� mismos.
Somos muy conscientes de
que el camino del anarcosindicalismo es duro y dif�cil, incluso muy
duro y muy dif�cil, pero es el �nico que ofrece, en su d�a, garant�a
de liberaci�n para la clase obrera. Siempre el sistema estuvo en
contra nuestra y en ello puso y pone sus m�ximos esfuerzos. Frente a
ellos, nuestra resistencia hizo que aqu� estemos, todav�a enteros,
coherentes, con una pr�ctica limpia y una meta clara donde ir. La
clase obrera lo sabe, incluso en su situaci�n de impotencia actual.
No han podido borrarnos, ni absorbernos, ni integrarnos ni
corrompernos. Que los dem�s echen una mirada a su trayectoria y a su
presente, y saquen sus consecuencias, si tienen arrestos para ello. |
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